Otra vez los presos…. y Uribe

Cecilia Orozco Tascón
30 de mayo de 2018 - 04:00 a. m.
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Me fui de espaldas y todavía no me repongo. Aun con todo lo que libros y columnas han afirmado durante 16 años sobre las conexiones de Álvaro Uribe y su entorno con el bajo mundo, jamás imaginé el grado de vileza al que habrían llegado, según se desprende de las más recientes publicaciones sobre la conducta del expresidente que, de resultar exactas, avergonzarán, por la importancia política del personaje involucrado, a Colombia entera ante la comunidad internacional. También, a la porción mayoritaria del país que lo eligió y reeligió, y que está dispuesta a volver a elegirlo dentro de 20 días mediante un candidato con rostro fresco pero comprometido hasta la médula con quien es su jefe absoluto y, por tanto, con su pasado. Las gravísimas revelaciones hechas por tres periodistas de quilates aunque cada uno en diferente nivel: Gonzalo Guillén, Yohir Akerman y Daniel Coronell, sobre unas grabaciones que relacionan, por enésima vez, al senador Uribe con cárceles, presos, exparamilitares, abogados de dudosa reputación y manipulación de testigos para desviar la justicia, pero sobre todo para defenderse y defender a su hermano Santiago de procesos judiciales en curso, no deben ser ignoradas por nadie pese a la lagartería de los partidos tradicionales que están tocando a la puerta de la campaña de Iván Duque con las rodilleras puestas.

Después del episodio del condenado alias Tasmania cuya carta favoreciendo al entonces Jefe de Estado atravesó el sistema penal con una velocidad inusitada y apareció en el escritorio del primer mandatario; de la visita a hurtadillas de miembros de la banda criminal de Envigado a la Casa de Nariño en la misma época en que se complotaba desde allí, contra los investigadores de la Corte Suprema; de los homicidios de dos reos recién salidos de la cárcel que habían testificado contra el presidente de la República y su hermano: Francisco Villalba (asesinado en 2009) y Carlos Enrique Areiza (asesinado en abril de este año); de los trinos del propio Uribe pidiendo que las autoridades escuchen al narcotraficante alias Tuso Sierra, protegido por la DEA en Estados Unidos, ahora viene un nuevo capítulo de la historia escrita pero no compilada de los increíbles lazos que subterráneamente existen entre el hombre más poderoso del Estado colombiano y una red de criminales presuntos testigos de sus andanzas, de acuerdo a los numerosos indicios judiciales que brotan aquí y allá.

Particularmente, en la asombrosa columna de Coronell que invito a leer en la página web de la edición circulante de la revista Semana, se escuchan apartes de grabaciones de unas conversaciones entre alias Caliche (exparamilitar) con un preso también exparamilitar que ha sostenido a lo largo de los años, de dos atentados y de las presiones, sus declaraciones contra el expresidente: Juan Monsalve. Caliche, en su jerga de barrizal, llama a Monsalve y refiriéndose a Álvaro Uribe con los motes de “el viejo” y “el caparrudo ese”, le dice en una de las ocasiones que “lo escuché directamente. Me lo pusieron en altavoz, al viejo ahí. Dijo: ‘venga, mijo, ¿será que usted puede entrar y hablar con él (Monsalve) y que nos mande un video diciendo que ese hijueputa (senador Iván Cepeda) está prometiendo cosas que no le pudo cumplir, que no sé qué, que sí sé cuándo y que lo que está hablando él (Cepeda) es mierda?’”. Coronell también publica otro aparte de grabación en que se evidencia que quien puso en contacto y en altavoz, presuntamente, al exmandatario con Caliche fue el congresista del Centro Democrático Álvaro Hernán Prada que, consultado por el columnista, no negó haber visitado al exparamilitar aunque le dio otra versión. Según este último, “ese señor Prada está cagado de miedo y ese hijueputa me dijo que me ayudaba, pero que ya, ya… que me cumplían pero que todo por, por… Hagamen (sic) un escrito”. El periodista también llamó a otros personajes mencionados en el escabroso caso: Jaime Lombana y un sujeto llamado Diego Cadena, conocido por defender a narcotraficantes y quien ahora tiene poder para representar a Álvaro Uribe en las cárceles (¡!!!). Lo relatado por Coronell, Guillén y Akerman es de tal hondura política que la Sala Penal de la Suprema tiene la obligación ética de manifestarse, de inmediato, ante la opinión pública, desde luego, con respeto al debido proceso que se le impone. No podemos ir a segunda vuelta sin saber lo que ella tiene por decir.

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