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A pesar de la disolución de la Unión Soviética —la principal razón de su existencia—, de crisis internas y de su asimétrica financiación, la OTAN continúa expandiéndose no solo hacia el este, sino hacia todos los puntos cardinales.
La Rusia de Vladimir Putin sigue siendo el principal objetivo de la OTAN. A su vez, Rusia ve a la OTAN como una amenaza en su zona de influencia y condena la potencialización de sus acciones y su ampliación. La aproximación con Georgia y Ucrania y la inclusión de antiguos aliados como Polonia, República Checa, Hungría y Rumania irritan cada vez más al Kremlin.
El 11 de septiembre de 2001, con el ataque a las Torres Gemelas, permitió a la OTAN poner en marcha su artículo número 5: “El cual establece que cualquier agresión contra uno de sus integrantes implica la reacción conjunta de los demás”. El terrorismo emerge como enemigo mundial.
Después del 11S la historia está en la memoria colectiva, porque abrió el camino de intervenciones: Afganistán, Libia, Irak.
Con la llegada de Trump surge una interrogante: ¿cómo reaccionaría Estados Unidos en caso de ataque contra un país miembro de la OTAN? Es probable que a la medida de sus intereses estratégicos.
Además, de sus 29 miembros, la OTAN cuenta con aliados extra OTAN, lo que implica cooperación y formación militar. Los primeros en ser invitados fueron Australia, Egipto, Israel, Japón y Corea del Sur. La Argentina de Menem había recibido esta categoría en 1998, pero poco después se retiró del acuerdo y Colombia fue incluida en la lista en 2018.
Recientemente, en el encuentro de los presidentes Bolsonaro y Trump se suscitó la posibilidad de incluir a Brasil en esta lista. La supuesta atlantización de la OTAN podría imponer nuevas condiciones y compromisos. Estos socios “globales” están ubicados en zonas de interés estratégico. ¿En esta ocasión sería Venezuela?
Cualquier aproximación regional con la OTAN traería a América Latina conflictos ajenos a su realidad. Además de esto ratificaría la imposibilidad de la región de establecer una política de defensa común.
Después de setenta años de OTAN, sigue latente un clima de guerra fría en el mundo, cuyos protagonistas siguen siendo Estados Unidos y Rusia. Como otrora, Estados Unidos tiene el comando estratégico de la OTAN.
Si bien el presidente Trump logró hacer un acuerdo económico que disminuirá el aporte de Estados Unidos a la OTAN e incrementará gradualmente la cuota de los demás socios, no se sabe si esta alianza militar sobrevivirá a los distintos intereses de sus miembros y la nueva ola armamentista en el mundo. Aliados tradicionales como Turquía han buscado fortalecer su alianza con Rusia. Francia y Alemania ya han demostrado sus preocupaciones con relación a la seguridad continental si la alianza se debilita.
¿Será que esta alianza transatlántica sobrevivirá a las actitudes intempestivas del presidente Trump y la nueva forma de financiación? Está por verse, pero lo cierto es que la OTAN actual más que defensa es una amenaza a la paz mundial.
Profesora de la Universidad Externado de Colombia.