A qué le están apostando los partidos para las elecciones regionales
Proyecciones y escenarios de cara a los comicios del próximo domingo, a partir del pulso por las gobernaciones, en las que se reconfigurará un nuevo mapa del poder político en el país, para muchos antesala de la lucha por el Congreso y la Presidencia de la República en 2022.
-Hugo García Segura / @hgarciasegura
Las del próximo domingo 27 de octubre serán las primeras elecciones de autoridades locales y regionales después de la firma del Acuerdo de Paz con las Farc. Y aunque en un principio se esperaba que el proceso transcurriera en tranquilidad y en un ambiente democrático amplio y abierto, tal y como sucedió con los comicios del año pasado a Congreso y Presidencia de la República, la realidad ha sido diferente y Colombia ha vuelto a revivir, en parte, escenarios que se creían superados. En el Cuarto Informe de Violencia y Dinámica Electoral, la Fundación Paz y Reconciliación (Pares) advierte que, a dos semanas de la cita en las urnas, el país continúa sumido en una ola de violencia electoral que se hace cada vez más letal y se expande a un mayor número de territorios. En los 349 días que cubrió la investigación, se registran 230 víctimas de 177 hechos ocurridos en 28 departamentos y 136 municipios.
Pero el proceso sigue adelante, pese a que, en cierto momento, algunas voces plantearan la posibilidad de suspender las elecciones en aquellos sitios más críticos y, en esta recta final, candidatos, partidos y movimientos políticos afinan sus campañas, buscando alianzas de última hora, incluso con fuerzas de orillas ideológicas opuestas o, en otros casos, elevando el tono de sus discursos en contra de sus competidores, planteando propuestas audaces e irrealizables. Y a veces recurriendo a estrategias, como por ejemplo, divulgar información falsa en redes sociales de sus rivales o dando a conocer encuestas rebuscadas o falsas, que solo apuntan a desorientar al electorado, buscando sacar provecho de lo que los analistas llaman el “voto útil”; es decir, aquel por el que los ciudadanos se inclinan a última hora en función de quien va ganando.
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Cuando se trata de elecciones territoriales es muy incierto hacer pronósticos sobre quién va a ganar qué y dónde. A excepción de algunos departamentos y ciudades, como Atlántico y Barranquilla, donde las encuestas —las serias— muestran una clara tendencia a favor de determinados candidatos. Pero hay análisis que permiten establecer cómo están jugando los partidos y a qué le apuestan, de tal manera que se puede ir haciendo el ejercicio de configurar ese nuevo mapa político del país, sobre todo en cuanto al poder regional —léase gobernaciones—. La incertidumbre crece, además, cuando en el actual escenario lo que imperan son las coaliciones y los candidatos avalados por firmas, muchos de los cuales, sin embargo, tienen detrás a los partidos tradicionales. Igual, se trata de una multiplicidad de factores que varían de un momento a otro, con uno muy particular que se debe tener en cuenta: el juego que tras bambalinas mueven los contratistas, hoy por hoy principales financiadores de campañas.
Así las cosas, en el documento Parteaguas de la gobernabilidad: escenarios y posibles consecuencias de las elecciones del 27 de octubre, el analista John Mario González plantea que los resultados del próximo pueden ser trascendentales para la gobernabilidad del presidente Iván Duque, y para la misma sostenibilidad de la figura del expresidente Álvaro Uribe, al igual que de las posibilidades de consolidación del Centro Democrático. Servirán igualmente para probar la fortaleza en lo local y regional del Partido Liberal y Cambio Radical, incluyendo en el caso del primero, el afianzamiento de César Gaviria en su jefatura, así como la recuperación de espacios para el Partido Conservador, la sostenibilidad de la U, y la confirmación o no del crecimiento de los verdes, el Polo, la ASI y Mais. Y serán un reto para los partidos cristianos: Mira y Colombia Justa-Libres. Un ajedrez en el que cada uno mueve sus fichas en proyección a 2022, pues bien es sabido que estos comicios son el primer asalto por el Congreso y la Presidencia dentro de tres años.
