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Soy de los que piensan que la revocatoria al alcalde de Bogotá difícilmente tendrá éxito, pero creen que si fuera revocado se actuaría en justicia, por dos razones básicas: porque con el metro que quiere meter Enrique Peñalosa la capital retrocede en lo urbanístico, y porque le mintió al país desde que en su hoja de vida comenzó a aparecer un falso doctorado en París, con pleno conocimiento de causa suyo.
La prueba reina de que siempre mintió está en una entrevista que concedió al periódico ‘O Globo’ de Brasil, publicada el 15 de septiembre de 2015, donde de entrada se lee: “Nací en Washington, DC, tengo 60 años y renuncié a la ciudadanía americana a los 21. Estoy casado, tengo dos hijos. Me formé como economista e historiador, con Ph.D. en Paris”. Donde Ph.D. traduce doctorado. (Ver entrevista).
Pero eso no es lo más grave, sino haber echado a la basura tanto los rigurosos diseños para la construcción del metro que presentó la alcaldía de Gustavo Petro, como tan vital proyecto para la ciudad, una mega obra de ingeniería avanzada cuyo costo se estimó en $15 billones de pesos (unos $7.000 millones de dólares), con fecha de entrega para el 2021.
Aquí no se trata de brindarle un apoyo irreflexivo a Petro, quien en lo gerencial dejó mucho qué desear, sino de reconocer que los estudios que presentó el 7 de octubre de 2014 planteaban el mejor metro posible, el que se merecía Bogotá. Pero Peñalosa llegó con su propia aplanadora política –y mediática, sobre todo- a no dejar piedra sobre piedra de la administración anterior, y ahora quiere comprometer sospechosamente la movilidad de la ciudad con una colcha de retazos arquitectónicos donde por un lado los destartalados portales de Transmilenio con sus buses contaminantes siguen mandando la parada, y por otro lado pretende darle estocada mortal a la Avenida Caracas con un tren elevado que depreciará al sector y convertirá la vía en meadero público.
Hablando de la aplanadora mediática, para la muestra un botón: el artículo de portada publicado por Semana en su última edición bajo el benevolente título ‘Peñalosa, el alcalde incomprendido’, que más parecía un publirreportaje y del que se notó a las claras que su objetivo fue tratar de neutralizar “el intento de revocatoria del mandatario de Bogotá”, del cual advierten desde el encabezado que “seguramente no va a prosperar”. (Ver artículo).
Hablando de sospechas, estas se afincan cuando uno se entera en documentado reportaje de Carlos Carrillo que Peñalosa ha sido el mayor promotor de Transmilenios y de autobuses Volvo en el mundo entero, y que en cumplimiento de tal misión actuó como presidente del ITDP (Institute for Transportation and Development Policy), y por este concepto “el ITDP le ha girado directamente 468.394 dólares, a cambio de hoy unos 1.500 millones de pesos”. (Ver reportaje). Artículo que por cierto citó Daniel Coronell en columna titulada Condenados al bus, donde anunció que se trataba de “un muy interesante trabajo, del cual tendremos que hablar en detalle”. (Ver columna).
Esas mismas sospechas de favorecimiento de intereses particulares se extienden a la terquedad con la que quiere urbanizar los “potreros” de la reserva Van der Hammen, en la que por pura coincidencia su secretario de Planeación, Andrés Ortiz, es dueño de un lote de 2.000 metros cuadrados, justo donde el alcalde “busca viabilizar la construcción de al menos 80.000 soluciones de vivienda en 1.200 de las 1.400 hectáreas que conforman la reserva”, según información de El Tiempo.
Una eventual revocatoria tendría sentido entonces si logra echar atrás esos dos proyectos lesivos para la ciudad, de claro corte mercantilista (metro-colcha y reserva cementada), pero no conviene hacerse ilusiones, porque el camino está poblado de abrojos.
Otro camino poblado de abrojos es el de la paz, y la clase política comprometida con esta causa no parece ser consciente de que la actual correlación de fuerzas plantea la inminencia de que en la elección de 2018 pasen a segunda vuelta dos de los tres candidatos de la derecha: Germán Vargas por Cambio Radical, Ordóñez por los conservadores o Iván Duque (no veo a otro) por el Centro Democrático. Esto desplazaría de un solo tajo a la miríada de aspirantes que afloran por el centro y la izquierda (Humberto de la Calle, Sergio Fajardo, Claudia López, Gustavo Petro, Jorge Robledo, Roy Barreras, Piedad Córdoba…), allanando así la autopista para que la derecha –o la extrema- retome el poder y regresemos a la barbarie de la confrontación, donde cualquiera de los tres precandidatos mencionados se muere de ganas por hacer regresar a las FARC al monte.
El único modo de impedirlo es mediante una coalición de fuerzas encabezadas por el dirigente con quien más cercana está la posibilidad de enterrar el conflicto armado. Hablo de Humberto de la Calle, por supuesto, el segundo político con mayor aceptación en las encuestas después de Germán Vargas, o sea el más opcionado para dar la pelea desde la orilla de los que queremos que un día se haga realidad el anhelo de la reconciliación nacional, y el primer requisito es que quien fuera el principal negociador de la paz se postule para ser el Presidente del Posconflicto.
Un confidencial reciente de Semana planteaba la posibilidad de que pudiese no estar interesado, pero la duda se absuelve al saber que el problema no es de ganas sino que “no tiene entusiasmo por participar en la consulta que el Partido Liberal está pensando hacer para escoger su candidato”. Razón no le falta, pues su hoja de vida como excandidato a la Presidencia, exvicepresidente y sus cinco años como negociador del proceso de paz deberían ser suficientes para que fuera elegido candidato sin tener que someterse a consulta abierta.
Hasta ahora solo se ha presentado un aspirante a la candidatura por el Partido Liberal, el senador Juan Manuel Galán, así que estamos seguros de que ese pequeño obstáculo podrá ser removido por consenso, para abrirle a Colombia por fin las puertas a la esperanza de una paz duradera.
DE REMATE: Si me preguntaran a quién veo como fórmula vicepresidencial para De La Calle, pensaría en Claudia López. Pero tratándose de formar coalición, el abanico es amplio. Se requiere alguien menos polarizador que un Petro o un Robledo, y faltaría ver si alguien como Sergio Fajardo no está tan golpeado como dicen. (O Alonso Salazar, también para aglutinar desde lo paisa...).
En Twitter: @Jorgomezpinilla
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