Maré tiene el corazón destrozado

Oscar Guardiola-Rivera
28 de marzo de 2018 - 03:00 a. m.
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Un día, quién sabe cuando, apareció por la alameda del zoológico, atravesando mangue y playa en Guanabara. Ensamblándose cubo a cubo desde la orilla, deslizándose por la alameda, escalando la ladera con los dedos. Amaba a los animales, o quizás sea uno de ellos y por eso sonríe como esperando la foto de un turista que nunca viene. Si lo dejamos, aquí será el siglo treinta. Su corazón destrozado por las máquinas.

De no existir, tendría que haberla inventado un pintor cubista. Maré, una de las barriadas más grandes al norte de Río de Janeiro, es un ensamblaje de volúmenes que apilados unos sobre otros conforman los órganos de una misma naturaleza, un objeto o una máquina, un animal vivo. Y este animal se rehúsa a ser sometido.

Desde hace semanas el ejército ocupa sus alamedas por orden del gobierno golpista brasileño, penetrando con armas su noche de estrellas innumerables. No por vez primera. Tras su fundación en 1947, el Batallón 1.º de Carros de Combate vigilaba el acceso de los moradores a Maré, cobrándoles un impuesto por vivirla. Ello hizo que sus habitantes se organizaran en la primera asociación de moradores de favela en 1954. Tras la dictadura del 64, poco cambió: en la madrugada del 30 de marzo del 2014, unos dos mil policías militares de la innombrable Unidad de Policía Pacificadora penetraron una vez más a Maré, esta vez con una treintena de carros blindados. Como en las novelas de Ballard, aquí la violación mecánica es repetida.

No importa de qué color sea el Gobierno, aquí el estado de excepción es la regla. “Nos aplican el modelo de Medellín”, me dice uno de sus habitantes. “Cuando Orosina Vieira se asentó aquí, después de un paseo dominical por la playa de Inhaúma”, observa, “lo hizo con la esperanza de poder alcanzar todo aquello que los pobres no podemos amar en vida”.

Los descendientes de Orosina siguen esperando, como el poeta del futuro. Pero tienen el corazón destrozado. Una de sus hijas, hija de Orosina, mujer, negra, sexual (sin prefijo), política (sin disculpas) fue abaleada en las calles de Río. Su nombre era Marielle Franco, una de las concejalas más votadas de la ciudad. Negra, sexual, socialista. Horas antes de su martirio, durante una reunión con jóvenes negras transmitida por las redes sociales, Marielle había denunciado una vez más la violencia policial en Río. “¿Cuántos más deben morir para que termine esta guerra?”, preguntó, llamando las cosas por su nombre. Días atrás había denunciado los excesos del Batallón 41 de la Policía Militar en la favela Acarí. Las balas que asesinaron a Marielle provenían de un lote perteneciente a la Policía Federal de Brasilia.

¿Cómo resucitarla? Luchando contra las miserias cotidianas. Entrará sonriente así como está en la foto de la mesa. Es tan bonita que deberán resucitarla. Su corazón destrozado por las máquinas.

 

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