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Los mejores años de tu vida… Pero en casa

Columna del lector: Adriana Carolina Vargas Velandia
12 de agosto de 2024 - 05:00 a. m.

Me acuerdo muy bien de que el 16 de marzo de 2020 fue un día caótico para mí. Llevaba algunas semanas adaptándome a mi nuevo colegio (recién comenzaba grado noveno) y, de paso, a mis nuevos compañeros, pero ese día me llevé la sorpresa de que al llegar a mi institución tenía que recoger todas mis cosas y dirigirme con ellas de vuelta a mi casa. “Tan solo será por unas semanas y luego volverá todo a la normalidad”, nos decían todos los adultos. No fue así. La pandemia del COVID-19 había llegado a Colombia.

Ahí estaba yo, con mi computadora en el estudio de la casa y un montón de cuadernos, libros y colores. Tenía asignaciones distintas de cada clase, que después se transformaron en llamadas por Zoom. Así fue como nació un improvisado modelo educativo virtual en mi colegio y muchos otros alrededor del mundo. Ahora debía terminar de conocer a mis compañeros a través de una cámara o un chat, aprender por una pantalla y escuchar a mis profesores con unos audífonos. Todo mientras estaba en la comodidad de mi casa, sin una sola persona de mi edad cerca. No pude ir a celebraciones de 15. Siempre dije que no quería hacer una fiesta así, pero me habría gustado acompañar a todas las niñas de mi edad que sí. No sentí la experiencia de estar entre los grandes del colegio. Incluso pareció que noveno grado ni siquiera existió. Claramente, no todo fue malo en la pandemia, ya que nunca me enfermé, pude compartir con mis padres, aprendí cosas nuevas e hice grandes amigos así fuera por chat.

¿Tienes idea de cuánto pasó para que pudiera volver a salir a estudiar y socializar? Aproximadamente un año y cinco meses. Entre agosto y septiembre de 2021 volví a la modalidad presencial, pero sentí que ya no era lo mismo. El tiempo pasó y cursé un “once digno” (así le decía cuando me refería al futuro), es decir, presencial de inicio a fin. Me gradué y entré a la Universidad de La Sabana, a la carrera perfecta para mí: Comunicación Social y Periodismo. Como es de imaginarse, me apasionan los temas sociales y por eso decidí plantearme un cuestionamiento: ¿Será que soy la única que quedó con esta sensación de pérdida de tiempo, cambio de identidad y de percepción? Resulta que no. He hablado con muchos contemporáneos y todos concuerdan en que esos años de adolescencia no los sintieron y ahora tienen el impulso de “reponerlos” ahora que están cercanos a cumplir los 20 o acaban de pasar por ahí.

La pandemia tuvo un efecto en todos, pero tal y como estableció Unicef en su informe Cinco formas en que la pandemia impactó a los adolescentes -publicado en 2020-, “la experiencia fue distinta según la etapa de la vida en la que se encontraba cada persona”. Y es en los jóvenes en quienes quiero centrar mi atención. Esta población recibió efectos negativos en su salud mental, habilidades de socialización e incluso en su personalidad. Rescato unas cifras de otro estudio de Unicef publicado en septiembre de 2020 sobre el impacto del COVID-19 en la salud mental de jóvenes de 13 a 29 años en América Latina y el Caribe. 27 % de la muestra reportó ansiedad y 15% depresión en días recientes para ese momento. Para el 30 % de los estudiados la principal razón de su preocupación era la situación económica de su hogar. Un panorama muy desalentador: no podías salir y ahora súmale que vivías en una zuna rural y alejada, sin acceso a nada, ni siquiera Internet.

Dejando un poco de lado el tema del dinero y las brechas, es necesario enfatizar en que un cerebro adolescente se encuentra en desarrollo. Afrontar choques tan fuertes como los que surgieron de la pandemia generó consecuencias en nuestras dimensiones anímica, social, íntima y tecnológica. Un niño pequeño quizá no se acuerda de cómo era su vida antes de la pandemia y un adulto ya vivió una gran parte. ¿Pero qué pasa con el adolescente? Él sí que se acuerda de cómo era todo antes del 2020 y ahora siente ansiedad por su futuro, un vacío inexplicable y mucha confusión. Hay que añadir el factor de la ansiedad y cómo se evidencia que cada vez más jóvenes optan por mirar el celular apenas se sienten nerviosos o incómodos en situaciones cotidianas como hacer una fila, entrar a un ascensor con desconocidos, subirse al transporte público, entre otras. En lo personal, se lo atribuyo a la mezcla entre los efectos de la pandemia y el imperio de las redes sociales, dado que antes la gente de pronto se arriesgaba un poquito más: le tocaba afrontar la situación y ponerse un poco roja por la vergüenza del día a día. Hoy, al primer signo de miedo, nos distraemos con otra cosa en lugar de fijarnos en aquello que intimida.

Volviendo a lo que mencionaba líneas más arriba, tan solo iImagina que llegaste a lo que muchos adultos llaman “la mejor etapa de tu vida” y ahora resulta que te restringen tu libertad para salir, descubrir tu identidad y expresar lo que sientes. Cualquiera estaría confundido. Ahora súmale que tu cerebro está “en remodelación” por todos esos cambios repentinos y se te dificulta adaptarte, solo y sin tus pares que normalmente verías a diario. Al crecer, es necesario contar con espacios de esparcimiento ajenos al hogar, pero por culpa de la pandemia no se dieron, generando estrés y agobio por ver siempre las mismas caras.

