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Con espléndida prosa la Constitución del 91 adoptó para Colombia el modelo de economía social de mercado.
Nadie en Colombia se opone hoy a ese modelo, ni siquiera las FARC que, como lo ha mostrado el proceso de La Habana, también aceptan la economía de mercado. Pero en los años que vienen entraremos en un debate sobre los contenidos del modelo y la mejor forma de llevarlo a la práctica. Por tanto, bien vale la pena poner sobre la mesa una vieja idea que se ha venido abriendo paso en los últimos años en varios países y que puede ayudar a conciliar las metas de libertad económica y justicia social: la renta básica.
El principio de la renta básica es muy sencillo: darle a cada ciudadano una suma de dinero garantizada, sin importar si se encuentra empleado, desempleado, subempleado o simplemente inactivo. El nivel exacto dependería del consenso político que se logre pero idealmente debería estar cerca de un mínimo de subsistencia. Razones de espacio me impiden discutir aquí todos los detalles. (El lector interesado puede encontrar muchísimos materiales en ww.redrentabasica.org.) Por tanto me voy a limitar a discutir algunas de las objeciones más comunes y a sugerir razones por las cuales esta propuesta sería particularmente oportuna en Colombia.
La crítica más común, que la renta básica premia a quien no trabaja, es una mala interpretación muy fácil de rebatir. Como la renta básica es incondicional, mantiene intactos los incentivos a trabajar: mientras más trabaje el individuo, más gana.
Con la renta básica aumentarían los salarios de los peores trabajos de la sociedad. De otro modo, quienes ocupen esos empleos preferirían quedarse simplemente con la asignación garantizada. Pero eso es una cualidad, no un defecto: es hacer que el mercado reduzca la brecha entre trabajo calificado y trabajo no calificado.
Otro argumento erróneo pero muy común es que la renta básica genera inflación. Como cualquier otro gasto público, una renta básica indebidamente financiada, aumentaría el déficit fiscal y por tanto la inflación. Pero una renta básica fiscalmente responsable, no tiene por qué tener impacto sobre la inflación, ni sobre el déficit fiscal, ni sobre la deuda pública.
En últimas, la renta básica busca llevar a la práctica el ideal de la propiedad colectiva sobre la riqueza nacional de una forma que sea compatible con las complejidades de una economía de mercado moderna. Esa es precisamente la razón por la cual resulta una idea pertinente para Colombia. Veamos por qué.
Al estar cada vez más integrada al comercio mundial y a los flujos internacionales de capital, la economía colombiana se ha vuelto más volátil. Los últimos años han resultado en algunas de las mejores y algunas de las peores tasas de crecimiento de la historia. Esta volatilidad ha venido acompañada de patologías del mercado laboral que resultan en un desempleo estructural muy alto (cerca del 11%) y niveles de subempleo y empleo informal cercanos al 50%. Los recursos naturales, que la Constitución declaró patrimonio de toda la sociedad, ocupan un peso cada vez mayor en la economía colombiana como lo demuestra el auge minero de los últimos años. Ante estas realidades, la renta básica es una forma pragmática de consolidar un estado del bienestar que mitigue el impacto de las fluctuaciones, que beneficie a los trabajadores informales a la vez que mejora la capacidad de negociación del trabajo frente al capital y que se sintonice con las nuevas fuentes de crecimiento del país.
La renta básica en Colombia podría ser una propuesta de consenso, con apoyos de izquierda y derecha. En nuestro medio ya existen programas similares a la renta básica como Familias en Acción. Aunque la renta básica es una propuesta de estirpe socialista, y hoy en día es bandera de muchos grupos progresistas en Europa y América Latina, también ha generado apoyo en sectores de la derecha libertaria. En Estados Unidos en los años 70s, el gobierno Nixon, con apoyo de congresistas Demócratas, estuvo a punto de poner en marcha un plan de renta básica, el "Impuesto de Renta Negativo," que establecía un umbral de ingreso por debajo del cual los individuos recibían una transferencia. El Estado de Alaska tiene la menor desigualdad del país gracias a su sistema de renta básica creado por un gobernador Republicano como una forma de utilizar las regalías petroleras.
La renta básica no haría desaparecer las diferencias políticas en el país pero sí desplazaría los debates a nuevas esferas. Sentaría las bases para un nuevo pacto social, justo lo que se necesita ahora para aclimatar la transición hacia lo que algunos ya nos ilusionamos con llamar el post-conflicto.