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El efecto que el negocio del clic y la atención de las redes sociales puede producir en el periodismo parece privilegiar un modelo de “fast news” que se pone al descubierto con la desbandada de periodistas de Semana luego del anuncio de que la revista se fusiona con Dinero y de que se unirán la revista impresa y la digital.
La Silla Vacía publicó una interesante explicación de la crisis por la tensión que provocaron dos estilos en conflicto. Precisamente un periodista entrevistado lo resume como: “Las quejas eran sobre todo con esas vainas que se vuelven virales”. Menciona los dos modelos que entraron en conflicto, que tampoco son nuevos. Tradicionalmente han convivido medios “serios” y medios “sensacionalistas”, lo que sí parece ser nuevo es el periodismo del “clickbait”, aprovechando la economía del clic, que es heredero del sensacionalista. Este modelo crece y puede ser un buen negocio, como parece mostrar la nueva Semana, pero podría amenazar la salud del espacio público por el rol que el periodismo independiente juega en él.
“Clickbait” significa literalmente “enlace carnada”. Esta expresión “se usa peyorativamente para describir titulares sensacionalistas, que resultan ser anuncios o simples engaños”, es una forma de negocio medio fraudulento a la que incluso se culpa de ser dispersor de desinformación. Pero también se refiere al contenido de carácter sensacionalista o provocador, que busca atraer la atención y a los visitantes a una página web determinada. De esta se deriva otra expresión, la del periodismo del clickbait que parece ajustarse a la descripción del viraje que viene dando Semana.
No puedo dejar de pensar que para referirnos a “clickbait” en español podríamos hablar de “enlace-atrapamoscas” y no importa de cuál de los tipos hablemos, el propósito es atraerte para que hagas clic, porque mientras más personas caigamos, más se gana en publicidad online. Entonces sí, la máxima es viralizar el contenido.
De los diferentes análisis que se han hecho sobre la transformación de Semana habría que concluir que a estas alturas para nadie era secreto el cambio que se gestaba. Su sello de medio serio, propiedad de un periodista, cuyo negocio no era el éxito comercial sino la influencia, analizando y moldeando el poder, que le apostaba a la investigación, desaparecía. Sin los López es claro que Semana apuesta por lo digital en un modelo sensacionalista, con contenidos que apelan sobre todo a las emociones básicas -más que a la razón-, por más contenidos diarios para redes con menos periodistas.
En esta lógica, para algunos, el periodismo y negocio de la vieja Semana languidecen, pero lo que sí podemos decir es que con los cambios el modelo florece y crece. De hecho, aumentan los lectores y la verdad es que es una forma de hacerlo, nos guste o no.
De una manera u otra todos los medios han ajustado sus dinámicas para aprovechar las redes sociales y aprenden a usar herramientas de clickbait para incrementar la lectura de sus contenidos y ganar con la venta de espacios de publicidad dirigida. El proceso puede verse como un reto para los periodistas que tienen una deuda con sus audiencias, para atraerlas y explicar sus temas. Pero, ¿cuál es el riesgo cuando esto se lleva al modelo editorial?
El primero es que el modelo tiende a privilegiar contenidos triviales, deja de lado los más serios. Las decisiones editoriales dan más importancia a las métricas de la viralidad, los datos del consumo de noticias, sacrificando con mayor frecuencia otros criterios como el interés público.
Por otro lado, para responder a las necesidades de la economía del clic de las redes sociales, deben satisfacer el apetito de atención. Las redes demandan y premian la constante publicación de contenidos, esto hace que se incremente su producción. Pero la creación de “fast news” contraviene la capacidad de los periodistas y los medios para desarrollar contenidos de impacto político, económico y social, que requieren más tiempo y análisis -el periodismo de investigación y denuncia-.
Si vemos el cambio como que debilita un tipo de periodismo del que Semana se preciaba —medio serio en el debate público del país, que desveló importantes escándalos en su vigilancia del poder—, el efecto es el adelgazamiento de la información al alcance del público y menos periodistas respaldados por una marca fuerte haciendo preguntas. También podría ser que la fuerza de la marca ayuda a que incrementen los titulares escandalosos en los que la gente no profundiza, aumenta la polarización y se abona espacio para teorías conspirativas y la desinformación. Las recientes elecciones gringas dejaron varios análisis sobre la responsabilidad de los medios en las crisis políticas por el tipo y la forma de información que facilitan.
No se puede afirmar que en ausencia de los medios más sensacionalistas los lectores acuden a los serios, pero que desaparezcan referentes del periodismo de investigación y denuncia como la vieja Semana no es una buena noticia para el espacio público en Colombia.
¿Cómo se llena ese vacío? En Colombia los medios digitales independientes están creciendo y llenan diferentes espacios, hacen buena investigación, pero su limitado alcance y los desafíos para tener un modelo de sostenibilidad no son menores, nos tomará tiempo, esfuerzo y solidaridad llenar el espacio.
Ahora, me llamó la atención que en el 2015, el representante de una asociación de periodismo en Reino Unido dijo: “Para la BBC hay una mayor carga si el sector privado abandona el periodismo de interés público”. Fue su respuesta a la pregunta sobre cuál era el efecto del clickbait en los medios públicos. Pero esta respuesta la da BBC -que se reconoce como un medio público sin la presión comercial del sector privado y que tiene una política editorial diferencial-. En Colombia los espacios periodísticos en la cadena pública son pocos y tienen sus propias crisis -como cuando salió Carlos Alberto Chica-. Deberíamos fortalecer esta capacidad en los medios públicos.
En todo caso el reto como sociedad es no olvidarnos de pensar y trabajar para asegurarnos de que el periodismo de interés público exista y se mantenga.