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En el caso del Centro Democrático, son muchos los que esperan que a partir de esta cita en las urnas se comience a marcar el declive de Uribe. No obstante, estaría por verse si eso será suave y controlado, o brusco y raudo. Para González, si bien hace ocho meses cualquier candidato de derecha quería el aval del uribismo, y el propósito del partido era tener fichas propias en el mayor número posible de municipios y departamentos, la baja aprobación de la gestión del gobierno Duque y el tratamiento político a sus bases se convirtió en un fatigoso lastre. El Centro Democrático desmontó sus candidaturas a las gobernaciones de La Guajira y Boyacá, a la Alcaldía de Bogotá, y sus candidatos en Valle, Risaralda, Huila y Quindío están en dificultades. Un claro ejemplo de lo sucedido se da en este último departamento, donde a Álvaro Arias, avalado junto a los conservadores y Colombia Justa-Libres, lo dejaron los líderes regionales solo para irse a apoyar a Javier Ramírez.
Más allá de las coaliciones, mirando el tema de gobernaciones, la apuesta del Centro Democrático está en Antioquia, Arauca, Caldas, Córdoba y Casanare, lo que, de darse, sería un resultado satisfactorio para el que es hoy partido de gobierno. Sin embargo, el panorama es de dificultades. En Antioquia, Andrés Guerra, su candidato, la tiene dura frente a Aníbal Gaviria, que se inscribió por firmas pero es de clara ascendencia liberal. En Casanare, la ventaja en las encuestas la tiene Marco Tulio Ruíz, también liberal, y en Caldas, hasta hace un mes Camilo Gaviria Gutiérrez, apoyado en coalición con liberales y ASI, no tenía contendor, pero en las últimas semanas lo que se avizora es un cabeza a cabeza con Luis Carlos Velásquez, respaldado por la U, Cambio Radical, los verdes y Mais. Y en el pulso por las alcaldías, sería un golpe muy duro si Alfredo Ramos no gana en Medellín, donde Daniel Quintero da la pelea.
El citado documento plantea que, vía acuerdos y coaliciones, en nueve departamentos del país la balanza está muy inclinada, por lo que es posible anticipar triunfos casi seguros. Y hay que decir “casi” apelando a una frase de Perogrullo: “la política es dinámica” o, como dicen los mismos candidatos, “la verdadera encuesta es en las urnas”. Se trata de Elsa Noguera en Atlántico, Clara Luz Roldán en el Valle, Silvano Serrano en Norte de Santander, Luis Alberto Monsalve en Cesar, Nicolás García en Cundinamarca, Juan Guillermo Zuluaga en el Meta, Ricardo Orozco en Tolima, Roberto Jairo Jaramillo en Quindío y Vicente Blel Scaff en Bolívar. Y advierte González: “Tan grande es la pérdida de competitividad de buena parte de los departamentos, que ante el escándalo de corrupción en Bolívar, no hay oponentes con suficiente acogida y legitimidad para tomar el relevo en el favoritismo”.
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Hay otro grupo de departamentos donde existe un favorito para quedarse con la gobernación, pero por diversos factores no puede afirmarse que estén elegidos y más bien entrarían en el escenario de los departamentos competitivos. Son los casos de Sucre, con Yahir Acuña; Boyacá, con Ramiro Barragán; y Magdalena con el Mello Cotes. En este último caso, si bien el candidato aparece con ventaja en las encuestas de intención de voto, el ascenso de Carlos Caicedo, quien tiene a su favor un fenómeno de opinión en Santa Marta, hace que el asunto esté reñido. Por cierto, un capítulo aparte en este tire y afloje electoral se da en Bogotá y Cali, entre Sergio Fajardo y Gustavo Petro, cantados rivales a la Presidencia 2022. Para la Alcaldía de la capital colombiana, el primero juega con Claudia López, una de las favoritas, mientras que el líder de Colombia Humana tiene a Hollman Morris. En Cali, Petro está con Ospina, líder en las encuestas, y Fajardo apuesta por Alejandro Éder, algo rezagado.
