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¿Por qué llamarlos máquinas de guerra?

Columnista invitado EE: Juan Camilo Rivera
11 de marzo de 2021 - 03:00 a. m.
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No han pasado dos años desde que las Fuerzas Armadas lanzaron un ataque aéreo contra disidentes de las Farc en San Vicente del Caguán que causó la muerte de alrededor de 18 de sus miembros, incluyendo al menos siete menores de edad. La operación provocó fuertes críticas contra el entonces ministro de Defensa por ocultar que entre las víctimas había niños, así como un debate sobre la legalidad de haberla llevado a cabo pese a saber que había niños en el grupo disidente.

Hoy el país discute otro ataque, que tuvo lugar el pasado 2 de marzo, con los mismos protagonistas, incluyendo de nuevo denuncias sobre la presencia de niños entre los muertos. Haciendo referencia a ellos, el ministro de Defensa, Diego Molano, justificó la operación indicando que la Fiscalía determinará la edad exacta de los combatientes muertos y agregando que, en todo caso, más que eso, importa en lo que los convierten los grupos que los reclutan: en máquinas de guerra “capaces de cometer atentados terroristas”. También agregó que el Ejército actuó de conformidad con el Derecho Internacional Humanitario (DIH).

Con relación a este último argumento, es cierto que el DIH no contiene ninguna prohibición expresa a la realización de operaciones militares donde se encuentren menores que participan directamente en las hostilidades. Pero tampoco establece un deber de llevarlas a cabo. En este sentido, el DIH se parece más a un derecho de límites. La decisión de la realización del ataque, y más aún su justificación, no es solo, ni principalmente, una discusión jurídica.

Algunos horrores de la guerra se repiten, así como las narrativas que se construyen para explicarlos. De hecho, esta discusión está cercanamente atada a otra que ha estado presente por décadas en el conflicto colombiano: ¿pueden los miembros de los grupos ilegales, niños o no, ser considerados víctimas? De ellos se suele pensar exclusivamente como victimarios debido a las violaciones cometidas por el grupo del que forman parte, de las que en efecto algunos de ellos son responsables, como la JEP y la Comisión de la Verdad ayudarán a mostrar. Pero esta idea soslaya que en el conflicto colombiano hay múltiples casos de reclutamiento forzado de menores y de violencia sexual, entre otras violaciones, cometidas contra ellos.

En varias ocasiones el derecho internacional y el nacional han indicado que en una persona pueden confluir situaciones de victimario y de víctima. Por ejemplo, La Ley de Víctimas dispuso que los miembros de grupos ilegales solo podrían ser considerados víctimas si se desmovilizan siendo menores de edad. Esta disposición, que no fue particularmente debatida en el trámite de esa ley, fue avalada por la Corte Constitucional con el argumento de que, si bien es cierto los miembros de grupos armados ilegales sí pueden ser víctimas de violaciones de derechos humanos o del DIH, es legítimo que el Estado limite la reparación que esa ley otorga y no los incluya. Es decir, no reciben las reparaciones de la Ley de Víctimas, pero sí pueden ser víctimas de infracciones al DIH y a la vez ser también victimarios.

Pese a ello, es frecuente que de víctimas y victimarios se hable como opuestos. Lo dicho por el ministro Molano, en el sentido de que los niños reclutados son convertidos en máquinas de guerra, así lo sugiere. Más aún, es deshumanizante al insinuar que ni siquiera se convierten en victimarios, sino en sus instrumentos. Se entiende la función de esta descripción, que guía a pensar menos en la pérdida de vidas humanas, en su edad, en su posible falta de voluntad para tomar parte del conflicto, en la situación de exclusión de sus familias. En tanto máquinas de guerra, la opción militar es no solo legítima, sino inevitable. No es necesario discutir más sobre lo que se espera que el Estado haga frente a esa injusticia, más allá de culpar –con razón– a quienes los deshumanizaron.

* Abogado y doctorando en Derecho en la Universidad de Harvard.

Por Juan Camilo Rivera

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MARIO(jbw8b)15 de marzo de 2021 - 04:00 a. m.
Porque lo son, simplemente por eso
Caliche(62305)11 de marzo de 2021 - 10:21 p. m.
Gracias. Pertinente su análisis.
Helena(32726)11 de marzo de 2021 - 04:22 p. m.
Las expresiones usadas por molano en relación con el ataque al campamento de guerrilleros, muestran solamente quién es el individuo, no es mejor que el borracho ministro de guerra y dejémonos de tontearías al llamarlo de defensa, de apellido botero que al igual que al de hoy solo atienden la voz de la barbarie.
Pedro Juan Aristizábal Hoyos(86870)11 de marzo de 2021 - 04:06 p. m.
No más matanza de jóvenes en las marchas ni niños ni adolescentes bombardeados por el estado. Colombia es un estado de derecho y no de hecho. El prontuario del uribismo es extremadamente largo. Qué tristeza de país. Falta poco para sacar esta gente del poder en las urnas. Hay que estar muy pendiente, esta gente es capaz de hacer cualquier cosa para mantenerse en el poder, inventarse una guerra
Atenas(06773)11 de marzo de 2021 - 02:52 p. m.
Detenidas y abundantes disquisiciones saltan la palestra ante abstrusa realidad: nuestros jóvenes en el escenario de las más tenebrosa delincuencia, y bien sea por voluntad propia o forzada tamb. se hacen armas o máquinas de guerra con la adehala del terrorismo como agregado pa mayor impacto. A su vez, ante tanto idealismo, se los llevan como escudos y q' el Estado quede amarrado. Absurdo debate.
  • Olegario(51538)11 de marzo de 2021 - 04:26 p. m.
    La misión del Estado es rescatarlos o primeramente impedir que sean víctimas de los reclutadores de las bandas criminales de todo pelambre. Pero usted es tan solo una BESTIA, con lenguaje adornado y fungiendo aquí de ser ciudadano de primera clase, conocedor de muchos "colombianos de bien" con título de "empresarios". Deje de hablar popó, que aquí ya algunos sabemos quién es usted.
  • Atenas(06773)11 de marzo de 2021 - 03:04 p. m.
    Recuerdo q' siendo directivo d una empresa, a finales del siglo pasado, la guerrilla secuestró un funcionario nuestro por 47 días, y cuando lo liberó luego del pago d la extorsión él me contó q' a lo más temía era al niño indígena d 14 años q' muy bien armado lo vigilaba, con un dedo puesto a punto d accionar la granada q' sobre su pecho llevaba a raíz de la bronca q' con sus camaradas tenía.
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