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Finalmente se produjo el lanzamiento de la candidatura de Alejandro Gaviria a la Presidencia. Esperado, anunciado y programado. El nuevo aspirante presentó un video y 60 puntos programáticos para explicar sus posiciones frente a diversos asuntos. Se presentará por firmas. Señal de que intentará un discurso y unas formas modernas y novedosas, más que una fórmula exitosa de las campañas tradicionales. Y que, además, pretenderá apoyos desde puntos variados del espectro ideológico.
El exrector de la Universidad de los Andes le apuesta, pues, a la figura del outsider: novedoso, sin larga trayectoria y sin ideología clara. Cómo será que varios partidos, distintos y que son competencia entre sí, consideraron apoyarlo. Gaviria tiene cercanía con el liberalismo, con la izquierda y con los verdes, al menos. Pero prefirió el engorroso camino de las firmas, lo cual le permite buscar apoyos de diferentes fuerzas y no tener que matricularse con una sola. Y aunque es un proceso costoso, largo y difícil, fortalece su imagen de aspirante que se aparta de las formas más tradicionales (¿y gastadas?) de hacer política.
Los documentos que circularon a finales de la semana indican que no será un candidato de posición clara y definida. Más bien ecléctico, aunque hay más afinidad con la posición liberal que con la derecha uribista. En sus anuncios de esta semana, el exministro de Salud entra en la pelea por la disputa del centro. Aunque se plantearon diálogos entre Gaviria y Petro -y con el expresidente César Gaviria y con los verdes-, el mensaje que envía el exministro de Salud, al optar por la recolección de firmas, es que quiere plantear una campaña moderna y, sobre todo, de participación múltiple de fuerzas y tendencias.
¿En qué cambia el panorama de la campaña? ¿Qué significa Gaviria en este grupo de candidatos? Terminados los gobiernos de ocho años de Uribe y Santos, el sistema electoral regresa a muchas de las formas que predominaban cuando los períodos eran de solo cuatro años, sin reelección inmediata. En tal sentido, los principales rivales del exministro de Salud son los que ya han hecho curso en una campaña anterior. Pero Gaviria prefirió el desgaste de la recolección de firmas que la asociación de su imagen con proyectos tradicionales. Un camino más largo, pero más definido a la hora de consolidar un perfil jovial y novedoso.
Y no está exento de costos. Cada vez que aparece una figura nueva en política vuelve a plantearse la dificultad de darse a conocer. Tanto es así, que con frecuencia una derrota en una campaña se convierte en una inversión para hacer viable una candidatura. Por fuera del mundo de los medios, capitalino y antioqueño, los votantes desconocen a Alejandro Gaviria. Sus compañeros de lucha confían en que las nuevas tecnologías suplirán a las campañas tradicionales en lograr un mayor conocimiento de los electores sobre la propuesta del candidato. Esa será la apuesta de Alejandro Gaviria. Habrá que ver si la fórmula bastará para superar a otros nombres que llevan años en la brega y que son ampliamente conocidos en el país. Gaviria no la tiene fácil.
Pero el panorama es complejo para todo el mundo. La dispersión de candidaturas, el legado de la pandemia y el desgaste del gobierno saliente de Iván Duque componen un panorama complejo y, en muchos aspectos, desconocido. Con otro elemento: todo indica que el tema de la paz no cumplirá un papel tan decisivo como el que desempeñó en competencias anteriores en términos de definir las posiciones de los candidatos. ¿Sobre qué será la campaña del próximo año? ¿Qué buscan los electores? Hasta el momento hay muy pocos elementos para conocer qué busca el electorado en materia programática.
Tampoco es claro cuál va a ser el camino para definir las candidaturas. Hay más aspirantes de lo normal y aun no se han acordado las reglas de juego para depurar la larga lista que, al final, quedará en solo dos nombres: los que lleguen a la segunda vuelta.
Y en un escenario así, ¿qué significa Alejandro Gaviria? Su apuesta es convocar, unir, debilitar las posiciones extremas y hacer viable la derrota de las reglas de juego tradicionales. En especial, las que en la práctica obligaban a que, para ganar una elección presidencial, primero había que perder otra, para darse a conocer entre los electores.
* Excanciller y periodista.