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Una vez más, la columnista Cecilia Orozco Tascón se vale de su espacio de opinión en El Espectador para denigrar mi nombre, con una serie de afirmaciones mentirosas, temerarias y amañadas.
La señora Orozco Tascón, a través de la columna “Tenaza a la oposición y a la libertad de expresión”, se refiere a mi ejercicio profesional, haciendo unas valoraciones inaceptables respecto del mismo.
Ella, que hace muchos años traspasó la línea que separa al periodista del militante político, se esconde tras su espacio de opinión para lanzar rayos y centellas contra quienes —afortunadamente— no compartimos su retorcida ideología.
Me siento orgulloso de representar judicialmente al doctor Álvaro Uribe Vélez en algunos de los procesos que él ha iniciado en contra de difamadores consuetudinarios, hecho que genera molestia en la señora Orozco Tascón, que —valga recordarlo en estas líneas— es una de las más virulentas perseguidoras del señor expresidente.
Desde siempre, he ejercido con decoro y apego a la ley mi profesión de abogado. He tenido clientes de todas las naturalezas. Abundan los periodistas que han acudido a mi oficina en búsqueda de asesoría jurídica, la cual se ha prestado y, en todos los casos, sin que medie el pago de honorarios.
Las afirmaciones mentirosas incluidas en la columna en cuestión lesionan de manera gravísima mi buen nombre. La referencia que ella hace del señor Juan Carlos el Tuso Sierra ha sido ampliamente aclarada por él, quien ha dicho bajo gravedad de juramento que en su momento fue presionado por el exmagistrado auxiliar Iván Velásquez para que hiciera afirmaciones falaces con el propósito de mancillar mi honestidad.
Miente la columnista al decir que yo sostuve “lazos de amistad” con el narcotraficante alias Mono Abello. He denunciado y seguiré denunciando a ese delincuente, cueste lo que me cueste.
En 20 años de ejercicio como litigante, siempre he puesto la cara, nunca he sido un abogado vergonzante; y, por tratarse de una profesión liberal, resulta inadmisible que la columnista pretenda criminalizar la abogacía, una actividad reconocida por nuestra legislación y los tratados internacionales como fundamental y necesaria en un Estado de derecho.
Abelardo de la Espriella.
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