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Sistema electoral, voto electrónico y democracIA

Germán Eduardo Vargas
09 de septiembre de 2024 - 05:00 a. m.

En respuesta al editorial del 15 de agosto de 2024, titulado “El sistema electoral necesita consensos”.

Su editorial no propone alternativas para la innegable “actualización” que se requiere instalar.

Pronunciando falacias y sofismas, Paloma Valencia celebró que la Corte Constitucional defendiera “un sistema electoral donde cualquier colombiano, sin ser ingeniero de sistemas, pueda contar los votos y dar fe de los resultados”. Retrasado y desintegrado, hoy participan más muertos que marginados y que entre el diablo y escoja: fue reelegido Santos, Duque ganó y ahí está Petro.

Convengamos que el anterior registrador tampoco tenía un perfil idóneo, y su gestión fue tan mala como la de sus antecesores. Como sucede con los altos cargos del Estado, cada elección–selección está viciada por el clientelismo. De hecho, atravesando la puerta giratoria, terminó presidiendo a la U, que no tiene relación con la ciencia ni educación, sino con el refugio de la parapolítica y el transfuguismo.

Retomando, reduzcamos al absurdo los argumentos con los que estigmatizan al voto electrónico. Primero: nadie requiere acreditar titulación en economía para usar tarjeta de crédito, ni en ingeniería para operar dispositivos cibernéticos, ni en estadística para acatar las recomendaciones automáticas emitidas por las cajas negras que influyen en sus decisiones de consumo de contenidos o cualquier artificio.

Segundo: aunque nuestro albedrío, conformidad o hábito sean nocivos, los padres del Estado neoliberal establecieron la no intervención. Empero, es fundamental reconocer el predominio de los obstáculos logísticos, y de la abstención sumada a los votos nulos o las inútiles marcaciones “en blanco”.

Tercero: la clausurada observación de Paloma Valencia invitaría a prescribir que solo los abogados deberían legislar. Igual, los graduados en derecho defienden lo indefendible, hackean las leyes y actúan de manera torcida. Así mismo, los contadores se dedican a cuadrar cuentas, y aprovechar los errores del estatuto tributario.

Cuarto: lamentablemente no es obligatorio aprobar un examen sobre la Constitución y el país para obtener la ciudadanía; tampoco participar en las elecciones, ni leer las promesas de campaña para poder ejercer ese derecho. Así, el analfabetismo, la inconsciencia y la corrupción electoral, alteran los votos.

Quinto: pese a que la estrategia “Gobierno en Línea” existe desde los albores del siglo XXI, la impresión electoral es la de un “periódico de ayer”. Ahora, imagine que cualquier colombiano puede consultar filtros personalizados, antes de votar, contrastando sus decepciones previas, prioridades actuales y expectativas.

Sexto: para superar tanta irracionalidad y anacronía necesitamos inteligencia artificial o colectiva; y para liberarnos de la polarización, el Sistema de Conteo de Borda permitiría votar ponderando órdenes de preferencia, que impedirían elegir de manera equívoca –por correspondencia unívoca–: “en contra de”.

Séptimo: las Aplicaciones Descentralizadas, DApps, democratizarían el voto durante en los comicios, la aprobación de proyectos legislativos y la evaluación de gastos con recursos públicos, simplificando el Congreso al tiempo que se garantizaría el empoderamiento ciudadano, control social y agilismo ejecutivo.

Finalmente: eliminemos los comicios e implementemos el “kleroterion” griego, para que cualquier colombiano, elegido al azar, usando una distribución de probabilidad uniforme, tenga igual posibilidad de ser elegido.

Por Germán Eduardo Vargas

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