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“ ...La paz es mucho más que una toma de postura, es una auténtica revolución interna, un modo nuevo de vivir, una nueva forma de habitar el planeta, una forma diferente de ser persona...”. María Zambrano. Filósofa Premio Príncipe de Asturias.
España (1904_1991).
Este pensamiento, a mi modo de ver, resume el gran reto que tenemos todos los colombianos ante la posibilidad, cada vez más cercana, de firmar un acuerdo para la Paz. Si cada uno de nosotros no empezamos por la revolución dentro de nosotros mismos, nunca llegaremos a nada.
Si no cambiamos nuestra manera de pensar, jamás podremos cambiar nuestra forma de reaccionar. Está suficientemente probado que cada pensamiento crea inmediatamente una emoción. Que los pensamientos anteceden todas nuestras emociones, y que si no los transformamos no podremos cambiar nuestros sentimientos ni apreciaciones sobre este momento tan importante que vive Colombia.
Si seguimos con las mismas herencias atávicas, heredadas de nuestros abuelos, que dieron inicio a la violencia partidista, en la que si se nacía liberal se estaba del lado de los malos y los endemoniados y si se nacía conservador se estaba al lado de los buenos y los escogidos por Dios, iniciándose así la orgía de sangre y terror que todavía nos sacude, no lograremos nada.
Si no cambiamos el lenguaje, también atávico, incrustado en la mente como reflejos de Pavlov, en los que unos son los forajidos dados de baja y otros lo héroes asesinados, si no cambiamos nuestra visión y aproximación a este nudo gordiano que ha llenado de cadáveres campesinos el país, porque campesinos son los soldados del ejército, los policías, los paramilitares del pelotón, los guerrilleros punta de lanza, jamás podremos detener las atrocidades que vivimos cada día desde hace más de medio siglo y que se han convertido en una noticia más, como el fútbol o los realities de salón.
Estamos viviendo un momento histórico. Gústenos o no. O cambiamos y nos empezamos a reconocer unos a otros como ciudadanos hermanos de un mismo país, respetándonos, empezando ha reflexionar sobre nuestra participación en el conflicto, que todos la tenemos, ya sea por acción, omisión, intereses creados o políticos, tradiciones heredadas desde la colonia y la esclavitud, o nos acabamos de tirar este país.
Nosotros, todos los ciudadanos, tenemos en nuestras manos el poder de decidir qué clase de país queremos para los que vienen. Hijos, nietos, biznietos... No tenemos el derecho de negarles la oportunidad de vivir y amar un país diferente, menos inequitativo, donde cada uno se pueda dar la mano mirándose a los ojos y apoyándose en esta empresa, la única importante que es la de poder tener una vida digna y en Paz.
¿Seremos capaces de enfrentar este reto histórico? O, una vez más, ¿seremos inferiores a nuestras responsabilidades? Porque así como la violencia no tiene límites, y todos llevamos un monstruo dentro de nosotros mismos, también la armonía y el respeto son ilimitados y se pueden conseguir. Nos llegó la hora colombianos. Comprometámonos con la Revolución de la Paz.