Miremos cómo se mueve la balanza entonces por otras orillas. El Partido Conservador, que hace cuatro años obtuvo dos gobernaciones propias (Risaralda y Tolima), en esta ocasión pulsa fuerte por las de Norte de Santander, Bolívar, La Guajira, Tolima, Caquetá, Guaviare, Santander y Huila. El Partido Liberal, que con 30 candidatos en todo el país fue el que más postuló, apuesta duro por las de Quindío, Meta, Antioquia, Casanare, Cauca, Chocó, San Andrés y Caquetá. Y tiene posibilidades también en Huila, Putumayo, Nariño y Arauca. Lo mismo en Boyacá, en coalición con los verdes; en Atlántico y Cesar, en alianza con los Char y los Gnecco, respectivamente; en Magdalena, en alianza con el Mello Cotes; y lo mismo en Córdoba, Caldas, Risaralda y Bolívar, unido a otras fuerzas políticas.
El análisis pronostica un retroceso para Cambio Radical, que obtuvo en 2015 diez gobernaciones, más otras en coalición, que, como están las cosas, mantendría Atlántico, Cesar y Magdalena. Y pelea por Caldas y Cauca, además de otras en alianza: Cundinamarca, Santander, Quindío, Guainía, Caquetá, Guaviare, Meta, Nariño, Norte de Santander y Vichada. La U mantendría la Gobernación del Valle, posiblemente la de Caldas y varias en coalición, como las de Antioquia, Cesar, Cundinamarca, Vaupés, Guainía, Guaviare, Nariño y Sucre, pero sus resultados constituirían un retroceso para un partido que antes obtuvo cinco gobernaciones propias y varias en coalición. Finalmente, los verdes conservarían Boyacá, y disputan algunas otras en alianza como Antioquia y Caldas.
Por supuesto, se trata de pronósticos a partir, como ya se dijo, de tendencias históricas y presencia regional política. Porque son múltiples los factores que pueden incidir en unas elecciones de este tipo, donde hay 5.187 candidatos a alcaldías y 176 a gobernaciones. Cualquier hecho imprevisto puede inducir a la volatilidad en la opinión y cambiar una tendencia. Y las acciones violentas pueden afectar especialmente en ciudades intermedias y pequeñas, de las 402 identificadas por el Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo 2019, donde el voto de opinión es poco o inexistente. Ahora, si bien este ejercicio de analizar las apuestas de los partidos a las gobernaciones da indicios de fortalezas y debilidades electorales, hay que tener en cuenta que en el juego del poder y la gobernabilidad, los resultados a considerar son los de las asambleas, un escenario de muy difícil previsión, como sucede con alcaldías y concejos.
Las del próximo domingo 27 de octubre serán las primeras elecciones de autoridades locales y regionales después de la firma del Acuerdo de Paz con las Farc. Y aunque en un principio se esperaba que el proceso transcurriera en tranquilidad y en un ambiente democrático amplio y abierto, tal y como sucedió con los comicios del año pasado a Congreso y Presidencia de la República, la realidad ha sido diferente y Colombia ha vuelto a revivir, en parte, escenarios que se creían superados. En el Cuarto Informe de Violencia y Dinámica Electoral, la Fundación Paz y Reconciliación (Pares) advierte que, a dos semanas de la cita en las urnas, el país continúa sumido en una ola de violencia electoral que se hace cada vez más letal y se expande a un mayor número de territorios. En los 349 días que cubrió la investigación, se registran 230 víctimas de 177 hechos ocurridos en 28 departamentos y 136 municipios.
Pero el proceso sigue adelante, pese a que, en cierto momento, algunas voces plantearan la posibilidad de suspender las elecciones en aquellos sitios más críticos y, en esta recta final, candidatos, partidos y movimientos políticos afinan sus campañas, buscando alianzas de última hora, incluso con fuerzas de orillas ideológicas opuestas o, en otros casos, elevando el tono de sus discursos en contra de sus competidores, planteando propuestas audaces e irrealizables. Y a veces recurriendo a estrategias, como por ejemplo, divulgar información falsa en redes sociales de sus rivales o dando a conocer encuestas rebuscadas o falsas, que solo apuntan a desorientar al electorado, buscando sacar provecho de lo que los analistas llaman el “voto útil”; es decir, aquel por el que los ciudadanos se inclinan a última hora en función de quien va ganando.
