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Grave equivocación de Iván Márquez y su combo al rearmarse, porque no han dejado salida distinta a la destrucción y la muerte. Otra vez la insurgencia de las Farc les arregla el caminado a las fuerzas de ultraderecha y en particular al Centro Democrático, porque el subpresidente Duque se ha reencontrado con lo suyo: la confrontación armada.
Las Farc hicieron presidente primero a Pastrana y más tarde a Uribe, quienes a pesar de todo lo que invirtieron en seguridad no pudieron doblegar militarmente a los insurgentes. Tuvo que venir el proceso de paz al que muchos le seguimos apostando, aun después de este anuncio criminal de Márquez.
Por supuesto que el Gobierno tenía que reaccionar con vigor frente a este delincuencial desafío. Por eso hay que respaldar lo que ha hecho. Resultaba imposible no ordenar la captura inmediata de los marquecinos y no provocar su expulsión de la JEP. Que el Gobierno haya respondido velozmente con estos instrumentos legales confirma que la justicia transicional sí operó, pues los cabecillas de este reinventado grupo terrorista hoy son prófugos de la justicia.
Pero que nos quede claro, Duque disfrutó este momento y lo seguirá haciendo hasta que un buen día la guerra nos cubra de dolor nuevamente. El mandatario que vimos respondiendo a la provocación de las nuevas Farc es el que añoraban el uribismo recalcitrante, el “Héroe de Invercolsa” Fernando Londoño y el presidente eterno, que sabrán sacarle partido a esta noticia que si bien fue pésima para millones de compatriotas, no lo fue para el cerrado círculo del poder que ahora gobernará en su ambiente siniestro. Por eso salieron muy rápido a ofrecer recompensas y a desempolvar el desprestigio de Maduro, porque ese libreto lo tenían ensayado para cuando llegara esta hora, y muy pronto Duque y su comisionado de guerra Ceballos le cumplirán a Uribe su orden de volver trizas la paz. Ya lo verán.
Pero ni aun así Duque convence. Las gentes desconfían y con razón. En efecto, lo primero es reflexionar si la fuerza pública sí tendrá la decisión de enfrentar a una guerrilla que de un lado amenaza aliarse con el Eln, pero al mismo tiempo anuncia que solo actuará si es atacada y que no volverá al secuestro con fines económicos aunque no lo descarta por motivaciones políticas. No va a ser fácil convencer a los militares de que regresen a la batalla, cuando ya muchos de ellos estaban disfrutando de la paz, u otros están desmoralizados por los escándalos de “falsos positivos” y por la corrupción de delincuencia común.
Asombra la miopía de quienes han minimizado la segunda Marquetalia con la bobería de que no hay nada de qué preocuparse porque el 90 % de la insurgencia sigue cumpliendo sus obligaciones derivadas del proceso de paz o, como lo dijo uno de esos charlatanes de la paz, porque “son solamente cuatro gatos”. Es la ceguera hija de la ignorancia. Con menos alzados en armas se iniciaron las Farc luego de Marquetalia en 1964 y ese minúsculo grupo de bandoleros descamisados creció y pusieron en vilo la democracia. Hoy que las nuevas Farc arrancan con guerrilleros profesionales, es una imbecilidad descalificarlos con el argumento de que son poquitos. Basta que haya un solo bandido dispuesto a ejecutar un acto terrorista para que se amenace la tranquilidad colectiva. El terrorismo no es oficio de multitudes, sino de muy pocos que unidos generan pánico e incertidumbre.
Que la fuerza legítima del Estado por fin venza a los rebeldes que renunciaron a la paz es la única opción. Pero nada de esto nos saldrá gratis, de ello nadie puede tener duda. Hemos regresado a las horas más oscuras de nuestra siniestra historia y estamos otra vez en manos de unos lunáticos que harán de la guerra un instrumento de gobierno y supervivencia política.
Adenda No. 1. La Fiscalía, desapareciendo a los desaparecidos, como con razón lo comentó Francisco Gutiérrez Sanín.
Adenda No. 2. El oportunista exfiscal Néstor Humberto Martínez revela lo que no informó en su momento sobre un posible atentado a un miembro del Secretariado de las Farc. Genio y figura.
Adenda No. 3. Que se divulguen los nombres de los periodistas fletados por Odebrecht.