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Este diciembre ha sido bien diferente a los de otros años. Estamos atiborrados de trabajo, las celebraciones han sido más bien parcas y con el 24 a media semana, todos estamos corriendo para definir el plan y lo que vamos a comer. Aquí empezamos todos a negociar la tradición familiar, los gustos de los invitados y hasta la hora de servir, porque en nochebuena que se respete, la cena se sirve a medianoche.
Esta semana he visto en redes sociales muchas preguntas: “¿Qué comen en la cena?” “¿Almuerzo o cena?” y “¿Quién cocina ese día?”. Pero lo que más me ha divertido son las respuestas, porque en muchas oportunidades leo “lo que mi suegra quiera”, “llevo de regalo lo que yo quiero comer” o simplemente, y por presunción, la temida frase de “lo mismo de siempre”.
Esto me llevó a hacer un pequeño inventario de tradiciones que abren la puerta para que este fin de semana hagan sus últimas compras y la cena sea realmente un punto de encuentro, donde cada invitado a la mesa pase una maravillosa velada. En el interior, todos tenemos entre nuestros gustos y preferencias a su majestad el ajiaco, con aguacate y todo lo que manda la ley; el tamal con pan fresco, el pernil de cerdo con salsa de ciruelas o el pavo con su relleno. Estos dos últimos acompañados de una buena ensalada, bien sea de papa o de vegetales, y de ahí en adelante todo lo que le quieran sumar.
El Caribe le agrega más sabores a la mezcla, para tener la excusa para empezar las fiestas, como Dios manda, desde más temprano. Cerdo, chivo, pavo o sancocho de pescado se suman a los platos, así como el arroz apastelado, la comida libanesa o un gran asado. No se puede olvidar mucho arroz de coco con pasas, yuca y una buena sazón.
Nuestro Pacífico, haciendo honor a sus costas, también nos sorprende con platos llenos de sabores del mar, además de cochinillos, cuy o un suculento sancocho de pescado. Los Santanderes, por su parte, se reconocen por su carne oreada, chivo, pepitoria, pollo alcaparrado y grandes y suculentos postres y conservas caseras como higos, cascos de naranja, además de tortas negras.
Como ven, la multicultural idad de Colombia regala la posibilidad de mezclar, probar y celebrar, siempre con moderación y mucho amor. ¡Felices compras a todos! Y una suculenta navidad.
Hoy les quiero recomendar un lugar mágico en Bogotá. Ingresando por lo que aparentemente es una sencilla puerta del tradicional del barrio La Candelaria, llegué a un lugar del que me habían hablado mucho: Prudencia (@prudencia_restaurante). Contrario a lo que me imaginaba, encontré un restaurante sencillo, en una casa tradicional de la capital, de esas de patio central, un solar con huerta orgánica y donde la hestia (el asador) es la protagonista del lugar.
Desde la sentada ya se sabe que vas a comer muy bien por su cálido servicio, su pan recién sacado del horno de leña, el aroma de las mezclas de sus especies y los frascos con fermentos propios. Un menú con cuatro platos por un precio fijo donde se puede elegir el fuerte, sea con proteína animal o vegetariano, es la disculpa para dejarse sorprender, y les aseguro que es de esas sorpresas agradables que van llegando bocado a bocado. Las verduras y las carnes, todas, son “santo citas” con acento de antaño, tal cual como ellos lo definen, cocina campesina del mundo. Me encontré de vecinos a alemanes, indios, españoles, boyacenses y ciudadanos del mundo, y el eco de cada mesa era una expresión de satisfacción absoluta. Definitivamente la buena comida, como el amor, es un lazo universal.
@chefguty