Por Ronald Villalba Giraldo
Con gran extrañeza leí el editorial denominado “No todo vale en la lucha contra la dictadura”, por lo que quiero plantear una reflexión sobre un hecho que se ha vuelto constante en los diferentes acontecimientos que van desarrollando la historia, y es la posición paternalista que algunas personas asumen frente a quien es el causante de los males; esto disfrazado de opinión reflexiva, que termina apuntando más a que se mire con alguna condolencia o cierto beneplácito a la parte transgresora. En este caso no es el llamado “síndrome de Estocolmo”, porque en él es la víctima quien se solidariza con su victimario. Pero los señores que redactan el editorial no son víctimas, entonces esto los hace solo observadores paternalistas. Ah, pero claro, al final del editorial vuelven a hacer mención de que el régimen de Maduro tiene a Venezuela en crisis; a pesar de que durante toda la página busca sutilmente sembrar dudas contra la oposición y contra los que tratan de evidenciar la crisis. Eso es, a todas luces, periodismo a medias tintas, pues busca pescar un poco de ambas caras de la moneda, supongo que para sustentar posiciones futuras dependiendo de a dónde se incline la balanza y poder alzarse con la bandera victoriosa de “te lo dije”.
Y no se trata de pretender que todos debamos adoptar posiciones radicales de pro y contra, pero lo que sí es evidente es que tratar de disfrazar las conductas del régimen de Maduro, las cuales son una verdad de perogrullo, con reflexiones conspirativas en contra de Maduro, con la teoría de si los camiones de ayuda humanitaria los quemó la misma oposición o de si los videos son editados para hacer ver al régimen más culpable, sin lugar a dudas no solo es un despropósito que nada bueno aporta ante la realidad que el mundo ve a diario en ese país caribeño, sino que a la larga es un favor que Maduro agradecerá con bendiciones, al lograr que la atención se desvíe con ese tipo de información.
Pretender con sutileza alivianar la responsabilidad del régimen de Maduro, escudándose en el análisis del New York Times sobre la quema de los camiones con ayudas humanitarias, para trasladarle la culpa a la oposición y sembrar un halo de duda sobre las personas que se pronunciaron en contra del régimen como la vicepresidenta colombiana Marta Lucía Ramírez y el interino presidente de Venezuela Guaidó, desdice no solo de la labor que se debe seguir como periodistas, sino del sentir universal de solidaridad que como ciudadanos del mundo en mayoría hemos tenido con los venezolanos. Ahora resultará que la muerte de Abel no fue culpa de Caín, sino de Abel por no aguantar el porrazo con la quijada del burro. Pues a los señores del editorial referido les digo que el burro está en el palacio de Miraflores, y ese tiene más culpa que Caín.
Por Ronald Villalba Giraldo
Con gran extrañeza leí el editorial denominado “No todo vale en la lucha contra la dictadura”, por lo que quiero plantear una reflexión sobre un hecho que se ha vuelto constante en los diferentes acontecimientos que van desarrollando la historia, y es la posición paternalista que algunas personas asumen frente a quien es el causante de los males; esto disfrazado de opinión reflexiva, que termina apuntando más a que se mire con alguna condolencia o cierto beneplácito a la parte transgresora. En este caso no es el llamado “síndrome de Estocolmo”, porque en él es la víctima quien se solidariza con su victimario. Pero los señores que redactan el editorial no son víctimas, entonces esto los hace solo observadores paternalistas. Ah, pero claro, al final del editorial vuelven a hacer mención de que el régimen de Maduro tiene a Venezuela en crisis; a pesar de que durante toda la página busca sutilmente sembrar dudas contra la oposición y contra los que tratan de evidenciar la crisis. Eso es, a todas luces, periodismo a medias tintas, pues busca pescar un poco de ambas caras de la moneda, supongo que para sustentar posiciones futuras dependiendo de a dónde se incline la balanza y poder alzarse con la bandera victoriosa de “te lo dije”.
Y no se trata de pretender que todos debamos adoptar posiciones radicales de pro y contra, pero lo que sí es evidente es que tratar de disfrazar las conductas del régimen de Maduro, las cuales son una verdad de perogrullo, con reflexiones conspirativas en contra de Maduro, con la teoría de si los camiones de ayuda humanitaria los quemó la misma oposición o de si los videos son editados para hacer ver al régimen más culpable, sin lugar a dudas no solo es un despropósito que nada bueno aporta ante la realidad que el mundo ve a diario en ese país caribeño, sino que a la larga es un favor que Maduro agradecerá con bendiciones, al lograr que la atención se desvíe con ese tipo de información.
Pretender con sutileza alivianar la responsabilidad del régimen de Maduro, escudándose en el análisis del New York Times sobre la quema de los camiones con ayudas humanitarias, para trasladarle la culpa a la oposición y sembrar un halo de duda sobre las personas que se pronunciaron en contra del régimen como la vicepresidenta colombiana Marta Lucía Ramírez y el interino presidente de Venezuela Guaidó, desdice no solo de la labor que se debe seguir como periodistas, sino del sentir universal de solidaridad que como ciudadanos del mundo en mayoría hemos tenido con los venezolanos. Ahora resultará que la muerte de Abel no fue culpa de Caín, sino de Abel por no aguantar el porrazo con la quijada del burro. Pues a los señores del editorial referido les digo que el burro está en el palacio de Miraflores, y ese tiene más culpa que Caín.