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No estoy segura de la resurrección de las personas, pero sí creo que los pactos y los procesos resucitan cuando se lo permitimos; cuando algo les da fuerza y oxígeno, así como lo hicieron el 14 de septiembre los integrantes del antiguo secretariado de las FARC, al lanzar el comunicado en el que reconocen el horror cometido y el inmenso dolor causado cuando, por tantos años, tuvieron secuestrada a Colombia.
Por décadas se nos fue la vida pensando en la muerte, y perdimos la libertad en las alambradas. Pero las voces de arrepentimiento y clamor de perdón por parte del antiguo secretariado, son el salvavidas más poderoso para una paz que -además de tener al gobierno en contra-, no sólo pendía de un hilo, sino de la reconstrucción de la verdad.
De la verdad colectiva, la de todos quienes por “pensamiento, obra u omisión”, algo escribimos en este libreto de 60 años de violencia. Todos los que pudimos haber hecho algo más para impedir o atenuar las causas y efectos de la guerra, tendríamos que develar nuestra dosis personal de verdad. Y bienvenidas las audiencias públicas, donde no caben manipulaciones mediáticas, ni ediciones acomodaticias.
La tragedia colombiana no fue sólo responsabilidad de insurgentes, paramilitares y fuerzas del Estado. No fue la asquerosa dinámica del narcotráfico la única que vino a partirnos el país y la conciencia.
¿O acaso de dónde surgieron el plan y el dinero para armar a los civiles? ¿En las bóvedas de quiénes se guardaron los grandes capitales para el tráfico de poderes, votos y fusiles?
Alguien dio el jabón para lavar el dinero sucio. ¿Ningún empresario o ganadero, participó en la concepción y desarrollo de las autodefensas? Tanta organización perversa no sucede a espaldas de todos.
Y por el lado no ilegal, pero sí inmoral, cuando nos acomodamos a la inequidad, convertimos la pobreza extrema de los otros en una derrota prematura. Y demasiadas veces preferimos blindar nuestras puertas, en vez de brindarle al otro un puesto en la mesa.
Entonces verdad sí, pero la de todos.
Y hagamos algo para desarmar los espíritus: No acababan de pedir perdón los exguerrilleros -en un documento al que yo personalmente le creo- cuando las redes empezaron a llenarse de insultos. No puede ser así de pusilánime el legado de nuestra generación. Estamos mal, si lo más creativo que se nos ocurre es subrayar el odio y atiborrar las cárceles, como si eso sirviera para aliviar la memoria o reconstruir la confianza.
Así como he condenado mil veces los crímenes cometidos por insurgencia, paras y Estado, acojo y celebro el comunicado que firmó el ex secretariado de las FARC. Alcanzo a imaginar lo duro que fue escribirlo, y comprendo con el corazón, lo fuerte que resulta leerlo. Pero es el camino. Quizá lo único que pueda salvarnos de la absurda manía de retroalimentar el dolor y la violencia con más de lo mismo.
Sintonicémonos con el resto del planeta: el Movimiento Defendamos la Paz hará el próximo sábado 26 de septiembre la primera conferencia internacional por la implementación del Acuerdo: “El mundo exige paz” y no se va a quedar callado mientras en Colombia la insolencia del miedo y una democracia desdibujada, tratan de mandarnos amarrados a un ancla, al fondo de la violencia.
A la cita del sábado acudirán Premios Nobel de Paz, Naciones Unidas, Notables, constructores de reconciliación, creadores y firmantes de un pacto calumniado en Colombia y alabado en el mundo.
Acompáñenos: Este sábado en La Línea del Medio, #PorLaPazSeremosMás.
Gloria Arias Nieto