Mientras intentamos escapar del coronavirus detrás de muros y máscaras, hay otros males que logran colarse porque no necesitan el aire libre para circular ni se diluyen con geles o jabones. Son nuestros demonios personales que se alborotan en el encierro y nos golpean por dentro con ansiedad, insomnio, adicciones. El tremendo efecto que tiene la pandemia sobre la salud mental apenas se comienza a medir y el panorama aterra, aunque no lo veamos tan claro como cuando nos dicen que ya casi no quedan camas en cuidados intensivos.
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