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Alejandro Gaviria puso fin a los rumores y confirmó ayer lo que desde hace semanas se daba como un hecho. Tras dos años al frente de la rectoría de la Universidad de los Andes, dará el salto a la arena política y, en su primera aventura electoral, buscará ser presidente de Colombia en 2022. Por más cantada que estuviera su candidatura, su llegada al partidor -luego de meses de evasivas, especulaciones y coqueteos- implica un sacudón en el tablero político y tiene desde ya a diferentes sectores analizando su aspiración, bien sea para lograr cortejarlo o, por el contrario, para idear cómo atajarlo.
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El exministro de Salud es visto como una figura de centro, con ideas liberales y progresistas, así como con un perfil académico que lo desliga de la política tradicional, aun después de haber sido funcionario tanto de Juan Manuel Santos como de Álvaro Uribe Vélez. Simboliza también novedad y frescura en una contienda ávida de nuevos rostros, pues al menos cuatro nombres que figuraban en el tarjetón de 2018 quieren repetir. Incluso, en el abanico aparecen candidatos que se remontan a 2014, como Óscar Iván Zuluaga o Enrique Peñalosa, por no hablar de la camada de exgobernantes y excongresistas que, luego de dejar sus cargos, añoran volver al poder.
En otras palabras, Gaviria parece hoy la joya de la corona, al que parece todos buscan, con el que todos quieren hacer alianza. “Es un candidato nuevo, de centro, que puede disputar votos de ese espectro en el electorado. Puede recoger votos tanto de la centro izquierda como de la centro derecha”, explica el analista Juan Pablo Milanese, profesor de ciencia política de la Universidad ICESI.
Una muestra de lo apetecido que resulta el exrector son los coqueteos tanto de la Alianza Verde -que busca que participe en la consulta de la denominada Coalición de la Esperanza-, del Partido Liberal y el expresidente César Gaviria -que desde ya parecen ubicarlo como el ungido legítimo de la colectividad-, su cercanía con el Nuevo Liberalismo -con los hermanos Galán a la cabeza, quienes no escatiman elogios- o sus reuniones con contendores del calibre de Gustavo Petro o Sergio Fajardo.
“Se estaba haciendo desear. En términos de comunicación política logró posicionar su nombre y mantenerse como un académico desde los Andes (…). Se volvió una figura de serenidad y reconocimiento, especialmente para los jóvenes en medio de las protestas”, asegura Angélica Martínez, politóloga especialista en marketing político.
De hecho, en un ideario de 60 puntos divulgado por el propio Gaviria -que da puntadas sobre lo que será su candidatura y se configura como su declaración de principios- habla de la defensa de la libertad y la búsqueda de la paz, el derecho a la protesta, la necesidad de atender la crisis ambiental como el principal desafío a mediano plazo o impuestos a la riqueza y a los dividendos. Incluso sale en defensa de temas tan controversiales como la eutanasia y el aborto, y sienta su oposición a las fumigaciones con glifosato y su respaldo a la descriminalización en el uso de drogas. “La pedagogía pública es mi aspiración más grande en esta nueva etapa. Gobernar es educar. Mi objetivo es tratar de construir un país más justo, más decente, más digno y más sostenible. Colombia tiene futuro”, remata.
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Sin embargo, no todo es color de rosa para el exrector. Según Andrés Parra, profesor de ciencia política de la Universidad de los Andes, Gaviria tiene el desafío de demostrar que no es el candidato del establecimiento y el comprender, más allá de la teoría y el discurso, que en política la esperanza y la rabia no están tan separadas como él lo piensa. “Todas las grandes transformaciones históricas han pasado por una mezcla entre ambas”.
Aun cuando Alejandro Gaviria abandera un discurso progresista en temas de redistribución de la riqueza y el modelo económico, y figura también como un outsider -“el candidato que viene de la academia y no de las toldas politiqueras de los de siempre”-, el profesor de los Andes advierte que su “enigma es si es un maquillaje del establecimiento o puede ser un presidente estilo (Joe) Biden: alguien que, cuando llega al poder, resulta más progresista de lo que se creía. Esto no puede deducirse de la trayectoria del pasado de Gaviria, porque en la política el futuro no es nunca un calco o expresión exacta del pasado”.
