Una enfermedad del pasado

Andrés Hoyos
23 de enero de 2019 - 05:45 a. m.
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A la complicada ecuación colombiana no le faltaba sino el ingrediente del jueves pasado: un carro bomba contra la Escuela de Cadetes General Santander, que asesinó a 20 de ellos.

Es difícil entender la degradación de una organización como el Eln. ¿Para qué sirve matar jóvenes aspirantes a policías? ¿La idea es dañar las posibilidades de la izquierda legal? Yo creo que el Eln durará un tiempo más, poco, y después serán un recuerdo vil. Son una enfermedad del pasado, nada más. El Eln trabaja para la derecha y el conservatismo colombianos.

Al hablar de que el Eln es una federación lo que realmente quieren decir es que carece de unidad de mando. Ahora la fuerza dominante son los extremistas. La reticencia a negociar tiene nombre propio: Pablito (Gustavo Aníbal Giraldo), junto con su lugarteniente, Ariel (Jaime Galvis Rivera). La rocambolesca trayectoria del primero, que cuenta con una fuga causada por el imprudente traslado de un juez y que incluye secuestros de gringos por los que lo piden en extradición, hace imposible su participación en un proceso de paz. Hay que apartarlo del Coce. Siento decirlo, pero lo más probable es que eso tenga que ser a las malas.

Las Farc siempre fueron más potentes que el Eln y por fin un día se convencieron de que no tenían futuro militar. Jojoy murió en combate. Con él vivo, el proceso hubiera sido más difícil. El Eln es vulnerable, por supuesto. Está en menos zonas, más localizado y la Fuerza Pública puede atacarlo con mucha eficacia. Ni siquiera tienen cómo tomarse un pueblo pequeño.

Dicen en Insightcrime lo siguiente: “El Eln no se está expandiendo solo en Colombia. La vecina Venezuela, sumida en el colapso económico y la criminalidad extendida, se ha convertido en terreno fértil para la expansión del Eln. [Nuestra] investigación ha seguido la pista a la presencia del Eln en 12 de los 24 estados de Venezuela, muchos de ellos lejos de la frontera con Colombia. Aunque la presencia del Eln en Venezuela no es nueva, se había concentrado en tres estados fronterizos: Apure, Táchira y Zulia; ahora los insurgentes colombianos tienen influencia en todo el país y parecen estar prestando especial atención al estado de Bolívar, rico en oro, imponiendo el orden e ‘impuestos’ a la minería informal que se extiende por todo ese estado”.

Algún día volverá la negociación con el Eln, pero no antes de que el Estado les dé varios golpes demoledores y el mando pase a los más moderados. Buena parte de lo discutido recientemente es inocuo. Llegar o no a un acuerdo político local no tiene efectos militares y, por lo tanto, su impacto será secundario. Es normal que Cuba y Colombia no se pongan de acuerdo sobre qué hacer tras el rompimiento. No habrá al respecto ningún lío internacional de proporciones. Ni siquiera creo que lo haya con Maduro, pues pese a lo útiles que allá resultan los elenos, por primera vez veo al sátrapa debilitado. Si estuviera fuerte, Juan Guaidó estaría en la cárcel y no lo está. Algo significativo pasa entre los militares del vecino país y eso no facilita el accionar del Eln.

Otro cantar es el uso oportunista que algunos quieren dar al atentado. Aclaremos, en todo caso, la necesidad de las comillas. La organización en la que militaba el terrorista del carro bomba es de “izquierda”, no de izquierda. La izquierda verdadera entiende que el Eln debe desaparecer para que ellos puedan aspirar al poder en Colombia en el futuro.

andreshoyos@elmalpensante.com

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