Lo que sigue en educación

Isabel Segovia
27 de junio de 2018 - 07:45 a. m.

Finalmente pasaron las elecciones, Colombia eligió y tenemos nuevo presidente. Empezó el Mundial de fútbol y pasamos de una dura derrota a una espectacular victoria, bailando. Los colombianos nos adaptamos, porque la historia nos ha obligado. Somos resilientes, pero al serlo nos hemos convertido en una sociedad egoísta, deshonesta y violenta. Unos cuantos hechos de esta última semana son suficientes para validar esta afirmación. Sin embargo, avanzamos, ahora vivimos en un país en paz, con instituciones débiles, pero que funcionan, y con ciudadanos dispuestos a defender la decencia, la honestidad y la justicia.

Por eso corresponde volver a dar la cantaleta de siempre: para seguir progresando, para perdonarnos, combatir la corrupción, acabar con la violencia, volvernos solidarios y creativos, se necesita educación de buena calidad para todos. Por esta razón, ojalá la educación se convirtiera en uno de los pilares del próximo gobierno, no solo en el discurso, sino de verdad. Desde hace cerca de 20 años el sector viene mejorando, pero a un ritmo desigual, con momentos de impulso y otros de freno, pero nunca a la velocidad que se requiere para lograr cambios significativos en las habilidades cognitivas y humanas.

Urgen importantes reformas para poder avanzar. Para la primera infancia, donde se construyen los pilares para el aprendizaje futuro y se encamina a los niños a convertirse en buenas personas, se necesitan recursos recurrentes y una institucionalidad fuerte, organizada, con funciones claras. Para mejorar la calidad de la educación en los niveles de básica y media es urgente presentar la nueva ley de transferencias, que hace dos años debió ser aprobada, puesto que la Ley 715 tuvo vigencia hasta el 2016. Esta ley es fundamental, pues de ella dependen los recursos para invertir en los maestros, en su proceso de formación inicial, acompañamiento, salarios y mejoramiento continuo. Si los maestros no son el eje de la política educativa, no mejorará la calidad de la educación.

Por último, el país tiene una gran deuda con las universidades públicas; la forma como se distribuyen los recursos y su insuficiencia las tiene sumidas en una crisis financiera que hace muy difícil captar más estudiantes y mejorar la calidad de sus programas. Sería ideal poder reformar por completo la Ley 30, pero solo con modificar algunos de sus artículos se lograrían resultados rápidamente.

Estos son unos de los principales retos que enfrenta el gobierno entrante para garantizar el derecho a la educación. En educación la receta se conoce. Lo que se requiere es voluntad y compromiso para implementar las políticas. Se necesita contar con un ministro que conozca el tema y se sepa rodear, que cuente con los recursos necesarios y con el apoyo político para lograrlo. Ojalá este gobierno no sucumba a entregar el Ministerio a políticos que nada saben del sector, que quieren usarlo para beneficiarse, fortaleciendo la corrupción o conduciéndolo por caminos ultraconservadores y retrógrados, que no ayudan a la construcción del país. Si se elige bien y se brindan los apoyos necesarios, la educación contribuirá a que nuestra capacidad de resiliencia, valentía y pasión, nos convierta en ciudadanos productivos, pero sobre todo, nos transforme en una sociedad civilizada, reconciliada, equitativa y humana.

 

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