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Y llegaron los tiempos de la cruda realidad, y de morir de realidad.
Llegaron los tiempos de la apariencia y de la aprobación, en los que cien likes cuentan por mil aplausos, y se comparten algoritmos en vez de tardes y conversaciones y uno o dos cafés. Llegaron los tiempos de los grupos virtuales, en los que se asignan tareas, y a veces, como asunto extraordinario, alguien recuerda los tiempos en los que Hemingway, Fitzgerald o Dalí, Miguel Hernández o Neruda se reunían en sótanos que olían a tabaco y whisky, y allí hablaban y peleaban por el arte y decidían el futuro de la humanidad a punta de versos y de dibujos.
Llegaron los tiempos de los diarios en pantalla, en los que entre gatos que patinan y perros que bailan, de vez en cuando se cuela la historia de algunos periódicos que fueron esenciales para cambiar el mundo, y de uno que otro periodista que fue asesinado por contar su verdad. Llegaron los tiempos de los periodistas con horario de oficina que publican decenas de noticias porque una máquina les exige publicar más noticias que la competencia, sin que importe mucho de qué sean.
Llegaron los tiempos de los sueños mediocres, la puñalada artera, la comodidad de todos los días, la comunicación falsa, las frases cortas y reiteradas, la sonrisa de plástico, las mediciones y hacerles caso a las mediciones, la debilidad, la libreta de instrucciones, los diminutivos, el querernos y decir que nos queremos, el vender como sinónimo de bueno, y el comprar como sinónimo de éxito.
Los tiempos de lo tibio, de lo fácil, de los tips para aprender a amar y a olvidar, y de las canciones y los libros y las películas desechables.
Los tiempos de las máquinas que piensan por nosotros, que aman por nosotros, que hacen por nosotros y que están programadas para matar por nosotros, pues así podremos decir que fueron ellas y no nosotros. Los tiempos de las fórmulas y de los contratos, de las trampas legales en letra diminuta, y de la aparente y constitucional libertad que sólo funciona para las leyes de la oferta y la demanda, siempre y cuando se paguen impuestos. Los tiempos de las luchas como pose y con rédito personal.
Llegaron los tiempos para morir de realidad, y de sobrevivir de realidad para darles la razón a quienes se ufanan de que la expectativa de vida actual es la más alta de la historia de la humanidad. Los tiempos de los doctores repletos de cartones de posgrados que nos recetan pastillas para no soñar, como cantaba Sabina. Llegaron los tiempos del esperar en lugar de buscar, de la comodidad en vez del saber, y del llegar a la meta olvidando y menospreciando el caminar.
Llegaron los tiempos de la moda, que nos lleva al linchamiento virtual y nos obliga a lo políticamente correcto, y aunque no nos demos cuenta, los tiempos cada vez más refinados de los políticos, que dicen y hacen lo que quieren, lo que les conviene, lo que les ordenan, pero se amparan en que así es la política, y a extorsionar y ofrecer regalos le llaman lobby, y a traicionar le llaman estrategia.
Llegaron los tiempos en los que el fin justifica todos los medios, los tiempos del atajo y del arribismo, de los ascensos caiga quien caiga, de los cargos y los premios, del amiguismo, de la difamación sin pruebas y de las pruebas compradas. Los tiempos de decidir si seguimos muriendo de realidad.