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El panorama electoral y político es desolador para intelectuales de orientación liberal, como este servidor. No importa lo que uno opine o publique, no va a tener ningún efecto sobre las fuerzas profundas de la sociedad, desatadas por los llamados al odio, al miedo y los fantasmas imaginados que van a definir el futuro de la República. Es por eso que siento haber caído en la sequía de la razón: no vale la pena seguir en la brega de influir la opinión pública con argumentos basados en buena teoría y en suficientes datos.
El caso de las pensiones es especialmente desalentador. En el debate promovido por Asofondos y Fedesarrollo la semana pasada, sobre el futuro del sistema colombiano, sólo dos candidatos asistieron, Humberto de la Calle e Iván Duque. El resto no le prestó importancia al tema, aunque es la principal fuente del desequilibrio fiscal, pues representa una sangría del 4 % del PIB, $35 billones al año, resultado de los privilegios de políticos, magistrados y altos funcionarios que además está exento de impuestos. Se trata de un sistema dual: uno público generoso y uno privado que da lugar a unas pensiones raquíticas, generando un movimiento de la población hacia el primero. El cerebro del sistema fue Álvaro Uribe Vélez, ponente de la Ley 100 de 1993, quien plasmó allí los privilegios y la inequidad de la sociedad colombiana.
Para De la Calle, la inequidad del sistema pensional, su escasa cobertura (una cuarta parte de los ancianos), es la mayor lacra de la sociedad colombiana, porque además el problema se va incrementar sistemáticamente al paso que va. El candidato liberal propone un sistema universal, igual para todos, financiado por los que pueden hacerlo y complementado con subsidios públicos que permitan una vida digna a las personas mayores.
El alter ego del expresidente Uribe, Iván Duque, hizo una propuesta efectista y demagógica sobre pensiones: asignaría $3 millones por cada nacimiento de un colombiano y lo colocaría en un fondo de ahorro privado que, según él, daría lugar a una pensión digna a la edad de retiro, 62 años más tarde para hombres y 57 para mujeres. Cada año nacen 800.000 niños, lo que implicaría una asignación anual de $2,4 billones del presupuesto nacional, 0,3 % del PIB. No conozco con qué tasa de interés hizo su cálculo Duque y cuánto de comisión se autoasignarían los fondos de pensiones. Lo cierto es que la tasa de interés real ha estado cercana a cero en el mundo durante los últimos diez años, lo que explica una parte de lo magra de las pensiones que asigna el régimen privado; apenas ahora se comienza a ajustar la tasa de interés y no por mucho.
Fuera de gastón o “derrochón”, en el léxico uribista, Duque anda prometiéndole a los empresarios que los eximirá de impuestos por diez años si hacen alguna inversión que dé lugar a no importa qué cantidad de empleos. En la experiencia pasada de devolver impuestos durante los ocho años de Uribe, el país desahorró en época de vacas gordas con graves consecuencias macroeconómicas que todavía estamos pagando. Ahora se propone este ahorro, al tiempo que se reducen los ingresos tributarios del gobierno. No hemos escuchado ninguna propuesta del Centro Democrático de incrementar el impuesto de renta a las personas que hoy en día están exentas, algo que sí proponen De la Calle, Fajardo y Petro.
Por esta vez pude contrarrestar la seca, pero hacia futuro estoy pensando dedicarme a la literatura o a escribir mis memorias.