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*Invitamos a nuestros lectores a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.
“Feminismo” es una palabra que suena mucho desde hace un buen tiempo. Debo decir, a mis 17 años, que solía sentir gran repulsión frente al movimiento; sin embargo, todo cambió al entrar a la universidad, cuando tuve que leer sobre feminismo para la clase de Sociología, la cual hizo que abriera los ojos y desmitificara. Antes que nada, admito que este tema es polémico, pero no voy a cuestionar sino más bien hablar de mi vivencia: cómo pasé de ser una crítica a llamarme feminista.
¿Sabes qué es el feminismo? Es la lucha por los derechos de la mujer, en pocas palabras.
Hace un par de años, me rodeaba de gente que hacía parte de una rama del feminismo con la que no me identifico; por ello, sentía tanto fastidio por este, ya que en aquel entonces ni siquiera sabía que no había un solo feminismo. Desde pequeña, hacía notar mis deseos de que todos fuéramos considerados personas y no “hombres” o “mujeres”, que todos podíamos hacer lo que quisiéramos y no nos deberían exigir comportarnos de determinado modo en función de nuestro género. Fue en 2023 cuando descubrí que yo no era la única que pensaba así y que mis ideales eran feministas.
¿Yo? ¿Feminista? No puede ser. Tenía entendido que el feminismo era una cosa horrible, creía que las feministas eran mujeres que vandalizaban, violentas, impositivas, que querían humillar a los hombres. Por esas impresiones que tenía era que no me sentía afín con este movimiento, ya que para mí no tiene sentido acabar con la violencia usando más violencia. ¿Tratar a los demás del modo en que se había maltratado a millones de mujeres en la historia? Absurdo.
Volviendo con mi choque de realidad, a mediados de octubre de este año, leí, para la materia que les comenté líneas más arriba, a Irune Ariño y a otras autoras en el capítulo dos del libro Mitos y realidades: el feminismo. A lo largo de la historia hubo tres grandes olas de feminismo en las cuales siempre se buscó lo mismo, adaptado al contexto histórico: igualdad de condiciones para ambos géneros, dignidad, libertad. Algunas mujeres destacadas del feminismo son Josefa Amar, Mary Wollstonecraft, Olympe de Gouges, Emma Goldman, Voltaire de Ciegre, Simone de Beauvoir, Betty Friedan, Kate Millet, Rebecca Walker y muchas más. Gracias a ellas descubrí que hay feminismos increíbles, con fundamento intelectual y argumentos sólidos con los que estoy de acuerdo y otros que me parecen interesantes.
Hay quienes dicen que solo las mujeres pueden ser feministas, cuando en realidad los hombres también han hecho parte de la lucha, como Poullian de la Barre, sacerdote francés que escribió La igualdad de sexos en 1671, y John Stuart Mill, inglés que propuso en el siglo XIX que las mujeres gozasen de los mismos derechos que los hombres, como la ciudadanía, el sufragio, el empleo y la educación.
Después de este acercamiento quedé fascinada. Entendí que, si bien no todos pensamos igual y quizás algunos se inclinen por una corriente u otra, no hay necesidad de imponer ni pelear, pero sí de respetar las distintas visiones. Debemos seguir luchando por un mundo mejor para todos. Los invito a informarse y leer antes de armar juicio; sí que es importante. ¿Y mi cambio de opinión? Antes creía que el feminismo no tenía sentido, pero hoy creo que aún podemos mejorar: no se trata de ser mitad y mitad en los grupos, sino de ver más allá del género y valorar lo que hay dentro. ¿No sería bonito?