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Publicidad y propaganda

Humberto de la Calle
24 de enero de 2010 - 04:59 a. m.

DIJO BORGES: “LOS ARTIFICIOS Y el candor del hombre no tienen fin”. Desafortunadamente, ambas ecuaciones de esta sentencia se han visto corroboradas con creces en estas etapas de afanes electorales.

Hace ocho días dije aquí mismo que compartía el llamado del Procurador para que el Presidente cumpliera con la ley de garantías, como simple imperativo de ética pública por fuera de la truculenta discusión sobre si es o no candidato, parecida al cubo de Rubick.

Suponía yo, y espero que también el Procurador, que se aspiraba a una aplicación integral de le ley y que, en segundo término, ello ocurriera en un ambiente de buena fe y de limpieza en la lucha política.

O sea que las decisiones no se limitaran a la transmisión televisiva de los consejos comunales, sino que abarcara la entrega directa de auxilios, los nombramientos, los contratos, la publicidad oficial y todas aquellas prescripciones de la ley que, aunque insuficientes por sí solas para igualar la contienda, al menos constituyen un paso positivo.

Ahora vemos dos cosas preocupantes: que, al menos hasta ahora, la Casa de Nariño ha circunscrito la discusión al elemento quizás menos importante, el de la transmisión de los consejos comunitarios. Y que lo hace de manera bastante insuficiente, abriendo la puerta de la transmisión por medio de la página oficial de la Presidencia en la red.

La justificación, se ha dicho, es que el Presidente tiene derecho a expresarse. Cierto. Pero ese no es el punto; es exactamente al revés. De lo que se trata es de la posibilidad de que todos los candidatos puedan también expresarse en condiciones medianamente equitativas.

Deja un sabor desagradable todo esto. Los funcionarios de Palacio deberían ser conscientes de que un tercer período con cambio de Constitución es algo tan inusitado y anormal, que deben agotar todo esfuerzo para extremar las garantías y salvaguardas. No vivimos una situación ordinaria.

Agréguese la inmoderada propaganda oficial. Una cosa es la publicidad de los actos gubernamentales para brindar información útil a los ciudadanos. Pero otra cosa distinta es la propaganda pura y dura. Y que no se diga que, con apego exegético a la ley, no se ha aumentado la pauta, sino que venía de antes. No está bien que en época electoral se inunde la radio con testimoniales que hablan de las maravillas del Gobierno. Tampoco la profusa propaganda, por ejemplo, del gobernador del Valle. Ni lo fue en su momento el derrame propagandístico de Lucho Garzón desde la Alcaldía. Si no falla mi memoria, una orden de Alberto Lleras prohibió todo eso. Eso de la propaganda oficial tiene poco que ver con la democracia y el Procurador debería intervenir en ello.

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Una curiosidad: El doctor Galán, candidato a Senado, ha dicho que Uribe anula las aspiraciones de las nuevas generaciones. Pero, salvo Andrés Felipe, todos los aspirantes son más viejos que Uribe. ¿Cómo es la cosa?

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