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Pájaros y escopetas

Catalina Ruiz-Navarro
28 de agosto de 2013 - 11:06 p. m.
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“¡Pose para que se vea en Youtube ahorita!” le grita una campesina a los agentes del ESMAD que pasan por la vereda.

Los Clones negros parecen, de repente, tener voz. “Están grabando” se dicen entre ellos mientras avanzan amenazantes hacia la casa. Rompen un vidrio. Irónicamente un miembro de la familia grita “¡llamen a la policía!”. En otro video se ve a un agente del ESMAD tirarle piedras a una casa mientras de lejos le gritan “cobarde”, en otro vemos como cogen a patadas a un muchacho en plena calle, a un campesino siendo agredido en su propia terraza, a una mujer a quien le sale sangre roja de entre las canas.

Los grandes medios no alcanzan a registrar nada de esto, unos, por el tácito e infame pacto gobiernista que señalan los conspiradores de oficio, otros porque son economías en crisis y hay poco presupuesto para enviar reporteros. Entonces los campesinos alzan sus teléfonos a manera de resistencia. El ESMAD se ve como un ejército de androides que ha hecho corto circuito, el Estado en su forma más oscura, vuelto contra los ciudadanos. Ante los videos no hay estrategia de comunicación o maquillaje que valga; las gordas capas de base se resquebrajan con la sonrisa fingida de Santos. Empieza a convocarse un “#cacerolazo” en apoyo al paro agrario. En cosa de horas se llena la Plaza de Bolívar. Llena. Los cómodos liketivistas están en la calle haciendo ruido con olletas y molinillos. Gracias a Internet salen a protestar al unísono, los dos grupos más disímiles, más insospechados: gomelos capitalinos y campesinos boyacenses, solo parecidos en su estereotipada quietud, que en unos se achaca a la apatía y en otros al pacifismo. La plaza sigue llena hasta las diez de la noche. Hace frío. Afortunadamente la ruana es el nuevo statement político.  

Dentro de la protesta hay muchas ingenuidades. Internet ha contagiado al mundo de un optimismo alrededor de los movimientos sociales que ha mostrado ser eficiente en el corto plazo pero poco efectivo en el largo. Pensar que el ESMAD es una horda homogénea de atarbanes, o idealizar a los campesinos como si fueran salidos de un cuadro costumbrista es polarizante y peligroso. El paro agrario está lleno de paradojas oportunistas, como que lo apoyen por igual las Farc y el Uribismo. Aunque la coyuntura de las elecciones y el proceso de paz le da a todo un carácter de urgencia, no es claro que tanto ruido logre resultados y menos cuando tantas causas diferentes se unen en nacional efervescencia.  

Sin embargo, entre la ingenuidad y el cinismo me quedo con la primera. Es un triunfo que ya no sean los mismos monopolios los que deciden qué información recibimos. Es un triunfo que, en vez de temerle al ESMAD, los manifestantes lo miren, desafiantes, con los ojos de las cámaras. Sus armaduras los envalentonaron para pegarle a los campesinos pero no los blindaron contra el incendiario registro de su imagen. Da gusto ver ese pequeño cambio en la balanza del poder. Pájaros que intimidan, escopetas que posan. 

El periodismo ciudadano puede ser un disruptor de las agendas, una posibilidad de divulgación directa que si se vuelve viral, alcanza a estremecer a las estructuras de poder tan bien engarzadas en los pactos mediáticos. Los videos de los campesinos nos han obligado a hacernos preguntas y eso ya es un paso hacia una ciudadanía solidaria e intercomunicada, capaz de empatizar con otros. Tal vez ahora la revolución sea chic, pero bienvenida sea la moda hipster si sirve para desmarcar a los manifestantes de la guerrilla, y avalar el derecho de los colombianos a la protesta. Es claro que una serie de bloqueos y cacerolazos no bastan para resolver el complejo problema del agro colombiano, pero eso es preferible a una democracia anémica por tanta indolencia. 

@Catalinapordios

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