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El pasado 7 de agosto se cumplieron dos años desde que Gustavo Petro tomó posesión como presidente, momento en el que juró, por un lado, realizar un acuerdo nacional con la oposición, y por otro, gobernar con los más capaces. Dos años después, se ha demostrado que el intento por lograr ambos objetivos fue efímero y que, a día de hoy, no tiene ni la mínima intención de hacerlo. Aunque el primer punto puede ser resultado de la simple contradicción política e ideológica que surge entre sectores y que impide la consolidación del mencionado acuerdo, la responsabilidad del segundo recae completamente sobre Gustavo Petro, quien romantiza la ignorancia al nombrar personas incapaces y poco calificadas en puestos altos del gobierno que requieren de gran tecnicismo.
Dejando de lado a las personas que ha nombrado por clientelismo, presentes en toda la estructura estatal, pasando por embajadas, consulados o asesorías, y dejando nombres como Moisés Ninco Daza, Armando Benedetti o Eva Ferrer, es aún más importante fijarse en los nombramientos que ha hecho Gustavo Petro en su gabinete ministerial y en departamentos administrativos. Estos puestos son la cúspide de la ejecución nacional, y es donde más preocupante se hace la presencia de personas incapaces e incompetentes.
Como presidente, Gustavo Petro ha tenido en su gabinete 37 ministros y nueve directores de departamentos administrativos distintos. De ellos, llegaron a destacarse en un inicio personas técnicas y con muy buena experiencia, que de alguna u otra forma lograron generar cierto sentimiento de tranquilidad en la sociedad como Alejandro Gaviria, en el ministerio de Educación; Cecilia López, en el ministerio de Agricultura; o Jorge Iván González, en la dirección del DNP, quienes terminaron saliendo por la puerta de atrás del gobierno, siendo su mayor pecado el no alcahuetearle los caprichos y delirios del presidente.
Es así como, desde hace más de un año, el presidente comenzó a nombrar en cargos importantes a personas afines de su ideología y persona, quienes sabía que no solo le aceptarían sus decisiones, sino que también se las aplaudiría y defendería acérrimamente; el popularmente denominado “comité de aplausos”. El problema es que muchas de las personas que han conformado este comité no tienen ni el más mínimo conocimiento, experiencia o mérito para liderar sus carteras, algo completamente peligroso y preocupante, no solo porlos resultados que han dejado y/o podrían dejar, sino también por lo que representa y desea cultivar en la sociedad Gustavo Petro: el romantizar la ignorancia.
Son varios los casos que demuestran lo anterior, pero considero oportuno mencionar los más representativos y mediáticos por consecuencia. Uno de ellos es Irene Vélez quien, siendo filósofa, llegó a ser ministra de Minas y Energía, un cargo complejo y técnico que, por supuesto, no supo ocupar. Allí, en su afán por defender su puesto, demostró su total desconocimiento del sector, llegando a confundir millones con billones, generar una escasez energética y a proponer el decrecimiento para nuestra economía, algo irracional.
De la misma forma, se pueden mencionar otros casos más recientes como Alexander López, quien, después de ser nombrado como director del DNP, mencionó públicamente frente al Congreso que él de matemáticas sabe muy poco. O uno muy polémico que sucedió hace unas semanas y que inspiró esta columna: el nombramiento de Daniel Rojas como ministro de Educación, un economista y activista político, quien destaca por su falta de mérito y conocimiento del sector, y aún más por su labor como bodeguero de una ideología, que lo lleva a insultar y desprestigiar a cualquiera que piense y opine diferente.
Todos estos nombramientos, por simple sentido común, dejaron y dejarán pésimos resultados. Pero, como mencioné en un inicio, también preocupa lo que esto representa. Al nombrar y defender a este tipo de personajes en el ejecutivo, lo que está haciendo Gustavo Petro, además de hacer una apología a la sumisión, es romantizar la ignorancia, suscitando preguntas como: ¿se necesita saber del sector energético para ser ministro de Minas y Energía? ¿Se debe saber de matemática para ocupar un cargo técnico como la dirección del DNP? O ¿el ministro de Educación necesariamente debe ser pulcro e inteligente, como representante de la educación en el país? Pues la respuesta a todas estas preguntas es un rotundo SÍ, pero Gustavo Petro quiere cultivar que no.
El romantizar la ignorancia es un peligro; presentarla como algo atractivo, o incluso valiente, es nefasto para nuestra sociedad. Además de ser un irrespeto con las personas que se han preparado por tantos años para ocupar esos cargos, promueve el desvalorizar el conocimiento, la educación y la inteligencia. Los niños y jóvenes de nuestro país merecen crecer viendo que solo el mérito y el conocimiento te permite lograr los mejores puestos y resultados.