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Aunque al grueso de los colombianos lo que pasa fuera del país les dice poco —abundan entre nosotros los provincianos—, el mundo en estos días ha estado muy convulso y no sobra echarle un vistazo. No vaya a ser que los episodios externos preludien nuestro futuro cercano.
Podría empezar por el drama de Ecuador, con todo y la moraleja de que no es posible derogar los absurdos subsidios a los combustibles fósiles, que una vez quemados envenenan el aire de todo el planeta. Moreno se equivocó al no ofrecer a cambio otros beneficios, necesarios para los pobres a la vez que sanos en lo ambiental. Prefiero, sin embargo, trasladarme primero a Siria, donde Trump hace estropicios a escala planetaria. Mientras las milicias kurdas fueron útiles para combatir al Estado Islámico (EI), los americanos las apoyaban y protegían; ahora que Trump redescubrió a su homólogo Erdogan, el sátrapa turco, tuvo una idea genial: poner a los kurdos en sus manos asesinas. ¿Le importa acaso que ellos tienen a miles de presos acusados de pertenecer al EI, muchos muy peligrosos, los cuales han empezado a salir de las cárceles por centenares? Lo que tal vez Trump no esperaba era que los kurdos forjaran una alianza con el régimen de Assad y los rusos. O sea que el demente a cargo de Estados Unidos optó por algo que beneficia directamente a los enemigos de su país y de sus aliados, los europeos. Estos últimos están iracundos, si bien no pueden hacer mayor cosa para reversar el curso de los acontecimientos.
Pasando a Polonia, allí acaba de ganar las elecciones parlamentarias el partido ultraconservador de Kaczynski, cuyo hermano gemelo murió en un accidente de avión. Viene un programa de derecha en toda la línea. Algunos de sus partidarios, por lo demás, consideran a Olga Tokarczuk, ganadora del Nobel de 2018, una traidora de su país. En la cercana Hungría está en el poder desde 2010 Viktor Orbán, un extremista de derecha quien ha recuperado un inmenso poder debido, entre otras, a una política virulenta contra la inmigración, los gais, las mujeres y el control natal. Se está generando en Europa oriental un núcleo venenoso muy peligroso.
En España, sigue sin resolverse el lío catalán, aunque el Tribunal Supremo impuso penas de nueve a 13 años de cárcel a nueve líderes independentistas. De más está decir que allá se está armando un nuevo follón y que la cosa no va a quedar así. Uno no vislumbra soluciones a corto o mediano plazo. Ni hablar, por ahora, de realizar un referendo bien planeado para que sean los propios catalanes quienes deciden si se van (a la sucia intemperie) o se quedan en la Unión Europea. Y vaya que se me quedan continentes entre el tintero.
¿Qué tanto de todo esto depende de nosotros? Algunos ideólogos ilusos dan a entender que bastante, pero no hay tal. Colombia a lo sumo puede prepararse para los coletazos que la afecten directamente. De resto, el país es un espectador fastidiado de casi toda la política mundial. Algo tal vez pueda opinar y hacer sobre los vecinos, diga usted Ecuador y Venezuela, así esté visto que no podemos modificar nada de fondo ni siquiera en el vecindario. ¿Todas estas razones validan nuestro agudo provincianismo? Al contrario, hay que aprender a moverse y al progresar en un mundo convulso, no vaya a ser que uno de esos torbellinos nos arrastre al desastre, y quedemos hundidos en una debacle claramente evitable. Si por fortuna ya evitamos otras...