En la investigación de Unicef se destacó la influencia de lo tecnológico, que me preocupa, ya que nos acostumbramos a hacer prácticamente todo mediante pantallas, y ahora que debemos estar cara a cara, el lenguaje no verbal puede ser un poco difícil de descifrar o incluso resulta agotador.

Los profesionales en salud chilenos Alexis Soto, Alex Veliz y Anita Dorner publicaron un estudio centrado en los adolescentes a mediados de 2020, titulado Bienestar e Identidad adolescente en el contexto de la pandemia: Efectos de confinamiento. Ellos encontraron, entre otras cosas, que la pandemia se ha tratado con una visión adulto-céntrica. Es por ello por lo que trabajos como este, que visibilizan la posición de los jóvenes, son relevantes. “La pandemia pone una complejidad vivida en otras épocas que inhibe el natural crecimiento con otros, y relega al adolescente al encierro y el mundo privado, aumentando conexiones digitales que si bien le generar placer, lo alejan de la adquisición de valores sociales como la empatía y compasión necesarias en el mundo relacional adulto que se refuerzan en la interacción cara a cara y con menor fuerza en el mundo de las redes sociales”, explicaron. Frente a este panorama me pregunto, ¿cómo serán el mundo y sus dinámicas cuando sea adulta?

En lo que respecta a la socialización, es posible ver las secuelas generales al estudiar mi comportamiento y el de mis pares. Antes, yo no pensaba en qué pasaba si abrazaba a mis amigos, les cogía la cara, nos dábamos un beso de despedida, etc. Ahora me cuesta mucho entablar contacto físico porque, por un lado, pienso en la bioseguridad (¿Dónde habrá estado antes? ¿A cuántas personas más habrá saludado) y, por otro, en el vínculo social (¿Tendremos suficiente confianza? ¿Estaré violando su espacio vital?). A menudo me siento loca por plantearme este tipo de dilemas, pero me alivio al saber que otros amigos también se sienten así. He presenciado casos de personas que, antes de la pandemia, solían ser muy extrovertidos y, después de ella, se volvieron callados y desarrollaron ansiedad social. También he visto casos al revés. Hay gente que probó numerosas tendencias y estilos inspirados en lo que veían en redes sociales como Instagram, TikTok, VSCO, entre otras. ¿Realmente esa es su identidad o solo es una forma de refugio frente al pánico generalizado a la pandemia?

Considero pertinente detenerse un segundo y analizar todas las áreas en las que repercutió el COVID-19. Sin duda, nadie es el mismo que antes y de ahí salen otras preguntas, como si los cambios de mi generación se dieron por la pandemia o por otros factores, o si seríamos la misma persona que somos actualmente sin pandemia, o de qué modo afectó este hecho coyuntural a otras generaciones. Hay preguntas sin respuesta. Por ahora me quedo con que la pandemia tuvo más cosas en contra que a favor en mis contemporáneos. La cuestión es cómo podremos sanar las heridas invisibles que nos quedan del 2020.

El equipo de psicología Domus Monte Grande, coordinado por Diego Venturini, en su artículo Los adolescentes y algunos efectos post pandemia, sugiere que tanto adultos como jóvenes se tomen una pausa para analizar sus acciones y que se abran espacios de escucha activa sobre los problemas que trajo la pandemia. Además, recomiendan la creación de entornos de acompañamiento desde casa o amigos.

He aplicado los espacios de reflexión y de charlas donde se compartan las experiencias, lo cual sí me ha ayudado bastante. Aconsejo que, en lugar de evadir el problema y hacer como si no exista, pienses en lo bueno o malo de cualquier hecho coyuntural de tu vida.

Es curioso pensar en que a nadie le resulta ajeno hablar sobre el COVID-19, ya sea por un recuerdo cómico, estremecedor o, ¿por qué no?, terapéutico. Cada uno de nosotros, grandes y pequeños, tiene una perspectiva al respecto, pero lo valioso aquí es que, con dificultades, seguimos vivos. Por eso quiero invitarte a que salgas al mundo real, a que te pongas rojo, que hables con la gente y te empapes de otras formas de vida. ¿Por qué? Sencillo: hace un par de años era imposible.

Si eres un adolescente de pandemia como yo, recuerda que no estuviste solo… que no fuiste el único. ¡Ánimo!

Por Adriana Carolina Vargas Velandia

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Carlosé Mejía(19865)06 de septiembre de 2024 - 10:59 p. m.
Las consecuencias médicas, económicas, sociales y psicológicas de la pandemia de Covid-19 fueron terribles para millones de personas en todo el mundo. Al parecer, aun no acabamos de reponernos. Yo tuve la suerte de estar próximo a mi retiro por edad en esa época. Al comienzo estuve confinado teletrabajando, después regresé a la empresa en un sistema mixto y luego ya me pensioné.
Nelson(23874)12 de agosto de 2024 - 11:33 a. m.
Felicitaciones por su valor de hablar del tema. Le dejo la inquietud de investigar y publicar asuntos relacionados con ideación suicida, conductas suicidas y suicidios consumados en adolescentes en tiempos de pandemia. Y una más, las repercusiones en la salud osteoarticular, por ejemplo, de los adictos (obligados) a las pantallas, asunto del que habla usted como consecuencia (no solo de) la pandemia. Aplausos, futura periodista.
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