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Romper conversaciones en caliente con el Eln luego del atentado demencial a la Escuela de Policía no ha resuelto ningún problema y, en cambio, sí es motor de muchas dificultades que el Gobierno no puede enfrentar porque no hay equipo, ni programa, ni voluntad política.
El subpresidente Duque —o “farandulero” como lo llama ese antioqueño iluminado de Gilberto Tobón Sanín— pensó torpemente que acabar conversaciones con el Eln consistía en dejar en La Habana a Gabino y a todo el equipo negociador de los insurgentes y que aquí nada pasaría. Fatal equivocación que está pasando factura, pues el Eln tiene una base política significativa y presencia beligerante en varias zonas del país.
El portazo al Eln y la pretensión de desconocer lo pactado con ellos para sentarse a negociar fue un acto de soberbia. La comunidad internacional rechazó ese intento de burlar los protocolos, y hasta los colombianos expresaron en diferentes encuestas su desacuerdo a ese atajo con el que el Gobierno quiso encarcelar a los cabecillas del grupo insurgente.
Los elenos están ejecutando actos terroristas en lugares y actividades sensibles, recrudeciendo la guerra, mientras la fuerza pública parece acorralada ante cada nuevo atentado. Si las conversaciones no se hubieran roto, muy posiblemente tendríamos un cese a las hostilidades y menos zozobra en muchas regiones donde las gentes están atemorizadas.
Y lo de la revuelta de la minga —que al momento de escribir esta columna aún no se arregla— ni se diga. En el empalme del Gobierno saliente con el entrante, a la hoy ministra del Interior le advirtieron que debía vigilar el curso de las conversaciones con los indígenas porque eso podía estallar. Le entró por un oído y le salió por el otro; retiró del Congreso un proyecto que habría aliviado la población indígena.
La consecuencia de este desorden está a la vista y lo peor es que ya los empresarios empezaron a mandarle señales a Duque de que utilice la fuerza para desbloquear la vía Panamericana. Hasta la presidenta del Centro Democrático, Nubia Stella Martínez, en un trino calificó de “comprensible” el desespero de los caucanos y nariñenses, invitándolos subliminalmente a que reaccionen por la fuerza contra la minga, o lo que es lo mismo, a que se generen enfrentamientos entre la población civil. Este Gobierno tambaleante y débil, que hace las cosas en función de las encuestas —donde le está yendo muy mal— y para no mortificar a la derecha recalcitrante, a lo mejor pisa ese anzuelo mortal de creer que con el Esmad va recobrar la paz que por sus torpezas no pudo mantener.
Por acatar las órdenes del presidente eterno y las siniestras recomendaciones del fiscal Néstor Humberto Martínez, Duque se fue de bruces objetando la Ley Estatutaria de la JEP luego de que había sido declarada ajustada a la Constitución y hoy camina lentamente a recibir una muenda política y mediática sin precedentes.
Ya es hora de que Duque entienda que no puede seguir entregándoles el país a sus consejeros como Francisco Barbosa y Karen Abudinen, ambos conversos, cerebros de toda esta avalancha que ya se salió de cauce, ni gobernando como si Colombia fuera una finca uribista donde todo se maneja a gritos del capataz.
Lo del canciller Holmes Trujillo es patético; su manejo de las relaciones internacionales está humillando al país y generando desconfianza afuera. En general, no hay con quién en ese gabinete ministerial plagado de burócratas ansiosos de poder personal que nos están conduciendo a una sin salida.
Inflamado el ambiente y alborotado todo, el Centro Democrático pretende en ese río agitado que se convoque una constituyente en la que restablecerían el articulito para que Uribe ejerza el mando, ya no en cuerpo ajeno. Eso es lo que en verdad buscan, pero no han advertido que, por ese camino tortuoso, están creando las condiciones sociales y políticas adversas para que Duque tenga que dejar el cargo, con o sin constituyente, y que asuma el timón ese otro cataclismo que es Marta Lucía Ramírez, otra conversa, la más pura expresión del fascismo criollo.
Adenda. ¿Quiénes asesinaron al estudiante de la Universidad del Valle Johnny Rodríguez, cuando protestaba pacíficamente por el crimen de Jhonatan Landines? La paz de los cementerios.