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Notas de buhardilla

Promoción azul

Ramiro Bejarano Guzmán
12 de julio de 2020 - 05:00 a. m.
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Con el cautivo anuncio de convenios de descuentos, la Universidad Sergio Arboleda y el Partido Conservador están ofreciendo a los aspirantes a cursos de posgrado una rebaja del 20 % en el costo de las matrículas, pero solo a quienes sean miembros de la colectividad (ver https://bit.ly/2C2kPrw).

No es cualquier godito el que se puede acoger a estos beneficios, sino quien acredite “ser miembro del partido, mínimo hace dos años; demostrar participación activa al interior del partido” y además presentar “carta de motivación respondiendo: ¿por qué merece ser parte del convenio de descuentos”. Esto va dirigido a la militancia más agresiva.

La feria de rebajas no busca incrementar a los estudiosos sino multiplicar a los adherentes del partido, que, coincidencialmente, es el del Gobierno.

Cierto es que por razones históricas las universidades privadas han nacido vinculadas a manifestaciones partidistas. La Libre, por ejemplo, fue fundada por el general Benjamín Herrera, un liberal de primera línea, y así se ha comportado siempre. El Externado nació de los escombros de la batalla de la Humareda en 1885, y durante muchos años honró ese legado. La Javeriana ha sido un centro de pensamiento conservador confesional, donde sin embargo se han educado figuras de la aristocracia y derecha liberal. Hasta la Universidad de los Andes, aunque nació como una institución de educación superior laica y sin lazos partidistas, fue cercana al liberalismo, de la mano del respetado expresidente Alberto Lleras Camargo, su cuarto rector, entre 1954 y 1955. La política partidista siempre ha estado presente en universidades privadas, pero nunca en la historia se había visto semejante publicidad tan contraria a la educación misma, como la que han organizado el partido de Caro y la Sergio Arboleda.

La alianza entre partidos y universidades no es conveniente, ni siquiera para aliviar las finanzas en explicables tiempos de pandemia y de crisis económica, porque la academia debe ser ajena a los avatares políticos y los del incremento de la militancia de los adherentes a una colectividad. Cuando una universidad se pone al servicio de un grupo político, empiezan el oscurantismo, la mediocridad y la intriga, que sustituyen el rigor académico y la investigación. Un sistema educativo donde se crucen intereses políticos y académicos está expuesto a que los programas de estudio se conviertan en panfletos partidistas.

Cierto es que nuestra Carta Política consagró la autonomía universitaria, bajo el entendido de proteger el trabajo y la independencia. Treinta años después de expedida la Constitución, la tal autonomía ha sido utilizada en escenarios para los que no fue concebida.

En efecto, ya no es un misterio que aquí han florecido universidades que son prósperas e impenetrables empresas familiares, que se heredan de padres a hijos. Algunas ya colapsaron, como la San Martín. Bajo la cómoda fachada de fundaciones sin ánimo de lucro, esas universidades son prósperos emporios comerciales, en los que empieza a ganar más protagonismo el propósito de incrementar sus arcas o sus aportes en grupos financieros, que el de multiplicar la investigación o los programas de formación superior. Detrás de eso crecen el nepotismo y el despotismo, y por eso, en medio del ejercicio del poder sin controles, sin rendir cuentas, sin permitir auditorías, nombrando a dedo a los amigos y conocidos, muy pronto asoman para quedarse la corrupción y el rampante clientelismo.

El silencio del Ministerio de Educación frente a esta insólita promoción comercial, con la que el Partido Conservador elevará su cauda y la universidad del actual régimen multiplicará a sus estudiantes de posgrado, es tan cómplice como elocuente. Solo falta que las universidades sean apéndices obsecuentes de los directorios políticos. Eso puede estar por ocurrir, porque además de que la soberbia no les permite a sus protagonistas detenerse, nadie en el Gobierno se atreve con la muy poderosa Sergio Arboleda.

Adenda No 1. Primero cae un mentiroso que un cojo. No hubo lapsus de la desvergonzada presidenta del Centro Democrático sobre los 300.000 dólares que negó haber recibido. La platica sí llegó.

Adenda No 2. Semestre perdido en el Congreso bajo la babosa presidencia de Lidio García.

notasdebuhardilla@hotmail.com

 

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