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El pasado 14 de noviembre se llevó a cabo un gran evento en el salón rojo del Hotel Tequendama de Bogotá, durante el cual el presidente de la República, Iván Duque, expuso y entregó las bases del Plan Nacional de Desarrollo que orientará los rumbos del país en términos de política de gobierno para los próximos 4 años. El evento giró en torno a temas esenciales de economía y desarrollo del país; sin embargo, poco discutido fue el papel de la educación en los procesos de construcción de un país justo y equitativo. Esta ausencia es preocupante en un contexto social convulsionado, en el que gran parte de los actores políticos y ciudadanos convergen en señalar que la educación pública debe ser una prioridad para fomentar el acceso de los ciudadanos al conocimiento de las ciencias, las humanidades, las artes y de todos aquellos saberes construidos por la humanidad a lo largo de los siglos.
Las bases del nuevo Plan Nacional de Desarrollo en materia educativa se centran en el fortalecimiento de la calidad en todos los niveles y en buscar aumentar las posibilidades de acceso y permanencia de la población. Así mismo se pretende incidir en las regiones haciendo énfasis en la educación rural, la inclusión, la educación para la primera infancia y la atención a la población vulnerable. Estos aspectos son interesantes y pertinentes. No obstante hay una ausencia estructural que no puede omitirse para lograr incidir y favorecer procesos transformadores de la realidad colombiana. No hay una apuesta en política de gobierno y mucho menos de Estado en relación con la formación de maestros. No podemos olvidar o desconocer que los maestros constituyen el patrimonio más importante en la educación de un país, por cuanto son ellos los sujetos que poseen el saber pedagógico y didáctico indispensable para favorecer procesos formativos estructurales en las actuales y futuras generaciones de jóvenes que participan de los diversos escenarios educativos, especialmente en los procesos escolares en los que se tiene la oportunidad de acceder y aportar al conocimiento de la humanidad. Por esta razón cuando una sociedad no valora ni reconoce la importancia del maestro en los procesos formativos, reconociendo y dignificando su profesión, dicha sociedad está abocada a una crisis de sentido que desdibuja su propia existencia.
Las bases conceptuales del nuevo Plan Nacional de Desarrollo (PND) deben tomar en serio el papel central de la formación de maestros para el país; sin esto, las buenas intenciones e iniciativas no se podrán materializar.
Este nuevo PND debe contemplar, dentro de sus pilares, la formación de maestros y su dignificación en todos los niveles, lo cual implica apuestas concretas para una valoración de la profesión docente en cuanto a reconocimientos sociales dignos con adecuados procesos de cualificación en investigación educativa e innovación pedagógica y didáctica, así como mejoramiento de sus condiciones labores en términos salariales, de salud y bienestar.
Se requiere rescatar, revitalizar y poner en marcha el Sistema Nacional de Formación de Maestros que articule procesos de formación docente en todas las instituciones del país, así como los esfuerzos que hacen las Escuelas Normales Superiores para establecer sinergias con las licenciaturas y los programas de profesionalización en educación en todas las regiones. Es necesario recuperar los comités territoriales de capacitación docente para que se estructuren políticas financiadas de formación de maestros en ejercicio.
Para disminuir brechas formativas en las regiones con educación de calidad para la primera infancia, la educación básica y media, es necesario fortalecer la cualificación y profesionalización de los normalistas que son los maestros que podría incidir en la mejora de la formación en los lugares más apartados de la geografía colombiana. Se requiere su profesionalización y cualificación permanente, para lo cual las facultades de educación de las distintas instituciones del país, junto con la Universidad Pedagógica Nacional, pueden aportar bastante a los procesos formativos que se requieren.
En el PND se propone una necesaria revisión del Sistema de Aseguramiento de la Calidad, el cual debe fortalecer los procesos de mejoramiento permanente de la educación en el marco de la cultura de autoevaluación, la evaluación de pares y el reconocimiento social, sin olvidar que es inconveniente reorientar los procesos de calidad a la lógica instrumental de basar todo en resultados, productos y eficiencia, desconociendo que los procesos son esenciales para alcanzar cualquier meta educativa. Ahora bien, el discurso que centra la atención exclusivamente en atender el aprendizaje de los estudiantes y considerarlos como los únicos protagonistas del proceso educativo, debe estudiarse cuidadosamente, puesto que la formación es un proceso complejo en el cual el maestro representa un papel esencial por sus saberes y experiencias que hacen posible que los estudiantes se formen como sujetos creativos y transformadores.
El PND debe ir más allá de una racionalidad teleológica cuyo fin son los resultados de aprendizaje de los estudiantes, desconociendo el sentido amplio e integral de la formación que implica un liderazgo importante del maestro en cuanto sujeto productor de conocimiento en los múltiples escenarios en los que participa. Tomemos en serio en la política pública la formación de maestros para gestar cambios reales y sostenibles para disminuir las desigualdades en los territorios y en el país.
* Rector Universidad Pedagógica Nacional.