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En tiempos de despedida, llega la avalancha de balances económicos del gobierno del presidente Santos.
Estos balances son importantes para reflexionar sobre la capacidad administrativa del Ejecutivo y sobre los retos que enfrentará el gobierno entrante. Sin embargo, en sintonía con la polarización del país, es fácil que las versiones caóticas y triunfalistas ganen el mayor impacto mediático, y que se minen así las posibilidades de una reflexión seria.
Es crucial por eso contar con iniciativas como la Jornada Académica del Observatorio de Condiciones Socioeconómicas del Atlántico (OCSA) de la Universidad del Norte —en la que participé ayer—, que generan espacios de diálogo reposado y constructivo.
Comparto con ustedes algunos puntos, que pueden servir de guía para descifrar el debate sobre el balance del Gobierno Santos, y que me sirvieron de hilo de Ariadna para zambullirme luego en las cifras que se presentaron en el evento: (1) sin duda, hay buenos resultados de los indicadores económicos —por ejemplo, en la reducción de la pobreza—, pero es muy difícil cuantificar el impacto directo de la gestión del Gobierno sobre esos resultados; (2) la mejor focalización del gasto público social ayuda a atenuar la pobreza y la desigualdad, pero lo grueso en la superación de la pobreza tiene que ver con las condiciones macroeconómicas favorables para dinamizar el empleo. El Banco Mundial ha mostrado que la reducción de la pobreza en Colombia depende más del crecimiento económico que de la redistribución; (3) la mayoría de los analistas económicos coincide en que los vaivenes de nuestra economía, para bien y para mal, se dan por los movimientos de los precios del petróleo y de otras materias primas que exportamos. Este patrón es resultado de una estructura exportadora poco diversificada. El índice de precios de las exportaciones reportado por el Banco de la República muestra que los gobiernos Uribe y Santos se beneficiaron de precios relativamente más altos que los gobiernos Samper y Pastrana; (4) la reducción de la pobreza es frágil ante nuevos choques internacionales adversos; (5) mejor focalización del gasto social no sustituye lo más importante para un país en desarrollo: más gasto social; (6) la magnitud del gasto social depende de las condiciones macroeconómicas y del consenso del país —del contrato social—. En este sentido, el logro más importante del presidente Santos es la firma del Acuerdo de Paz. Ahora podemos construir un plan de desarrollo sin un conflicto armado interno. Se pueden modificar los incentivos productivos sin una guerra en medio. Además, se definió una priorización de desarrollo en las zonas del país más afectadas por la pobreza y la violencia. Finalmente, (7) la mediocridad del crecimiento económico de Colombia es resultado de un modelo que trasciende al gobierno de turno y que privilegia la estabilidad sin generar los incentivos adecuados para incrementar la productividad.
Ni caos, ni triunfalismo. El Gobierno Santos deja buenas condiciones para que el próximo gobierno implemente un plan de desarrollo ambicioso, que nos zafe de los grilletes de la vulnerabilidad externa, y que impulse el aprovechamiento de las capacidades productivas del país. Se perdería esa oportunidad si el gobierno entrante defiende el statu quo y desfinancia la implementación de los acuerdos.
Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).