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La palabra “cuarentena” no es un término que derive de la ciencia médica o de la biología. El término, como todas las palabras que tienen un génesis antiguo, viene de las tradiciones espirituales. Jesús estuvo cuarenta días lidiando con el demonio en el desierto, Moisés también lo atravesó con su tribu, en este caso durante cuarenta años, en la religión musulmana, la familia debe guardar cuarentena después del fallecimiento de uno de sus miembros; la cuarentena es entonces un período de reflexión, de tránsito y de reinvención. Es un espacio de recogimiento en el que cavilamos sobre nuestro papel en el mundo, sobre cómo mejorar la vida que llevamos y en el que a menudo también sopesamos lo que tiene valor para nosotros y en el que pensamos cómo ponernos al servicio de la humanidad.
Durante esta cuarentena el mundo ha reflexionado sobre la importancia de ciertas labores y trabajos, sobre la inutilidad de otros y sobretodo, sobre cómo muchas de las obras que realizábamos de una manera deben ser reinventadas para adaptarse a los cambios. Formo parte del gremio artístico y del gremio de los educadores del arte, que recluidos en casa nos hemos visto obligados a dictar nuestras clases por internet y a preguntarnos cuándo podremos volver a exhibir nuestra obra. Muchos creamos para el escenario, otros para galerías de arte, otros para las salas de concierto, pero ante el encierro inminente esa expectativa de mostrar nuestro trabajo y de preparar a los alumnos para pararse en escena, o para ver su obra exhibida, queda poco más que obsoleta.
Durante los últimos dos años, de mi historia personal, me he dado cuenta que la enseñanza técnica del arte o exhibirme en un escenario no llena mis expectativas. He empezado a investigar y a dialogar sobre el verdadero propósito del arte que no puede ser solo el de mostrar un ego crecido ante miles de personas. En ese aspecto, el arte se está asemejando al circo, a un entretenimiento de carpa o a una exhibición de maestría técnica. Muy pocas veces durante mi carrera artística se me enseñó cómo desplegar mi emoción en el escenario, cómo tomar de mi corazón los recursos inagotables para la creación. Estaba harta de repetir coreografías ajenas, de pulir mi técnica y de angustiarme ante la inalcanzable perfección. Sentía que era virtuosa pero que mi danza se había vuelto vacía y que de cierta forma este tipo de proceder y de enseñanza no me liberaban sino que me encadenaban a un canon, a una suerte de dogma.
Hoy en día no tenemos siquiera la posibilidad de esperar por la exhibición, el concurso o la puesta en escena. El arte es una herramienta bellísima para explorar el corazón, para fortalecer la capacidad expresiva de las personas, para liberarlos de aquello que llevan dentro y que la palabra no logra expresar. Invito a los artistas y educadores de arte, que durante esta cuarentena recobremos el sentido esencial de nuestra labor, a que democraticemos nuestras clases para que muchas personas que necesitan liberarse de su angustia y reinventar su ser después de esta cuarentena puedan hacerlo mediante la expresión artística. No desesperemos porque nos han privado a nosotros y a nuestros alumnos del escenario o la exhibición. Reinventemos nuestra forma de enseñar, exploremos cómo podemos darle a la gente la posibilidad de encontrar su propia voz con la herramienta del quehacer artístico. Participemos todos en este foro y acojámonos a los tiempos que vienen. Es inútil tratar de aferrarnos a estructuras que forzosamente van a terminar. Busquemos, con nuestro talento, una nueva forma de florecer en el mundo, y sembremos la semilla que le dará un nuevo significado a esta labor a la que nos hemos dedicado con entera devoción. Feliz cuarentena: abrámonos a las posibilidades que ella nos brinda.
@valentinacocci4, valentinacr424@gmail.com