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Quedan 18 meses... y, por primera vez, hay algo que temerle a la inercia

Guillermo de la Hoz
17 de marzo de 2025 - 05:00 a. m.
"Si fracasa Petro, fracasa también la posibilidad de que en Colombia se pueda hacer política de otra manera": Guillermo de la Hoz.
"Si fracasa Petro, fracasa también la posibilidad de que en Colombia se pueda hacer política de otra manera": Guillermo de la Hoz.
Foto: Archivo Particular
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En respuesta al editorial del 9 de febrero de 2025, titulado “Y quedan 18 meses”.

El editorial “Y quedan 18 meses” nos pinta un panorama catastrófico del Gobierno de Gustavo Petro, un relato donde la falta de liderazgo, la búsqueda de culpables y el caos interno reinan sin contrapeso. Sin embargo, lo que la pieza omite es que esta crisis del Ejecutivo no ocurre en el vacío. No es la primera vez que, en Colombia, un Gobierno se ve atrapado entre la resistencia de las élites, la maquinaria burocrática y su propia falta de coordinación. La historia nos ha demostrado que este país no se gobierna con una varita mágica, y mucho menos con unanimidad política.

Se critica que el presidente está “buscando culpables”, como si el fracaso de su administración no tuviera responsables más allá de su despacho. ¿Qué esperaban? ¿Que los factores de poder que históricamente han bloqueado cualquier intento de transformación de pronto fueran a aplaudir su Gobierno? No es un secreto que Petro ha cometido errores estratégicos (los cambios de gabinete han sido una telenovela propia de este país), pero reducir toda la historia a un simple problema de carácter es minimizar el peso de los obstáculos estructurales que enfrenta su administración.

¿Falta de liderazgo? Puede ser, pero si el problema del país fuera solo de carácter presidencial, Colombia sería un paraíso cada vez que un presidente con buenos modales llega a la Casa de Nariño y, hasta donde sabemos, eso no ha sucedido. La política colombiana ha sido una maratón de gobiernos que, entre clientelismo, crisis institucional y acuerdos bajo la mesa, han gobernado a punta de arreglos de supervivencia. Lo que pasa con Petro es que, a diferencia de otros, no lo oculta bien.

El editorial menciona que el presidente se rodea de figuras problemáticas y luego se pelea con ellas. Bienvenidos a la política colombiana, donde las lealtades duran lo que dura un café en una reunión de bancada. También es cierto que ha mantenido cerca a personajes que generan desconfianza, pero ¿realmente sorprende en un país donde los escándalos son la moneda de cambio de la política? Además, mientras Petro choca con sus aliados y crea fricciones en su propio equipo, sus adversarios se dedican a bloquear cualquier reforma que huela a cambio estructural. Al final, parece que el problema no es solo su liderazgo, sino también la resistencia a cualquier transformación real.

Los próximos 17 meses serán un campo de batalla político, sin duda. Pero reducir lo que queda de este Gobierno a una “cacería de culpables” es perder de vista lo importante: si fracasa Petro, fracasa también la posibilidad de que en Colombia se pueda hacer política de otra manera. Y si su derrota es solo una confirmación de que cualquier intento de cambio es inviable, entonces la famosa “patria boba” seguirá siéndolo por mucho tiempo más.

Por Guillermo de la Hoz

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