Entre el miedo, la rabia, y la esperanza
Elena Bernal Rey
Nos acercamos al final de 2024. A propósito del pasado Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es inevitable preguntarse: ¿hemos avanzado?
La respuesta es, como de costumbre, ambivalente. La victoria de Trump en Estados Unidos, acompañada de una radicalización de la opinión y de una creciente misoginia, la prohibición de la voz de las mujeres en Afganistán, la restricción del aborto enEstados Unidos y la cantidad de feminicidios y violencias de género en Latinoamérica oscurecen el panorama. ¿Cómo es posible que, en 2024, después de tantos años de lucha feminista, tengamos que preocuparnos por el resurgimiento de opiniones reaccionarias que buscan cuestionar lo más básico?
Sin embargo, pienso, no todo es oscuridad. El 14 de noviembre se prohibió en Colombia el matrimonio infantil. Después de nueve intentos, el Senado aprobó el proyecto de ley que busca eliminar un artículo del Código Civil que permitía el matrimonio de mayores de 14 años con permiso de sus padres. Este cambio, que parece tan evidente, resuena con el rechazo social reciente a la canción +57, que sexualizaba a una niña de 14 años (“mamacita desde los fourteen”). Resuena también, y de eso quisiera hablar hoy, con lo que está sucediendo en las cortes francesas: el caso Pélicot, del que se habla internacionalmente.
En septiembre de este año comenzó en Francia el juicio contra Dominique Pélicot, un hombre de 71 años que drogó y violó a su esposa por 10 años, invitando a decenas de hombres de todas las edades y profesiones a violarla. El abuso fue descubierto después de que Dominique Pélicot fuera arrestado por tomar fotos “bajo las faldas” de mujeres en un supermercado. Y aunque esta historia de violencia sea absolutamente aterradora, también muestra que los cambios siguen sucediendo, y que la lucha feminista, aunque agotadora, trae sus frutos.
Tanto la noticia de la prohibición del matrimonio infantil en Colombia, y el desarrollo del juicio de Mazan en Francia nos muestran elementos importantes del lento, pero existente cambio social: por un lado, demuestran que nuestras instituciones, aunque patriarcales, pueden ser terreno de cambios sociales. En Francia, se están dando a raíz de este caso discusiones sobre la legislación respecto al abuso sexual. También, sobre la necesidad de que “la vergüenza cambie de bando”, como dice Gisèle Pélicot con la elegancia retórica que ha demostrado a lo largo del juicio. Estos cambios legales e institucionales, corresponden, de alguna forma, con la opinión pública: decenas de artículos han sido publicados en periódicos y revistas de todo el mundo. Veo algo similar en lo que ha pasado en Colombia: el rechazo social frente a la canción +57, sucede al tiempo que se prohíbe el matrimonio infantil.
No es coincidencia: el cambio de mentalidad promovido por el feminismo por años, y según análisis feministas, acelerado por el movimiento #MeToo, se refleja tanto en la opinión pública como en la ley. Paradójicamente, aunque el caso de Gisèle Pélicot y los detalles escandalosos de este crimen me han deprimido como a tantas otras, leer constantemente sobre lo que está pasando también me ha devuelto la esperanza, tan necesaria en estos tiempos difíciles.
Con 187 feminicidios entre el 1 de enero y el 28 de octubre de 2024 en Colombia, y en un país en el que aún se normalizan expresiones como “vaca muerta”, que normalizan la sumisión química y la violación, no es el momento de soltar la toalla, pero podemos aprovechar los momentos de luz para mantener la esperanza y fortalecer la lucha, para que, como ha dicho Gisèle Pelicot: “es momento de que la sociedad machista y patriarcal cambie”.
¡Gracias Gisèle!
Elena Bernal Rey
Nos acercamos al final de 2024. A propósito del pasado Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, es inevitable preguntarse: ¿hemos avanzado?
La respuesta es, como de costumbre, ambivalente. La victoria de Trump en Estados Unidos, acompañada de una radicalización de la opinión y de una creciente misoginia, la prohibición de la voz de las mujeres en Afganistán, la restricción del aborto enEstados Unidos y la cantidad de feminicidios y violencias de género en Latinoamérica oscurecen el panorama. ¿Cómo es posible que, en 2024, después de tantos años de lucha feminista, tengamos que preocuparnos por el resurgimiento de opiniones reaccionarias que buscan cuestionar lo más básico?
Sin embargo, pienso, no todo es oscuridad. El 14 de noviembre se prohibió en Colombia el matrimonio infantil. Después de nueve intentos, el Senado aprobó el proyecto de ley que busca eliminar un artículo del Código Civil que permitía el matrimonio de mayores de 14 años con permiso de sus padres. Este cambio, que parece tan evidente, resuena con el rechazo social reciente a la canción +57, que sexualizaba a una niña de 14 años (“mamacita desde los fourteen”). Resuena también, y de eso quisiera hablar hoy, con lo que está sucediendo en las cortes francesas: el caso Pélicot, del que se habla internacionalmente.
En septiembre de este año comenzó en Francia el juicio contra Dominique Pélicot, un hombre de 71 años que drogó y violó a su esposa por 10 años, invitando a decenas de hombres de todas las edades y profesiones a violarla. El abuso fue descubierto después de que Dominique Pélicot fuera arrestado por tomar fotos “bajo las faldas” de mujeres en un supermercado. Y aunque esta historia de violencia sea absolutamente aterradora, también muestra que los cambios siguen sucediendo, y que la lucha feminista, aunque agotadora, trae sus frutos.
Tanto la noticia de la prohibición del matrimonio infantil en Colombia, y el desarrollo del juicio de Mazan en Francia nos muestran elementos importantes del lento, pero existente cambio social: por un lado, demuestran que nuestras instituciones, aunque patriarcales, pueden ser terreno de cambios sociales. En Francia, se están dando a raíz de este caso discusiones sobre la legislación respecto al abuso sexual. También, sobre la necesidad de que “la vergüenza cambie de bando”, como dice Gisèle Pélicot con la elegancia retórica que ha demostrado a lo largo del juicio. Estos cambios legales e institucionales, corresponden, de alguna forma, con la opinión pública: decenas de artículos han sido publicados en periódicos y revistas de todo el mundo. Veo algo similar en lo que ha pasado en Colombia: el rechazo social frente a la canción +57, sucede al tiempo que se prohíbe el matrimonio infantil.
No es coincidencia: el cambio de mentalidad promovido por el feminismo por años, y según análisis feministas, acelerado por el movimiento #MeToo, se refleja tanto en la opinión pública como en la ley. Paradójicamente, aunque el caso de Gisèle Pélicot y los detalles escandalosos de este crimen me han deprimido como a tantas otras, leer constantemente sobre lo que está pasando también me ha devuelto la esperanza, tan necesaria en estos tiempos difíciles.
Con 187 feminicidios entre el 1 de enero y el 28 de octubre de 2024 en Colombia, y en un país en el que aún se normalizan expresiones como “vaca muerta”, que normalizan la sumisión química y la violación, no es el momento de soltar la toalla, pero podemos aprovechar los momentos de luz para mantener la esperanza y fortalecer la lucha, para que, como ha dicho Gisèle Pelicot: “es momento de que la sociedad machista y patriarcal cambie”.
¡Gracias Gisèle!
Elena Bernal Rey