Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Leamos y escribamos para afianzar nuestro ser histórico, nuestra originalidad, nuestra lucha, nuestras contradicciones y limitaciones; también, nuestros éxitos.
Continuando los planteamientos formulados en la columna anterior, ocupémonos de leer y escribir periodismo de opinión. Y en torno al leer y escribir periodismo de opinión, ¿qué compartirles? Los invito a realizar un paréntesis a nuestras reflexiones jurisprudenciales y pensemos en torno al leer y escribir y al periodismo de opinión democrático.
¿Sería pertinente comentarles las alegrías que me produjeron las publicaciones en la revista La Hora que dirigía Javier Darío Restrepo en 1969? ¿O sobre mis primeras colaboraciones en las Lecturas Dominicales de El Tiempo que codirigía Enrique Santos Calderón en 1971? ¿O a propósito de las paulatinas entrevistas con Mario Bunge, Johan Galtung, José Antonio Viera-Gallo y Daniel Samper Pizano? Y: ¿tendría que hablarles, por ejemplo, de la serie de artículos que preparé para El Espectador, en la época de Guillermo Cano, sobre la política como arte y ciencia?; ¿o sobre la gobernabilidad?; ¿o sobre el inmenso dolor que nos produjeron los asesinatos de Guillermo Cano, Luis Carlos Galán, los líderes de la U.P. y de los otros grupos políticos?; ¿Y por qué no, sobre el trabajo dispendioso que implica mantener una columna de opinión durante 50 años? Sobre estas preguntas, dialogaremos otro día.
Hoy, séame permitido compartir con ustedes, con los representantes del Círculo de Periodistas de Bogotá, con los asociados de la AMI y con los miembros de las comunidades universitarias, unas reflexiones sobre el leer y el escribir que se produjeron a medida que fui pergeñando las columnas y las entrevistas que están incluidas en el libro. Veamos:
Leer y escribir sí, dos formas de manifestarse nuestro idioma; dos verbos claves para el ejercicio del dulce, arduo e histórico oficio de Maestro. Y Fernando Vásquez nos dice: “Escribir: un acto de reconocimiento. La escritura es como un yunque en el cual podemos medir la calidad material del pensamiento...” “En el acto de escritura, entonces, comprobamos si somos meros repetidores o productores de conocimiento”. Notemos: Leer y escribir son compañeros. ¿No será usual que, después de una lectura sustanciosa, además del placer que tenemos, nos provoque escribir sobre lo leído o sobre aspectos distintos y complementarios?
¿Y si no nos enseñaron a leer y escribir, sino sólo a memorizar y a repetir mecánicamente los actos gnoseológicos de otros, qué hacer? Una sugerencia: no nos debemos dejar condenar a permanecer en la ignorancia del placer que implica, leer y escribir.
“Leer y escribir es explorar todo lo que se puede hacer con las palabras y todo lo que las palabras pueden hacer con nosotros. Leer y escribir en silencio porque recogidos en él, nos sentimos vivos”(1). Leer y escribir en soledad para encontrarnos con nosotros mismos en medio de tanta superficialidad transmitida por los medios de comunicación, las redes sociales, los realities y las “telebobelas”, salvo excepciones. “Porque, como sostiene el mexicano Jorge Larrosa, no queremos saber nada de esos que convierten la lectura en un análogo de la charla, del parloteo insustancial, del juego social de las opiniones sabias o de las emociones sensibles, de esos que leen para vanagloriarse de su saber o para emocionarse de su emoción; queremos que nos dejen en paz cuando se trata de leer”(2).
¿Por qué leemos? Recordemos a Larrosa: “Leemos para sentirnos vivos leyendo;”. Y “escribimos por fidelidad a esas palabras que nos hicieron sentir vivos”.
Complementariamente: ¿sería posible comentarles por qué escribo periodismo de opinión? Digamos que, sin saberlo, fue surgiendo en mí una vocación que estaba latente y fue eclosionando y perfeccionándose lentamente, hasta convertirse en una bella pasión. Escribo porque es un camino para repensar mis saberes en búsqueda y así puedo recuperar y proyectar parte de la experiencia acumulada. Porque escribiendo podemos invitar a otros al ejercicio de la libertad, la práctica de la justicia social, la equidad, la juridicidad y la fraternidad; porque podemos contribuir creativamente a construir la paz, que es nuestro más significante desafío.
Escribir, como bien sabemos, es un placer; escribir nos facilita la comprensión interdisciplinaria de la complejidad política, cultural, económica, social y ambiental, tanto a nivel nacional como internacional. ¿Será cierto que escribiendo aprendemos a ser? Bien sostuvo Bibliowicz en el periódico de la Universidad Nacional: “El arte conlleva a un destino. La escritura creativa, demanda compromisos”.
Escribamos y quizás le demos la razón a Virginia Woolf, cuando sostuvo: “El verdadero placer es escribir; ser leído no es más que un placer superficial”. Escribo porque, en medio de la civilización del consumo que nos entorna y bombardea permanentemente, es un camino para ser: ser humano consciente de su responsabilidad histórica como persona, como ciudadano, comprometido con la institucionalización de la justicia social y la paz estable y duradera.
Escribo porque es una alternativa para crear opinión pública democrática; porque es un espacio para recrearnos con la realidad y con nosotros mismos. Porque escribiendo, realizamos aspectos sustantivos de nuestras vocaciones y facilitamos la existencia de la dialogicidad; porque es un ejercicio que impulsa el conocimiento de lo humano... Gabo tenía razón: “Escribo porque quiero ser amado”.
La próxima columna está centrada en la presentación de propuestas en torno al periodismo de opinión y la democracia.
Referencias
1. Larrosa, Jorge. (2003). La experiencia de la lectura. FCE. México D.F., pp. 365 y ss.
2. Op. cit, pág. 390.
