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Con la agudización de la crisis venezolana, Estados Unidos y Rusia han aprovechado la oportunidad para medir fuerzas. En cierta medida, han ratificado que en la pos-Guerra Fría los fines siguen justificando los medios. Estados Unidos y Europa subestimaron los costos de llevar la OTAN a las puertas de Rusia. Actualmente, Rusia está cercada por 29 bases militares de la OTAN.
No se sabe si Rusia realmente cree que el presidente Nicolás Maduro es el líder que deberá seguir al mando de Venezuela. Sin embargo, pareciera ser que su alianza estratégica con Venezuela es un importante instrumento para demostrar a Estados Unidos que la Rusia de Putin está dispuesta a salir de su zona de influencia para poner en marcha la consecución de objetivos estratégicos en América Latina y el Caribe.
A este escenario debe agregarse la acusación a Rusia de injerencia en las elecciones de Estados Unidos y la posibilidad de que por este motivo el presidente Trump sufra un proceso de impeachment en el Congreso norteamericano.
La crisis de Venezuela le cae como anillo al dedo a Donald Trump. Una confrontación con Putin podría demostrar que sus vínculos con el gobierno ruso no son tan estrechos como parecen. En este contexto, él activa la doctrina Monroe (“América para los americanos”), con el apoyo de sus aliados regionales, en un conocido juego geopolítico: Rusia versus Estados Unidos.
Es probable que con una Europa supeditada a la política de defensa y a intereses estratégicos de Estados Unidos, esta contienda se desarrolle más rápidamente. Al lado de Rusia estarán China, Irán y Turquía. Imposible creer en la displicencia de John Bolton, en una entrevista colectiva, cuando permitió que vieran la anotación que decía “Colombia 5.000 tropas”.
El hecho que debe haber sido milimétricamente calculado, además de mostrar su capacidad militar podría reabrir el debate sobre la necesidad de nuevas bases militares en la región, de preferencia en el sur del Cono Sur. En este momento, esto sería fácilmente justificado por la crisis venezolana, a nombre de la seguridad regional y hasta bien visto por algunos mandatarios, que intentan demostrar su alto grado de alineamiento con Washington.
En lo que se refiere a China, sus objetivos en la Venezuela de Maduro no son ideológicos; son sobre todo económico-comerciales. China es el mayor acreedor del gobierno venezolano, con una deuda de aproximadamente “US$70.000 millones”.
Las garantías de pago de esta deuda son las enormes reservas de petróleo, las cuales fueron cuantificadas cuando Venezuela lanzó su moneda petro. La preocupación real de China es la posible repartición del petróleo de Venezuela, en la era pos-Maduro, en donde los protagonistas podrían ser Estados Unidos y Europa.
Lo cierto es que en este juego global, el déficit democrático, la ausencia de libertad, la escasez de alimentos y la crisis política, económica y social de Venezuela importan muy poco. Venezuela, con Guaidó o sin Guaidó, con Maduro o sin Maduro, tendrá muy poca autonomía para elegir su propio camino.
*Profesora de la Universidad Externado de Colombia.