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Cuando se trata de elecciones territoriales es muy incierto hacer pronósticos sobre quién va a ganar qué y dónde. A excepción de algunos departamentos y ciudades, como Atlántico y Barranquilla, donde las encuestas —las serias— muestran una clara tendencia a favor de determinados candidatos. Pero hay análisis que permiten establecer cómo están jugando los partidos y a qué le apuestan, de tal manera que se puede ir haciendo el ejercicio de configurar ese nuevo mapa político del país, sobre todo en cuanto al poder regional —léase gobernaciones—. La incertidumbre crece, además, cuando en el actual escenario lo que imperan son las coaliciones y los candidatos avalados por firmas, muchos de los cuales, sin embargo, tienen detrás a los partidos tradicionales. Igual, se trata de una multiplicidad de factores que varían de un momento a otro, con uno muy particular que se debe tener en cuenta: el juego que tras bambalinas mueven los contratistas, hoy por hoy principales financiadores de campañas.
Así las cosas, en el documento Parteaguas de la gobernabilidad: escenarios y posibles consecuencias de las elecciones del 27 de octubre, el analista John Mario González plantea que los resultados del próximo pueden ser trascendentales para la gobernabilidad del presidente Iván Duque, y para la misma sostenibilidad de la figura del expresidente Álvaro Uribe, al igual que de las posibilidades de consolidación del Centro Democrático. Servirán igualmente para probar la fortaleza en lo local y regional del Partido Liberal y Cambio Radical, incluyendo en el caso del primero, el afianzamiento de César Gaviria en su jefatura, así como la recuperación de espacios para el Partido Conservador, la sostenibilidad de la U, y la confirmación o no del crecimiento de los verdes, el Polo, la ASI y Mais. Y serán un reto para los partidos cristianos: Mira y Colombia Justa-Libres. Un ajedrez en el que cada uno mueve sus fichas en proyección a 2022, pues bien es sabido que estos comicios son el primer asalto por el Congreso y la Presidencia dentro de tres años.
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En el caso del Centro Democrático, son muchos los que esperan que a partir de esta cita en las urnas se comience a marcar el declive de Uribe. No obstante, estaría por verse si eso será suave y controlado, o brusco y raudo. Para González, si bien hace ocho meses cualquier candidato de derecha quería el aval del uribismo, y el propósito del partido era tener fichas propias en el mayor número posible de municipios y departamentos, la baja aprobación de la gestión del gobierno Duque y el tratamiento político a sus bases se convirtió en un fatigoso lastre. El Centro Democrático desmontó sus candidaturas a las gobernaciones de La Guajira y Boyacá, a la Alcaldía de Bogotá, y sus candidatos en Valle, Risaralda, Huila y Quindío están en dificultades. Un claro ejemplo de lo sucedido se da en este último departamento, donde a Álvaro Arias, avalado junto a los conservadores y Colombia Justa-Libres, lo dejaron los líderes regionales solo para irse a apoyar a Javier Ramírez.
Más allá de las coaliciones, mirando el tema de gobernaciones, la apuesta del Centro Democrático está en Antioquia, Arauca, Caldas, Córdoba y Casanare, lo que, de darse, sería un resultado satisfactorio para el que es hoy partido de gobierno. Sin embargo, el panorama es de dificultades. En Antioquia, Andrés Guerra, su candidato, la tiene dura frente a Aníbal Gaviria, que se inscribió por firmas pero es de clara ascendencia liberal. En Casanare, la ventaja en las encuestas la tiene Marco Tulio Ruíz, también liberal, y en Caldas, hasta hace un mes Camilo Gaviria Gutiérrez, apoyado en coalición con liberales y ASI, no tenía contendor, pero en las últimas semanas lo que se avizora es un cabeza a cabeza con Luis Carlos Velásquez, respaldado por la U, Cambio Radical, los verdes y Mais. Y en el pulso por las alcaldías, sería un golpe muy duro si Alfredo Ramos no gana en Medellín, donde Daniel Quintero da la pelea.
