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Bogotá es una ciudad muy compleja de gobernar. Para comenzar, tiene más población que 105 países del mundo, más que todos los de Centroamérica y que la mitad de los de Europa, lo cual genera enormes retos en manejo de movilidad, servicios públicos, seguridad y empleo. Por eso es triste ver cómo Claudia López, ante su caída en las encuestas, ha reemplazado los debates sobre los problemas de la ciudad por una estrategia de guerra sucia recurriendo a ataques personales, demostrando que el todo vale del desespero es la única vía que recorrer ante la escasez de tiempo.
Primero, acusó airadamente a los otros tres candidatos de estar siendo apoyados por poderosas maquinarias de los partidos políticos. Sin embargo, no tuvo ningún problema en aceptar en su campaña el apoyo del Polo Democrático, que con la alcaldía de Samuel Moreno rompió todos los récords en escándalos de corrupción totalmente demostrados. Mientras López critica a otros candidatos sin ningún fundamento, el principal estandarte del Polo Democrático en Bogotá hace 10 años ya lleva condenas que suman 99 años de cárcel.
Luego, señaló que un contrato firmado entre Transmilenio y la Escuela Galán buscaba favorecer al candidato Carlos Fernando Galán por la simple coincidencia de nombres, lo cual es totalmente absurdo. Basta con hacer una pequeña indagación para descubrir que esa corporación es pública y manejada por el Ministerio de Educación. Sin embargo, para generar confusión se utilizó la maniobra de señalar que no se daba una situación ilegal sino antiética. Es curioso además que la candidata del Partido Verde hable airadamente de inhabilidades que no tienen ningún sentido, pero guardó silencio cuando el Consejo de Estado le quitó la curul al senador de su partido Antanas Mockus por una de ellas. Si bien una tutela lo reintegró al Congreso, a la candidata verde la situación no le pareció siquiera cuestionable y sí le parece terrible una simple coincidencia de un apellido.
También ha lanzado duras críticas al modelo de los colegios por concesión en Bogotá, el cual ha mostrado impactos positivos en favor de los más vulnerables, según lo ha señalado la Universidad Nacional. Es posible que una candidata privilegie los intereses corruptos de algunos dirigentes sindicales y sus candidatos del Polo por encima de los comprobados beneficios de una política dirigida a generar mayor movilidad social. O como nos enseñan en la casa, por el desayuno se sabe cómo es el almuerzo: ¿será, señora candidata, que esta posición es un anticipo de la satanización del sector privado como un actor relevante en la implementación de política pública?
La gente está aburrida de esta estrategia belicista de campaña. Queremos escuchar propuestas realistas que solucionen los problemas de movilidad, seguridad, salud y educación de Bogotá, no peleas que hagan desviar la atención de los debates que exige la ciudad.