Transmilenio, ahora el aire cuenta

Juan Pablo Ruiz Soto
31 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.
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Presión reciente y creciente de los bogotanos por el aire que respiramos es resultado del deterioro de su calidad y señal de mayor conciencia sobre la relación entre dicha calidad y la salud pública. Ahora, el aire cuenta y cuesta.

Hace 20 años, cuando se discutía el diseño y montaje de Transmilenio, la ciudadanía no expresó ninguna preocupación por el combustible que usarían los buses del sistema. Podrían haber sido tranvías eléctricos o buses diésel; eso parecía no importar. Las cosas cambiaron y seguirán cambiando. Hoy hay gran expectativa respecto de la asignación de nuevos buses para Transmilenio, anunciada para el 2 de noviembre: ¿en qué proporción incluirá buses de gas y electricidad?

Esta asignación mostrará tendencias respecto a cómo la administración de la ciudad piensa reemplazar las chimeneas que están circulando y asumir responsabilidad frente a la salud de sus habitantes. Me refiero a los de Transmilenio, los del SITP y los demás que rondan por todas partes. Hay buses que en cualquier ciudad medianamente civilizada no saldrían a las calles; sus conductores no se atreverían a agredir a la ciudadanía con esos niveles de contaminación. Acá, el conductor sale tranquilo, la administración de la ciudad no los ve y los ciudadanos nos montamos a las chimeneas sin protestar. A todos nos faltan conciencia y acción para superar la etapa fósil.

En el mundo, las ciudades muestran claras tendencias hacia un transporte público más limpio. El informe reciente del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, sobre los efectos del calentamiento global, fuerza a nuevos compromisos para disminuir las emisiones de los gases efecto invernadero.

En Washington, la empresa de buses públicos Metrobus hizo su última adquisición de buses diésel en 2012 y, desde entonces, todos han sido de gas (264 unidades) o híbridos diésel-eléctricos (235 unidades). En Londres, cerca del 30 % de los buses en circulación son de bajas emisiones y, junto con París, están en la ruta de transporte público basado en electricidad para 2025, con el propósito de llegar a un sistema de emisiones cero en un futuro cercano. Nueva York y Los Ángeles están invirtiendo en buses eléctricos. Pero el referente global está en la ciudad china de Shenzhen, donde sus 12,5 millones de habitantes se transportan todos en un sistema de buses 100 % sin emisiones: son 16.359 buses eléctricos. El World Resources Institute (WRI) hace un reconocimiento especial a Shenzhen como la ciudad que está moldeando el futuro de muchas ciudades en el mundo y asegura que, muy pronto, los buses eléctricos se impondrán globalmente.

En China hay 385.000 buses eléctricos en operación y cada cinco semanas están entrando en circulación 9.500 nuevos buses de cero emisiones. Por razones de salud pública, el gobierno chino subsidia la sustitución de buses diésel por eléctricos. El Banco Mundial, tras un análisis de ciclo completo, encontró que la operación de eléctricos es más barata que la de diésel.

¿En qué dirección nos movemos nosotros, señor alcalde? ¿Dará oportunidad a los eléctricos y masificará el gas, como Medellín, que tiene sus 394 buses Metroplús de gas? ¿O seguiremos con chimeneas rodantes a 2.600 metros más cerca de las estrellas?

 

 

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