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Hace unos días el presidente recibió a Maluma. Algunas personas criticaron este encuentro, pero viéndolo a fondo, muchas de las canciones de este artista son las únicas que nos pueden explicar qué está pasando en Colombia.
El trámite de los proyectos anticorrupción parece sacado de la letra de la canción Felices los cuatro. Luego del clímax de las reuniones entre los promotores de la consulta, los partidos políticos y el Gobierno, cada sector se fue para su casa con la idea de que se aprobaron sus propuestas. Sin embargo, como no hubo discusiones profundas, sino solo la borrachera mediática que producía decir que se estaba de acuerdo con la consulta anticorrupción, no existieron verdaderos compromisos ni un liderazgo claro para impulsar los proyectos de ley y, entonces, llegó el guayabo cuando se empezaron a ahogar algunas iniciativas importantes y al final, como dice la canción, cada uno terminó por su lado.
La reforma a la justicia tiene el mismo destino que La temperatura. La calentaron tanto en los medios de comunicación que al final se está evaporando. Una reforma que no avanzó en la creación del tribunal de aforados, en la eliminación del Consejo Superior de la Judicatura y, además, no ha debatido los temas más claves para los ciudadanos como mejorar la descongestión y el acceso. Con esto, la justicia seguirá siendo el sector en que menos confían los colombianos, con solo un 20 % de aprobación, y seguirá obteniendo las peores calificaciones en el Índice de Transparencia Nacional, perpetuándose una institución que no funciona y de donde se alimentan a manteles la impunidad y la corrupción.
Con la ley de financiamiento da la sensación de estar escuchando la canción Clandestino. El Gobierno y los partidos de Gobierno están dejando solo al ministro de Hacienda, como dice la canción, pues saben que no les conviene. Pareciera como si un día Carrasquilla se hubiera levantado con la idea de ponerle IVA a la canasta familiar. Esta iniciativa no solo ataca a la clase media, sino también a los millones de colombianos pobres que a partir de su aprobación tendrán que trabajar para alimentar una boca más que es el Gobierno, con el mismo sueldo, pero con más impuestos. Sin embargo, nadie en el Gobierno quiere asumir la responsabilidad política de esta idea clan-clan-clandestina.
La relación del presidente con los partidos políticos declarados de gobierno es difícil de entender. Los ministros presentan proyectos cuya base no es compartida por el Centro Democrático, el Partido de la U ni el Partido Conservador y estos, a su vez, le reclaman por no tener más participación en el Estado. La única forma de entender este extraño fenómeno es escuchar una de esas canciones sobre las relaciones abiertas de Maluma como Amigos con derechos.
La excusa que se ha dado a estas contradicciones es que se quiere “borrar cassette” sobre las relaciones del Gobierno con el Congreso. Pero, al final, en el artículo del Proyecto de Reforma a la Justicia presentado por el Centro Democrático se incluyó una curiosa norma que dice textualmente: “El Congreso de la República por iniciativa de sus miembros y con aprobación de la plenaria disponga inversiones del presupuesto nacional”. Si esto no es legalizar la mermelada, los que tenemos que borrar cassette somos todos los colombianos.