Hacia los monos
Irene Miranda
Es que a lo mejor nunca quisimos dejar de ser animales. De ahí venimos y ahí nos vamos a quedar. Es lícito, creo, preferir rechazar el privilegio de la razón y quedarnos solo con el instinto y las ganas de comer. Que quienes hemos probado lo de pensar, amar y evolucionar hemos decidido que no se nos da bien. No sabemos. ¿No lo entendéis? No sabemos, y la culpa es nuestra.
Al mundo nos los estamos cargando.
Nos lo repiten cada día y a cada hora. Nos lo repite gente que se lo está cargando también. Nos miramos los unos a los otros, a veces desde arriba y otras desde abajo, buscando cómplices y culpables. Con desconfianza y con compasión. Como cuando miras el teléfono móvil de tu pareja que te está engañando. Lo has hecho mal, pero él más. Lo ha hecho mal, pero tú también.
En cada esquina hay una crisis.
Grandes y pequeñas y para todos los gustos. Crisis económicas, crisis de identidad. Crisis sociales... y crisis sanitaria, que una pandemia tampoco nos venía mal. De todos los colores para que elijas la tuya, te hagas con ella y te puedas culpar. Y elije otra para tus compañeros que, si la vida te ha dado dedos, fue para que pudieras señalar.
Todo va mal y no sabemos hacerlo mejor. No hemos venido para quedarnos, hemos venido para estar, como buenamente podamos, hasta que nos tengamos que ir. Y cuando lo hagamos, nos lo llevaremos todo con nosotros, porque así somos y no lo podemos cambiar. Que no vamos a salir de esta, pero, ojo, tampoco queremos claudicar. Lloramos un poquito, buscamos soluciones y seguimos con nuestra vida. Responsables, pero no mucho, que también hay que descansar.
Nunca quisimos dejar de ser animales, y esa es la única verdad.
No estamos hechos para ser héroes y llevamos a cuestas un mundo al que se supone que hay que salvar. Yo, personalmente, y ojalá me equivoque, creo que no vamos a hacerlo. No nos gusta compartir, nos olvidamos de educar y nos aburrimos de querer. Mucho nos ha durado, a mi parecer. Por eso, si de mí depende y para evitar más frustraciones, propongo que, ya que hemos venido a jugar, juguemos. Y que se joda el mundo de una vez por todas, ya sin vuelta atrás. Que sostener algo que se está cayendo cansa mucho. No nos pidáis tanto, que nunca firmamos que lo fuésemos a dar. No habernos hecho animales, en el fondo. Porque en el fondo, todos sabemos qué es lo que hay.
Por todo esto, propongo dejar de buscar soluciones y dejarlo todo arder. Y no es baladí ni atentado lo que digo. Es que nos conozco y sé cómo funcionamos: no encontramos soluciones hasta que no es tarde de verdad. Los deberes a última hora, la idea en el último segundo, el amor cuando ya se fue. Así que ojalá se vaya todo a la mierda, porque segundos antes de que esto se acabe será cuando dejemos por fin de ser animales, para ser humanos de verdad.
Es que a lo mejor nunca quisimos dejar de ser animales. De ahí venimos y ahí nos vamos a quedar. Es lícito, creo, preferir rechazar el privilegio de la razón y quedarnos solo con el instinto y las ganas de comer. Que quienes hemos probado lo de pensar, amar y evolucionar hemos decidido que no se nos da bien. No sabemos. ¿No lo entendéis? No sabemos, y la culpa es nuestra.
Al mundo nos los estamos cargando.
Nos lo repiten cada día y a cada hora. Nos lo repite gente que se lo está cargando también. Nos miramos los unos a los otros, a veces desde arriba y otras desde abajo, buscando cómplices y culpables. Con desconfianza y con compasión. Como cuando miras el teléfono móvil de tu pareja que te está engañando. Lo has hecho mal, pero él más. Lo ha hecho mal, pero tú también.
En cada esquina hay una crisis.
Grandes y pequeñas y para todos los gustos. Crisis económicas, crisis de identidad. Crisis sociales... y crisis sanitaria, que una pandemia tampoco nos venía mal. De todos los colores para que elijas la tuya, te hagas con ella y te puedas culpar. Y elije otra para tus compañeros que, si la vida te ha dado dedos, fue para que pudieras señalar.
Todo va mal y no sabemos hacerlo mejor. No hemos venido para quedarnos, hemos venido para estar, como buenamente podamos, hasta que nos tengamos que ir. Y cuando lo hagamos, nos lo llevaremos todo con nosotros, porque así somos y no lo podemos cambiar. Que no vamos a salir de esta, pero, ojo, tampoco queremos claudicar. Lloramos un poquito, buscamos soluciones y seguimos con nuestra vida. Responsables, pero no mucho, que también hay que descansar.
Nunca quisimos dejar de ser animales, y esa es la única verdad.
No estamos hechos para ser héroes y llevamos a cuestas un mundo al que se supone que hay que salvar. Yo, personalmente, y ojalá me equivoque, creo que no vamos a hacerlo. No nos gusta compartir, nos olvidamos de educar y nos aburrimos de querer. Mucho nos ha durado, a mi parecer. Por eso, si de mí depende y para evitar más frustraciones, propongo que, ya que hemos venido a jugar, juguemos. Y que se joda el mundo de una vez por todas, ya sin vuelta atrás. Que sostener algo que se está cayendo cansa mucho. No nos pidáis tanto, que nunca firmamos que lo fuésemos a dar. No habernos hecho animales, en el fondo. Porque en el fondo, todos sabemos qué es lo que hay.
Por todo esto, propongo dejar de buscar soluciones y dejarlo todo arder. Y no es baladí ni atentado lo que digo. Es que nos conozco y sé cómo funcionamos: no encontramos soluciones hasta que no es tarde de verdad. Los deberes a última hora, la idea en el último segundo, el amor cuando ya se fue. Así que ojalá se vaya todo a la mierda, porque segundos antes de que esto se acabe será cuando dejemos por fin de ser animales, para ser humanos de verdad.