Paz, ecosistemas y narcotráfico

Vuelve fuerte el narcotráfico y se olvidan todos de los ecosistemas y de la paz.

Julio Carrizosa Umaña
17 de marzo de 2017 - 09:53 p. m.
Paz, ecosistemas y narcotráfico
Foto: DIANA SANCHEZ

Los principales y los más grandes olvidos son los de los políticos y los técnicos que los asesoramos, los habladores y los escribidores que nos concentramos en nuestros intereses, nuestras teorías y nuestros modelos, y olvidamos dónde estamos parados, lo que nos ha sucedido y qué estamos buscando como nación.

Es trágico escuchar sus palabras en la televisión y en la radio y leer sus informes y sus columnas. Con esas palabras, cuidadosamente escogidas, están conformando nuevamente la tragedia que pensábamos había terminado: la de los ilustrados que tratan de construir el país que imaginan sin tener en cuenta cuáles son la geografía y la historia del territorio en donde tratan de realizar sus ilusiones y de cumplir sus íntimas venganzas.

El olvido más grave, común y repetido es el de los ecosistemas. Se olvida su gran diversidad, la enorme complejidad de su conjunto y el deterioro actual de su estructura y sus procesos. Los responsables de la construcción de los campamentos para la paz y sus críticos olvidaron que esos lugares se deben construir en las laderas de esos ecosistemas ignorados, tratando de aplanar y estabilizar las mezclas de rocas ígneas, metamórficas y sedimentarias, que todo hay que llevarlo por carreteras que se ruedan y se entierran en las arcillas, las arenas y los lodos, que el cambio climático ha hecho todavía más inestable la lluvia, que casi todas las corrientes están contaminadas, que los suelos se han erosionado, su fertilidad natural se ha agotado y que los campesinos que allí viven apenas pueden alimentarse de sus propios productos.

Cuando habladores y escribidores se escandalizan por el aumento de las áreas sembradas de coca y marihuana, se olvidan del estado de los ecosistemas colombianos, de la diversidad, la complejidad y el deterioro que favorecen a los cultivos ilegales que prosperan fácilmente sobre las arcillas, se defienden solos de las plagas y, sobre todo, se pagan con creces y rápidamente gracias a la descomposición social y económica de los países más ricos.

Difícil escribir pensando en las decenas de escribidores que sólo obedecen a sus propios intereses, y en los millones de hacedores que tienen que construir la paz oyendo y leyendo lo que escribimos.

Por Julio Carrizosa Umaña

 

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