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Yo ya no sé en qué país está ubicada la actual Casa de Nariño, de ahí la duda que expreso en el título. Neverland es el País de Nunca Jamás, esa isla imaginada por J. M. Barrie en su libro Peter Pan y Wendy, donde los niños nunca crecen y al que van a recalar, volando cual colibríes, los protagonistas. ¿Qué es el Neverland de Barrie? La idea de la infancia perpetua nos habla de la negación de la realidad cuando es frustrante y dolorosa, como suele ser el mundo de los adultos. La Casa de Nariño de hoy podría ser una versión criolla y tropical de ese Neverland en el que todo crecimiento se detiene (a excepción de la deuda externa) y donde hay una sola versión de los hechos, que es la que proviene de ese colectivo político y social autodenominado “nosotros, los buenos”. Porque los buenos somos más, como tanto se oye decir en estos días de llaneros solitarios de camisa blanca y Toyota blanca, pistola en la mano. No solo son más: tienen más plata que la mayoría, tienen las carreteras para ir a sus fincas (sin los molestos bloqueos), tienen la Seguridad Democrática versión 2.0 de Zapateiro y, sobre todo, están en el poder y manejan las arcas del Estado. De ahí los imaginativos contratos que hemos visto, como los que acaba de hacer la Defensoría del Pueblo (¿de qué pueblo?, ¿de Anapoima?).
Supimos además que en Neverland el idioma oficial es el inglés, pero solo el inglés perfecto y sin acento de los autodenominados buenos del país, que para eso fueron a colegios bilingües desde chiquitos y luego a Harvard o similares. El resto, los clasemedieros y pobres o los mamertos del Liceo Francés o del Refous, que hablen su inglés machacado. “Es fácil reconocerlos”, dicen los buenos en sus clubes, burlándose. Duque en su video nos mostró que su inglés es tan de clase alta que le permite decir todo lo que piensa e incluso que piensa en inglés. ¿Y qué es lo que tanto piensa Iván? ¿A qué conclusiones llega en el idioma de Shakespeare y Barrie? Ah, su dictamen sobre la crisis será objeto de análisis en las facultades de ciencias políticas: para él, la economía y hasta el proceso de vacunación de Neverland están en peligro exclusivamente por la acción maléfica del capitán Garfio de las cordilleras, Gustavo Petro, empleador de los manifestantes. Nada más. El resto es un montaje del comunismo internacional. Y agrega, dirigiéndose a su periodista imaginario: “¿Es eso honorable?”. Una idea perfecta y sin acento.
¿Y quién es la Campanita de Iván, hada inspiradora y protectora? En este Neverland sabanero lo que hay es un Campanito y se llama Álvaro Uribe. Sus intromisiones en la política, a pesar de encontrarse sub judice, son cada vez más asfixiantes incluso para el propio Duque y eso los está llevando a ambos al abismo oscuro de los sondeos. Porque en nuestra historia, que es más triste que la de Barrie, Uribe es además su padre putativo, lo que quiere decir que hay una mezcla de dos complejos: el de Peter Pan y el de Telémaco. La pregunta es: ¿cuánto podrá resistir Duque atrincherado en su País de Nunca Jamás, mirando el caos desde una torre de marfil? La estrategia de esperar y dilatar se volteará, porque la cuenta de cobro que le tiene la Colombia real de la calle es cada día más impagable con sus pequeñas concesiones.