Por otro lado, de acuerdo con el profesor Milanese, también está por verse cómo cuaja la candidatura de Gaviria, pues si bien es reconocido por su paso como ministro de Salud y por la academia, “no es un personaje especialmente conocido y reconocido en muchas partes del país. Hay que ver cómo logra penetración y reconocimiento desde el punto de vista territorial”.
En ello coincide Angélica Martínez, que ve como un acierto que el exrector haya apostado por firmas para comenzar a ganar visibilidad. “Es una forma de posicionamiento de su imagen porque, a pesar de ser muy sonado en las zonas urbanas y académicas, no lo es tanto en estratos populares, medios y en zonas rurales. Las firmas le permitirían hacer una precampaña que lo impulse y pueda participar en marzo en las consultas internas, bien sea en Coalición de la Esperanza o en el Nuevo Liberalismo”.
Por si fuera poco, también tendrá que rivalizar con Fajardo, que se ha posicionado en el rol de profesor y académico, abarcando justamente el centro político. “Afecta, por supuesto, a Fajardo. Al final su candidatura será explícita o implícitamente sacrificada para que Gaviria ocupe el relato del centro político. Gaviria ofrece con su discurso una nueva forma de sentir, mientras que Fajardo casi que busca que la gente no sienta nada. Por eso el discurso de Fajardo es desabrido”, dice el profesor Parra.
Adicionalmente, tendrá que medirse con un viejo zorro en la política que, hoy por hoy, puntea en las encuestas: Petro, quien no escatimará en hacerse al discurso progresista, aun cuando Gaviria, como ya se dijo, ha promovido discusiones como la descriminalización en el uso de drogas o la eutanasia. “Afecta al petrismo, que lo ve como una amenaza, pues muchos jóvenes se ven reflejados en su campaña. Por eso ya se ven ataques desde las bodegas en redes sociales. Es un hombre sereno que no genera polarización y que puede impulsar el centro”, precisa Angélica Martínez, en referencia a una tendencia que se estableció ayer en Twitter: Camila Abuabara.
Conocida la aspiración formal de Gaviria, en redes sociales no tardaron en enrostrarle –a modo de crítica y repudio– el caso de la joven de 25 años, fallecida en 2015, víctima de un cáncer. La polémica toca al exministro porque, en desarrollo de esa labor, ordenó que a Camila Abuabara le fuera realizada una operación de trasplante de médula en Colombia, cuando ella y su familia pedían que se realizara en Estados Unidos.
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En todo caso, para Andrés Parra, Gaviria también podría sacarle jugo al factor Petro: “La campaña del exministro puede jugar a su favor con esa extraña admiración que Petro siente por él: le propuso la Alcaldía de Bogotá y formar parte del Pacto Histórico. Además, Gaviria es quizás el único candidato que podría ponerlo en aprietos a la hora de debatir sobre ciertas propuestas económicas y de país”. A ello se suma que, con su discurso, Gaviria puede disputarle el voto progresista a Petro. Sin embargo, a diferencia de Fajardo, el exalcalde tiene más campo de acción para maniobrar frente a la entrada de Gaviria. Petro puede intentar seducir o conquistar los sectores populares tradicionalmente excluidos y que no suelen votar, pero no es una tarea tan fácil”.
La formalización de la candidatura de Gaviria es otra muestra de que, a nueve meses de elecciones, las fichas en el ajedrez electoral se siguen reacomodando y poco a poco se va aclarando el panorama. No obstante, con todo y el fervor que despierta, Alejandro Gaviria enfrenta el desafío de encarar la expectativa, medirse ante los experimentados y, lo más importante, convencer a la mayoría del electorado. Su carrera apenas arranca.
Twitter: @Currinche