Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Las protestas están pidiendo vagamente lo que el populismo les ofrece: imposibles, pero puede ser la hora del capitalismo popular o inclusivo.
En el pasado, señalar las demandas imposibles de satisfacer era una respuesta efectiva. En este momento de la historia no. El espíritu de “repensar el modelo” en el mundo y en Colombia es demasiado fuerte como para limitarse a la sabiduría económica convencional.
El proyecto político-ideológico que no entre en la competencia por “repensar el modelo” corre el riesgo de verse arrasado. Claramente, la visión de matriz marxista le lleva una considerable ventaja a la visión de matriz liberal.
Incluso allí donde el modelo liberal era exitoso, como en Chile, se proclama la muerte del “neoliberalismo”, el anatema casi victorioso del marxismo contra su rival intelectual. Los términos de la conversación cambiaron y el progreso ya no basta.
Colombia no es una sociedad ajena a esta oleada internacional. Nuestra proverbial moderación política nos ayuda a no despertarnos una mañana con un caos humeante, pero es un hecho que ha habido una ruptura emocional de gran alcance con el “sistema”.
Esta situación inédita no termina de sorprender a los administradores políticos del modelo, que no han reaccionado con la audacia necesaria mientras la oposición encuadra discursivamente las protestas preparando la victoria electoral en 2022.
El populismo está diciendo que es el más apto para gestionar el modelo colombiano hacia los derechos, y muchos lo están creyendo porque no tienen otra alternativa en su imaginación. Quieren un cambio y solo les ofrecen uno, que además explota sentimientos negativos.
De poco sirve saber y decir que no funcionaría la gestión populista, si los colombianos no tienen otra propuesta de cambio para imaginar. Es decir, si la centroderecha no “repiensa el modelo” y compite por la imaginación política del capitalismo colombiano, perderá y no solo electoralmente.
La defensa sensata del modelo y del interés de los trabajadores no alcanzará para sortear esta oleada de demandas sociales impacientes. Hay que abrir la mente para llegar a innovaciones de capitalismo inclusivo o popular que le permitan al trabajo alcanzar privilegios del capital.
Un patrón de innovaciones que en pocos años cambie la esencia y la fisonomía del capitalismo colombiano hacia un crecimiento de la riqueza compartido, sostenible en lo ambiental y tolerablemente desigual, con un Estado que cumpla bien las tareas de la redistribución.
“Intellectus apretatus discurrit qui rabiat” (“razona con rabia el talento concernido por la necesidad”), recuerda el ilustre profesor de Uniandes Roberto Zarama (y soy de la Nacional). Así es el imperativo para quienes creemos en la economía, la democracia y la cultura liberales en estas horas difíciles.
Esta gran batalla por la imaginación política sería, además, una oportunidad para combatir de modo resuelto el estigma moral que nos señala como defensores del capital por el capital mismo, cuando la mayor parte de las veces se trata de pragmatismo económico, controlado por los valores.
El bienestar, la libertad y la dignidad de los individuos y sus familias en la sociedad son también la aspiración moral y política de quienes no creemos en paraísos de la noche a la mañana, sino en un sistema imperfecto, tan imperfecto como la naturaleza humana.