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Prototipo de mujer ideal


Jessica Hurtado*
26 de agosto de 2024 - 05:00 a. m.

En esta época de acontecimientos virales y memoria corta, es importante tomarse el tiempo para analizar el evento actual, antes de que llegue el próximo. No solo por su carácter, casi siempre polémico, sino porque suele decir mucho de nuestra sociedad. Un buen ejemplo es el caso de Roro Bueno, la creadora de contenido española, que por estos días acapara la atención en las redes sociales.

Puede ser difícil que alguien aún no sepa quién es ella, pero, por si acaso, acá va un pequeño resumen. Roro es una chica de 22 años, que sube videos a TikTok en los que hace todo tipo de cosas por su novio Pablo: desde comidas muy elaboradas, hasta regalos artesanales. Lo más sorprendente es que mientras amasa el pan brioche del sándwich, toma las medidas para un vestido que usará en la próxima cita, o elabora el queso desde cero, sigue bien peinada, con la ropa limpia y la sonrisa perfecta.

El gusto de una chica por la cocina tradicional no debería ser noticia, si no fuera por la cantidad de críticas que ha suscitado. Sin embargo, antes de enumerarlas, quisiera señalar lo obvio. A pesar de lo mucho que confundamos las redes sociales con la realidad, están lejos de serlo y, por tanto, antes de tomar como ciertas las miles de opiniones lanzadas al ciberespacio, se debería sospechar de su veracidad. Y, más allá de eso, suponer que quienes publican cada momento de su vida, lo hacen a través de un personaje porque, de otro modo, no parece posible sobrevivir en ese mundo hostil.

Ahora bien, el caso de Roro ha producido dos tipos de comentarios. En primer lugar, los de las feministas, que la culpan por reproducir los estereotipos asociados a los roles de género y, en segundo lugar, los de aquellos que la ven como la encarnación de la mujer ideal, la que todo hombre merece, la esposa y madre perfecta.

Aunque todo aquel que cuente con un dispositivo electrónico es libre de publicar lo que le plazca, me parecen peligrosas ambas posiciones. La primera, porque supone que la lucha que se ha hecho durante años no es para que la mujer tome las riendas de su vida, sino para que siga el modelo establecido. Y el modelo de hoy es ser una mujer empoderada, lo que sea que esto signifique. La segunda, porque las opiniones de esos miles de hombres de diversa edad, nacionalidad y condición revelan su inconformismo con la relativa equidad que hemos conseguido. Y, lo que es peor, exponen su deseo secreto de volver al pasado, de recuperar el papel de macho proveedor, al que lo espera en casa una mujer sumisa, bonita y complaciente. Justo ahora, cuando pensábamos que la revolución femenina había servido para liberar a los hombres de su propio yugo, así como para dotarlos de otras formas de expresar su masculinidad.

Tal vez lo más grave de todo el asunto sea que esa libertad que hemos alcanzado las mujeres para decidir sobre el destino de nuestras vidas no es tan libre como parece. Está mediada por el contexto. Desde la familia en la que nacemos, los medios económicos con los que contamos, o la educación a la que tengamos acceso. Porque cocinar un plato que demora ocho horas al horno, desde una cocina pulcra, es algo que no todas nos podemos permitir, aunque quisiéramos. La mayoría carecemos del tiempo, del horno y hasta de las ganas.

* Estudiante de literatura, empresaria independiente, madre, esposa y escritora en potencia.

Por Jessica Hurtado*

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Andrés(91805)03 de septiembre de 2024 - 12:37 p. m.
Estuve mirando a la chica y es una puesta en escena. Es más una obra teatral que una exposición natural. Lógicamente es un mundo imposible, pero eso es precisamente lo que venden estos personajes, sueños. En este caso, además, aprovecha el tema de del espacio de la mujer para sembrar la polémica. Muy hábil la chica.
Jd(g6480)29 de agosto de 2024 - 11:28 a. m.
Tengo una opinión similar. Se ha llegado a un punto la posición general al respecto al tema con esto de las Tradwives que lo importante en realidad radica en el viejo pero contemporáneo problema de las redes sociales y cómo afectan lo que pensamos, o más allá, lo que hacemos, en gran medida recomendaría preguntarse si ese consumo de redes aporta sociabilidad y estabilidad.
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