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Bad Bunny es mejor que Radiohead

Andrés Felipe Arenas
08 de enero de 2024 - 02:00 a. m.

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El problema no es que me empezara a gustar Bad Bunny, sino racionalizar lo que me había pasado la noche en que “Solo de mí” me convenció de que Bad Bunny era, por ejemplo, mejor que Radiohead. Esta sola frase genera un sobresalto que me cataloga de sacrílego, inculto e incapaz de diferenciar una nota.

A riesgo de decepcionar, aclaro que el género urbano no es de mi agrado y, al igual que aquellos que desde líneas atrás han empezado a odiar este escrito, disfruto de tomarme un vino entre amigos, mientras suena de fondo “Fusil contra fusil” o “Muchacha ojos de papel”.

Debo decir también que conozco más la obra de Radiohead que la de Benito. Durante mis desastrosos años como literato en la Univalle, un amigo me mostró el álbum The Bends, el OK Computer y caímos en el oscuro y comercial Pablo Honey. Sin embargo, reafirmo que Bad Bunny es mejor que Radiohead y permítanme explicarlo.

Después de una serie de decepciones amorosas empecé a salir con una persona diferente a las que había conocido hasta el momento; habitualmente coincidía con artistas, actrices, músicas, etc., con las que compartía parte de mis gustos y desafortunadamente mis psicopatías. Con esta persona no tenía absolutamente nada en común, ella se había graduado de la Escuela Nacional del Deporte, iba a diario al gimnasio, usualmente realizaba fiestas en su casa y la gente solía querer estar con ella, además tenía un magnetismo que logró cautivarme y plantearme salir de mi zona de confort en cuanto a relaciones humanas.

La cuestión es que la noche de su cumpleaños decidió ir a Living, una de las discotecas más famosas de Cali. Había escuchado sobre el lugar, pero nunca había ido.

El escenario no pudo ser más desastroso. Como suponía, quienes solían asistir a estos lugares eran los que más me incomodaban, hombres alfa mostrando poderío económico y mujeres marcadas por la antigua cultura violenta de la ciudad que eran para mí seres felices en la contemplación de su vanidad. Sí, yo era así de egocéntrico y pedante.

La noche fue asfixiante, me sentía raro y empezaba a reflejar esa imagen, lo que causó el desprecio de mi pareja; sin embargo, mientras me sumía en la soledad de una noche en que no te hallas y envidias la capacidad de felicidad de otros, comenzó a sonar “Solo de mí”.

Con la primera frase: “No me vuelvas a decir bebé”, todo el ambiente de la discoteca cambió, los rostros se marchitaron, ¿qué estaba pasando? Con la segunda estrofa lo comprendí: “Lo nuestro ya se murió, lo siento si te dolió, no fui yo quien decidió, fuiste tú que lo jodió”. Detrás de toda esa alegría de fin de semana, de los carros, los viajes, las fotos con mujeres, las operaciones y la necesidad constante de conseguir dinero sin importar qué, estaba lo mismo que había en una persona encerrada en su cuarto por las noches escuchando Radiohead: un sentimiento de soledad universal, una certeza de que estamos solos y la seguridad de que Dios se marchó de este universo para evitarnos.

No obstante, llegó la última estrofa: “Yo lo que quiero e perreo”, y súbitamente, en un crescendo, la discoteca volvió a encenderse hasta llegar a la cúspide de la felicidad.

Fue claro, para mí Bad Bunny es mejor que Radiohead por el sentido que le da a su tristeza; mientras uno nos lleva un peldaño más abajo en un sentimiento de vacío que nos deja perplejos e incapacitados, el otro nos invita a tomar ese sufrimiento, asumirlo y perrearlo.

Por Andrés Felipe Arenas

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Jairoval(07497)17 de enero de 2024 - 09:15 p. m.
Aunque no comparta el reconocimiento que hace de Bad Bunny, me gustó mucho la forma como explicó su punto de vista. Felicitaciones!
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