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La aplastante presión del cumplimiento: cómo las normas estatales están afectando mi salud mental y física


Jénnifer López
09 de septiembre de 2024 - 05:00 a. m.

Como profesional senior responsable de la gestión de recursos humanos y contabilidad, me siento profundamente orgullosa de mi trabajo. Formo parte de una empresa seria, que cumple con altos estándares éticos y con todas sus obligaciones. Sin embargo, la constante presión del Estado y sus regulaciones cambiantes se han convertido en una carga pesada que afecta mi bienestar mental y físico.

Cada día me despierto con el temor de que un solo error —por pequeño que sea— pueda tener consecuencias catastróficas para la empresa. En un mundo donde cada equivocación se encuentra con sanciones, multas y la necesidad de costosa defensa legal, las apuestas son increíblemente altas. La realidad es que cualquier error que cometa podría llevar a la quiebra de la empresa y, con ello, a la pérdida de mi trabajo y la estabilidad de todos los que dependen de esta organización.

Los continuos cambios en las normas laborales y contables no hacen más que agravar el problema. En lugar de proporcionar un marco estable en el que las empresas puedan confiar, el sistema parece estar en un constante estado de cambio. Esto, en sí mismo, es una señal de ineficiencia. Un buen sistema no necesita ser cambiado tan frecuentemente. Sin embargo, nos vemos obligados a navegar por este laberinto de reglas, donde a menudo se trata a las empresas como culpables, enfrentando sanciones cada vez más severas por incluso los errores más honestos.

Lo que resulta aún más frustrante es que, aunque me dan la oportunidad de defender mis acciones, estas defensas a menudo son desestimadas. Siento que estoy luchando una batalla perdida, donde, sin importar lo válida que sea mi argumentación, el resultado casi siempre está en mi contra. Llevar un caso a instancias legales superiores implica aún más costos y estrés y, aun así, las posibilidades de éxito siguen siendo escasas.

El impacto que esto ha tenido en mi salud es innegable. El constante temor a cometer un error me ha dejado mental y físicamente agotada. Es un miedo que llevo conmigo todos los días, un miedo de que, a pesar de mis mejores esfuerzos, podría causar inadvertidamente un daño irreparable a la empresa. El estrés no se trata solo de las posibles implicaciones financieras, sino también del trauma de ver a una empresa a la que aprecio sufrir debido a un error que, en otro contexto, podría haber sido perdonado.

El entorno regulatorio actual no solo está sofocando a las empresas, sino que también está teniendo un grave impacto en los profesionales encargados de garantizar el cumplimiento. Es hora de un cambio—un cambio hacia un sistema que apoye en lugar de castigar, que anime en lugar de intimidar. Hasta entonces, yo, como muchos otros en mi posición, continuaré con esta pesada carga, esperando que el próximo cambio normativo traiga algún alivio en lugar de añadir más presión.

Por Jénnifer López

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