El citado documento plantea que, vía acuerdos y coaliciones, en nueve departamentos del país la balanza está muy inclinada, por lo que es posible anticipar triunfos casi seguros. Y hay que decir “casi” apelando a una frase de Perogrullo: “la política es dinámica” o, como dicen los mismos candidatos, “la verdadera encuesta es en las urnas”. Se trata de Elsa Noguera en Atlántico, Clara Luz Roldán en el Valle, Silvano Serrano en Norte de Santander, Luis Alberto Monsalve en Cesar, Nicolás García en Cundinamarca, Juan Guillermo Zuluaga en el Meta, Ricardo Orozco en Tolima, Roberto Jairo Jaramillo en Quindío y Vicente Blel Scaff en Bolívar. Y advierte González: “Tan grande es la pérdida de competitividad de buena parte de los departamentos, que ante el escándalo de corrupción en Bolívar, no hay oponentes con suficiente acogida y legitimidad para tomar el relevo en el favoritismo”.
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Hay otro grupo de departamentos donde existe un favorito para quedarse con la gobernación, pero por diversos factores no puede afirmarse que estén elegidos y más bien entrarían en el escenario de los departamentos competitivos. Son los casos de Sucre, con Yahir Acuña; Boyacá, con Ramiro Barragán; y Magdalena con el Mello Cotes. En este último caso, si bien el candidato aparece con ventaja en las encuestas de intención de voto, el ascenso de Carlos Caicedo, quien tiene a su favor un fenómeno de opinión en Santa Marta, hace que el asunto esté reñido. Por cierto, un capítulo aparte en este tire y afloje electoral se da en Bogotá y Cali, entre Sergio Fajardo y Gustavo Petro, cantados rivales a la Presidencia 2022. Para la Alcaldía de la capital colombiana, el primero juega con Claudia López, una de las favoritas, mientras que el líder de Colombia Humana tiene a Hollman Morris. En Cali, Petro está con Ospina, líder en las encuestas, y Fajardo apuesta por Alejandro Éder, algo rezagado.
Miremos cómo se mueve la balanza entonces por otras orillas. El Partido Conservador, que hace cuatro años obtuvo dos gobernaciones propias (Risaralda y Tolima), en esta ocasión pulsa fuerte por las de Norte de Santander, Bolívar, La Guajira, Tolima, Caquetá, Guaviare, Santander y Huila. El Partido Liberal, que con 30 candidatos en todo el país fue el que más postuló, apuesta duro por las de Quindío, Meta, Antioquia, Casanare, Cauca, Chocó, San Andrés y Caquetá. Y tiene posibilidades también en Huila, Putumayo, Nariño y Arauca. Lo mismo en Boyacá, en coalición con los verdes; en Atlántico y Cesar, en alianza con los Char y los Gnecco, respectivamente; en Magdalena, en alianza con el Mello Cotes; y lo mismo en Córdoba, Caldas, Risaralda y Bolívar, unido a otras fuerzas políticas.
El análisis pronostica un retroceso para Cambio Radical, que obtuvo en 2015 diez gobernaciones, más otras en coalición, que, como están las cosas, mantendría Atlántico, Cesar y Magdalena. Y pelea por Caldas y Cauca, además de otras en alianza: Cundinamarca, Santander, Quindío, Guainía, Caquetá, Guaviare, Meta, Nariño, Norte de Santander y Vichada. La U mantendría la Gobernación del Valle, posiblemente la de Caldas y varias en coalición, como las de Antioquia, Cesar, Cundinamarca, Vaupés, Guainía, Guaviare, Nariño y Sucre, pero sus resultados constituirían un retroceso para un partido que antes obtuvo cinco gobernaciones propias y varias en coalición. Finalmente, los verdes conservarían Boyacá, y disputan algunas otras en alianza como Antioquia y Caldas.
Por supuesto, se trata de pronósticos a partir, como ya se dijo, de tendencias históricas y presencia regional política. Porque son múltiples los factores que pueden incidir en unas elecciones de este tipo, donde hay 5.187 candidatos a alcaldías y 176 a gobernaciones. Cualquier hecho imprevisto puede inducir a la volatilidad en la opinión y cambiar una tendencia. Y las acciones violentas pueden afectar especialmente en ciudades intermedias y pequeñas, de las 402 identificadas por el Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo 2019, donde el voto de opinión es poco o inexistente. Ahora, si bien este ejercicio de analizar las apuestas de los partidos a las gobernaciones da indicios de fortalezas y debilidades electorales, hay que tener en cuenta que en el juego del poder y la gobernabilidad, los resultados a considerar son los de las asambleas, un escenario de muy difícil previsión, como sucede con alcaldías y concejos.