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Policía y democracia

Rodrigo Uprimny
13 de septiembre de 2020 - 05:00 a. m.
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La democracia constitucional está fundada en un pacto político básico, que fue formulado hace siglos por autores como Locke: los ciudadanos renunciamos a la justicia por mano propia y delegamos en el Estado el monopolio de la fuerza; a cambio exigimos que las autoridades actúen conforme a la ley, no sean arbitrarias y respeten nuestros derechos. Por eso, si se quiere saber qué tanta democracia genuina existe en un país, a veces es mejor no mirar tanto la Constitución y las leyes, sino analizar cómo se comporta la Policía frente a sus ciudadanos.

Los trágicos eventos de los últimos días muestran que la democracia colombiana está profundamente deteriorada, pues el comportamiento de la Policía con los ciudadanos, y especialmente con los jóvenes, ha sido violento e inaceptable. La muerte de Javier Ordóñez, como consecuencia de golpes y choques eléctricos propinados por policías cuando estaba inmovilizado, provocó una indignación ciudadana explicable y que comparto. El crimen es en sí mismo atroz, rompió todo nexo con el servicio y por ello debe ser investigado por la justicia ordinaria, conforme lo señalan la jurisprudencia constitucional y el artículo 3 de la Ley 1407. Además, este abuso policial infortunadamente no es excepcional. El portal 070 documentó que solo este año al menos otras nueve personas, la mayoría jóvenes, murieron por abusos policiales: Janner García (23 años), Jaider Brochero (17), Ánderson Arboleda (19), Estela Valencia (50), Duván Álvarez y Hárold Payares (niños de 15 y 17 años), Ángel Revelo (23), Kevin Ávila (23) y otro joven de 21 años, cuyo nombre no fue registrado.

El asesinato de Ordóñez por la Policía ha provocado, a pesar de la pandemia, protestas recurrentes, algunas de ellas violentas. Entiendo y comparto la rabia y la indignación ciudadanas detrás de esas violencias, pues la Policía está matando a nuestros jóvenes; pero no comparto esas violencias, porque considero que complejizan aún más la situación. Pero lo que es particularmente grave es que la Policía haya respondido a esas protestas con una violencia mayor y desmesurada, como lo muestran múltiples videos en que aparecen policías haciendo uso totalmente desproporcionado de la fuerza: disparos injustificados que no buscaban, como última instancia, proteger derechos como la vida e integridad personal, sino herir o matar a los jóvenes que protestaban. Igualmente vemos golpizas a ciudadanos que simplemente reclamaban. El resultado: al terminar esta columna, 11 muertes más por abusos policiales en las noches del miércoles y jueves.

Esta gravísima situación requiere medidas de corto y largo plazo. Para evitar nuevas muertes, el presidente y el ministro de Defensa deben dar un mensaje contundente de condena a esos abusos y deben recordar y ordenar a la Policía que solo puede usar la fuerza conforme a derecho y en forma proporcionada. Es en sí mismo jurídicamente inaceptable que para controlar protestas la Policía recurra a armas letales. Además, estudios comparados, como los del profesor Edward Maguire, de la Universidad de Arizona, confirman algo de sentido común: que el escalamiento de la fuerza policial frente a las protestas lo que hace es incrementar las tensiones sociales y deslegitimar aún más a las autoridades, lo cual genera nuevas violencias.

Además, desde la ciudadanía debemos exigir no solo justicia, sino también asunción de las necesarias responsabilidades políticas por estas muertes. Y debemos impulsar una reforma profunda de la Policía, que es urgente y necesaria, para lograr un cuerpo armado pero desmilitarizado, realmente civil y que tenga una relación democrática con sus ciudadanos.

* Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.

 

Olegario(51538)13 de septiembre de 2020 - 11:32 p. m.
Además de esa cáfila frenética adoradora del reo #1087985, de la élite y el "consejo gremial", una inmensa minoría bastante ruidosa, a este gobierno indigno le queda el apoyo de la soldadesca y los otros uniformados. Por esa, razón jamás tocará ni su esencia ni sus métodos. El pueblo inconforme, aunque mayoría, cae víctima de las balas, y ello basta para garantizar el poder, aunque sea ilegítimo.
Francisco(82596)13 de septiembre de 2020 - 10:07 p. m.
Hola, amigos. Si el gobierno, en lugar de repartir palo y balas, repartiera respeto y ayudas a los ciudadanos, no habría tanta violencia. No son leyes, no son proclamas, ni discursos lo que se necesita. Justicia y pan para todos y no solo para unos pocos. La mitad de la población raya en la pobreza. Así, ¿cómo quieren que haya paz?
Alejandro(89605)13 de septiembre de 2020 - 08:47 p. m.
Quisiera comentar que bajo el entendido de la responsabilidad deriva de un pacto como el propuesto por Locke, la sociedad civil debe asumir su responsabilidad en los hechos violentos de esta Semana y entender que el pacto social deriva tanto derechos como responsabilidades; así mismo,considero prudente que solo el asumir nuestras faltas nos puede llevar a concretar mejores acuerdos de convivencia
Camilo(27872)13 de septiembre de 2020 - 02:59 p. m.
Los electores del subpresidente tienen sus manos manchadas de sangre , se sabía que esos votos eran un cheque en blanco para los violentos y lo están llenando con balas y muertos
Laura(btpn4)13 de septiembre de 2020 - 02:43 p. m.
el proceso de reforma debe comenzar por la columna vertebral de la institución que es "EL PROCESO DE INCORPORACION DE OFICIALES Y PATRULLEROS". Ahí esta uno de los mayores problemas de la Entidad. la materias mas importantes de estudio en los centros debe ser Derecho Constitucional y Derechos Humanos, y Derecho Internacional Humanitario no deben ser de relleno.
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