La Van der Hammen: una reserva para urbanizar

Pablo Leyva
06 de abril de 2018 - 03:30 a. m.
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Nuevamente el alcalde Peñalosa ataca la reserva Van der Hammen. Aprovecha un momento de tensión y distracción de la opinión, concentrada en las próximas elecciones presidenciales. También busca crear hechos cumplidos, dado el suspenso sobre la iniciativa de su revocatoria, enredada en revisiones formales y contabilidades vaporosas del CNE. El alcalde mayor, al insistir en urbanizar el norte de Bogotá, quiere imponer un modelo anacrónico de ciudad que responde a la presión de los urbanizadores, que parece incontenible, por la concentración del crecimiento del país en la capital y los altos precios de la tierra. Esto amenaza el resto de un ecosistema único y valioso: la Sabana de Bogotá.

La propuesta de urbanizar la reserva Van der Hammen se presenta para la autorización de la CAR y frente a la opinión como un aumento del área de conservación. En realidad, se trata de hacerla trizas, atravesándola de vías, por las que se moverán las personas en diferentes medios como buses diésel obsoletos, y creando una serie de corredores verdes por donde se pretende circulen la biodiversidad, la energía, el agua y la materia, todo según designio del alcalde.

La autorización de la CAR para transformar la reserva con vías y corredores verdes urbanos puede considerarse un hecho ya que esta corporación aprobó Lagos de Torca, una ciudad de 500.000 habitantes, contigua a la reserva Van der Hammen; la autorización que ahora se solicita hace parte de este proyecto. Se integra así la urbanización de Soacha-Bogotá con la de Chía-Cajicá, con tentáculos hasta Zipaquirá y Tocancipá-Sopó. Esto condiciona el próximo POT-Bogotá y ejerce una presión inmanejable sobre los municipios de la Sabana.

El geoecosistema de la Sabana de Bogotá tiene condiciones únicas valoradas por los indígenas y apreciadas por los conquistadores. Su clima, hidrología, biodiversidad y suelos, con muchos miles de años de formación, son aptos para habitación, cultivo y conservación. La alteración de estas condiciones naturales por una urbanización desmedida, como la propuesta, las destruye de forma irreparable. Y hace insostenible la ciudad pues se degrada el ambiente, se emiten gases de efecto invernadero, se generan calentamiento, contaminación, insalubridad, costos y tiempos excesivos de transporte, sobrecostos de alimentos, mercancías y manejo de residuos, pésima calidad de vida y una huella ecológica enorme. Además de la excesiva concentración económica y de poder político en detrimento del resto del país.

La zona norte de Bogotá se debe dedicar a la conservación, agricultura biológica, educación, cultura y recreación de bajo impacto. Esto exige un replanteamiento institucional y la intervención del Gobierno Nacional. El desarrollo sostenible no se defiende solamente en Chiribiquete. ProBogotá Región dio un paso para buscar soluciones al proponer la Región Metropolitana de la Sabana de Bogotá, con la incomprensión de quienes quieren mantener estructuras políticas feudales y la respuesta arrogante del alcalde mayor que quiere urbanizar la Sabana.

 

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