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La falta de sintonía del presidente Santos con sus gobernados lo ha llevado a meter las patas en más de una ocasión.
En esta última, desestimar una protesta a todas luces justa enardeció los ánimos y permitió que se les diera espacio a los infiltrados que no son otra cosa que guerrilleros y delincuentes comunes.
Los bloqueos no cesan y se anuncian más para este fin de semana, lo que terminará por paralizar a Colombia que, atónita, está sufriendo “bogotacitos”, como el caso de Facatativá.
Mucho me temo que las comunidades indígenas del Cauca, si es que no logran atajarlas entre hoy y mañana, salgan a la Panamericana e incomuniquen el sur del país y ahí fue Troya, porque el Eln y las Farc están listas para continuar metiendo sus narices en el paro y sembrar el caos y la anarquía en una región que ha estado en una calma chicha, léase guerra fría.
Lo anterior lo estamos viendo reflejado en las noticias, cada vez más dramáticas y preocupantes, y si no se conjuran estas manifestaciones, la situación se saldrá de las manos del Gobierno, que ha mostrado debilidad y está dando peligrosos bandazos.
Hemos visto cómo la Fuerza Pública no ha sido capaz de contener los desmanes del vandalismo y cómo también, y por protegerse, se le ha ido la mano en la represión, lo que ha caldeado aún más los ánimos.
A este paro nacional agrario se le pueden sumar otros que se ya se están cocinando con la gasolina de sus antecesores y que tendrían funestas consecuencias. ¿Cómo va a hacer el Gobierno para impedirlos? ¿Ofreciendo acaso un oro y un moro que no tiene?
P.D. El ministro regañado —injustamente, además— debe dejar la cartera de Agricultura cuanto antes, no sólo por dignidad, sino porque su jefe lo tiene como fusible para quemarlo en los próximos días y exhibir su cabeza para darle gusto a la gleba.